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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

El prado de los Presupuestos

Con tanto ánimo como el Alcoyano, que es de por allí, un partido de la zona de Valencia ha propuesto el Acuerdo del Prado en un último intento de dotar de gobierno a España. El nombre no puede ser más apropiado.

Además de un famoso paseo de Madrid, el prado es un lugar de pasto, como los Presupuestos Generales del Estado a los que da acceso, precisamente, el gobierno. No es probable que los impulsores del mentado acuerdo tuvieran en mente esa asociación de ideas, pero ya se sabe que las metáforas las carga el diablo.

La proposición, un tanto tardía y tan escueta que solo ocupaba tres folios, parecía más bien una broma; pero lo cierto es que los socialistas se la tomaron perfectamente en serio. Tanto, que aceptaron 27 de los 30 puntos sugeridos por Compromís a modo de programa gubernamental y hasta se ofrecieron a constituir un gobierno con personalidades independientes. Se conoce que el candidato Pedro Sánchez estaba dispuesto a ser presidente por casi cualquier método, como aquel político que suplicaba que lo hicieran ministro, "aunque sea de Marina".

Mal parece, en todo caso, que un pacto para la toma democrática del poder lleve el nombre del prado. La experiencia de los últimos veinte o treinta años sugiere que los gobernantes sufren de cuando en vez la tentación de ponerse a pastar en la pradera del Presupuesto. Los billetes ya no son verdes como la hierba desde la llegada del euro, pero aun así se dejan pacer por los políticos inescrupulosos, que alguno hay por ahí.

La traca -valenciana- que ha coronado con sus fuegos artificiales el largo espectáculo parlamentario de estos últimos cuatro meses es todo un resumen del vodevil. Con ella, los autores de la propuesta han conseguido abrir los telediarios y ocupar espacio con foto en las primeras páginas de los papeles, que es de lo que se trataba.

Nada distinto de lo que anteriormente hicieron Sánchez con su imposible investidura, Iglesias con su propuesta de gobierno vicepresidencial o los dos líderes de la izquierda cuando decidieron darse un romántico paseo al atardecer ante la Cámara de Diputados y las cámaras de la tele.

Convertida en una variante del reality-show, la nueva política se hace ya para salir en televisión, de tal modo que ha ido quedando reducida a una cuestión de postureo. A falta de contenido, que eso es irrelevante, las tres tandas de audiencias con el rey que ayer pusieron fin a la comedia han servido a los líderes de los partidos para posar junto al monarca en los telediarios.

Lógicamente, las únicas novedades en el triple turno de entrevistas con Felipe VI han sido de orden indumentario y bien podrían ocupar las páginas del Hola. Dos de los líderes emergentes -el comunista Alberto Garzón y el neoleninista Pablo Iglesias- acudieron a la cita con el monarca desenfadadamente vestidos al estilo casual, antes llamado sport. Por su parte, el conservador Mariano Rajoy y el socialdemócrata Pedro Sánchez lucían ternos clásicos con el aderezo de la corbata, como corresponde a dos partidos de orden.

Esa es la anécdota, naturalmente. Lo sustancial es que todos ellos -viejos y nuevos políticos- cobran su nómina de los Presupuestos del Estado: y eso une más que cualquier accidental diferencia ideológica. Parece lógico que compitan por el prado del gobierno, tan abundante en pastos.

stylename="070_TXT_inf_01">anxelvence@gmail.com

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