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Xustiza Xeral

La terminología de la arquitectura judicial de los últimos decenios ha evolucionado desde los antiguos "Palacios de Justicia" hasta las actuales "Ciudades de la Justicia". El cambio no es baladí: el término "palacio" sugiere distancia y rango; era denominación que servía bien a la solemnidad y empaque de que se rodeaba la justicia para tan grave tarea como es la de juzgar, y tal vez no fuese ajena aquella expresión a la idea de supremacía de quienes allí oficiaban, pues solo desde esa fingida y formal desigualdad se puede condenar a un semejante. De connotación netamente distinta es la utilización del vocablo "ciudad" con el que hoy se denomina la agrupación de varios edificios judiciales con espacios que llaman al encuentro y a la convivencia. La ciudad se comparte; un palacio, sin embargo, separa y jerarquiza.

En lo que a Vigo concierne, durante los últimos años se ha ido labrando la idea de una Ciudad de la Justicia; a los edificios actualmente existentes, se sumaría la construcción de otros adyacentes, resultando así un recinto o complejo merecedor de aquel nombre. De pronto, en un giro inesperado de los acontecimientos, se planteó mudar emplazamiento y concepción, y parece que ha cuajado la idea de trasladar las dependencias judiciales al edificio que hasta hace poco, y durante largos años, fue ocupado por el Hospital Xeral, que pasaría a ser ahora la sede de la Ciudad de la Justicia.

La imagen es de una plasticidad extraordinaria, todo un hallazgo alegórico: un antiguo hospital servirá de nueva sede a una justicia desde hace tiempo enferma, en riesgo de infarto por sobrepeso, doliente de abandono crónico, arterioesclerótica a causa de una vetustez no renovada, maltrecha y deformada a causa de sucesivos, pero ineficaces, parcheos ministeriales. Por donde circularon batas blancas, lo harán ahora togas negras; se sustituyen quirófanos por salas de audiencia; fonendos por códigos; historiales clínicos, por autos; las ambulancias darán paso a los furgones celulares, y los escáneres y aparatos de rayos X, a las cabinas de reconocimiento en rueda; y, en fin, mudarán los despachos del médico sanador por los del juez sancionador. Entre tanto cambio, podíamos, si acaso, apuntar alguna similitud entre ambos destinos: acudían antes y acudirán ahora personas afligidas, víctimas del desasosiego, turbados por la incertidumbre que se cierne sobre su vida, salud, libertad o patrimonio.

El actual proyecto que aspira a llevar la nueva Ciudad de la Justicia al gran edificio del antiguo Hospital Xeral parece que es mudanza que goza de amplia aceptación y general contento. No participo, sin embargo, de tanto regocijo. Por de pronto, la denominación de "ciudad" no parece acomodarse a la concentración de todas las dependencias y servicios judiciales en un único edifico. Es cierto que hay Ciudades de la Justicia de configuración monolítica. Suelen ser, entonces, macroedificios de dimensión mastodóntica y compleja que albergan todos los servicios propios de la justicia de una gran ciudad. Responde a este modelo, por ejemplo, la Ciudad de la Justicia de Valencia, sobre la que escribí aquí mismo hace algunos años. Explicaba entonces que la configuración interior de aquella mole hacía que el visitante, una vez accedía al edifico, fuese a dar a una especie de vasta ágora cercada por altos paramentos interiores, dimensiones ante las que el hombre se siente "minúsculo, disminuido por la desproporcionada y deshumanizada oquedad interior, obligado a moverse por espacios de largas distancias y achicado por las alturas que flanquean el magno hueco arquitectónico."

Antes que la ubicación de las dependencias judiciales en un edificio único de gran altura, prefiero varias construcciones próximas entre sí, de proporciones regulares, abarcables e intercomunicadas. En este sentido, participo más de la seductora idea del arquitecto inglés Chipperfield, autor de los proyectos para Barcelona y Salerno, partidario de los espacios-calle como medio de articulación de los complejos. Su concepción arquitectónica responde al modelo de un recinto donde los hombres se dan cita para resolver sus conflictos, un espacio que se integre en el entorno urbano, es decir, como una "intraciudad", compuesta de edificios abiertos, luminosos, acristalados, metáforas de la transparencia, en contraposición a los vetustos edificios de paredes gruesas, pétreas y aislantes. Creo que eso responde mejor a la idea de una Ciudad de la Justicia y tiene una apariencia más amable que la abigarrada concentración en la unicidad compacta de una mole vertical. Ante esta desmesura aplastante, el ciudadano se ve empequeñecido, casi intimidado, y siente un cierto desvalimiento kafkiano ante la magnitud burocrática. Decididamente, prefiero esa otra Ciudad de la Justicia en horizontal, de edificios mesurados, entre espacios verdes y aireados.

El cambio ahora proyectado es, sin duda, notable, histórico. Tanto por el nuevo emplazamiento como por el simbolismo que resulta de la alteración de un perfil emblemático. Durante años, la silueta del antiguo hospital conformó la línea cimera de la ciudad. No deja de ser estéticamente sublime e impactante que, en lo sucesivo, el skyline vigués se vea coronado por aquella corpulencia arquitectónica, enhiesta y robusta representación de la ley y la justicia que otea la ciudad desde las alturas, en el vértice de una pirámide urbano-kelseniana.

*Magistrado de la Audiencia Provincial en Vigo

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