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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

Los Ñoños marcan tendencia

Si años atrás marcaron tendencia los llamados "BoBos", ahora están de moda en España los Ñoños. Los BoBos fueron el resultado de contraer las dos primeras letras de "bourgeois" y "bohemian" para definir así a los bohemios burgueses que combinaban las ideas progresistas con un estilo de vida conservador. Aquí se les llamó pijo-progres con cierto tono despectivo, antes de que les tomasen el relevo los ñoños.

La palabra ñoño es ñoña en sí misma y se aplica a quienes usan expresiones melindrosas como, un suponer, "compi yogui" o "la belleza de nuestro proyecto". Suelen ser gente treintañera, cuarentona e incluso quincuagenaria que imita la jerga adolescente o se inspira directamente en las Doloras de Campoamor.

A esta nueva, si bien antigua especie sociológica pueden pertenecer por igual las gentes de la realeza y los revolucionarios a sueldo del contribuyente. Se trata de una tribu transversal en la que pueden militar el empresario y el trabajador, la señora y el caballero, los ricos y los que aspiran a serlo algún día.

El ñoño puede confundirse a veces con el pijo, que es de estirpe próxima pero diferente. Los pijos juran por Snoopy e intercalan un "o sea" entre frase y frase a modo de extraña conjunción nada copulativa. En la nueva tribu de la ñoñería, tan cercana, los amigos son "compis" y los pisos se llaman "alternativas habitacionales". Quienes no lo entiendan pueden irse a la "merde", que es palabra francesa y por lo tanto aceptable dentro del gremio.

Nada importa, como en la Legión, el rango social de quienes integran esta novedosa tribu urbana o aspiran a ingresar en ella. Lo mismo habitan el más alto de los palacios que alternan con los okupas del Patio de Maravillas.

Si la reina popularizó involuntariamente el concepto de compi yogui, también el extremoso diputado Pablo Iglesias habla con soltura de la "belleza" de su partido, alude a la "sonrisa del destino" y ensalza los besos y abrazos con los que sus seguidores se demuestran amor verdadero.

Esa jerga algo antañona recuerda a la de un personaje de culebrón venezolano, pero en realidad es el tributo que Iglesias paga, tal vez gustosamente, por su militancia en el clan urbano de la ñoñería. No extrañará que su fascinación por la realeza, a menudo reputada de ñoña, le haya llevado a regalarle una colección de vídeos de "Juego de Tronos" al rey. Lo suyo es, por así decirlo, una variante sentimental del leninismo.

La de los ñoños es, a fin de cuentas, una propuesta de vida basada en la emoción y el sentimiento que se expresa con ternuras como la dedicada al tan mentado compi de Bubu. O con el Orinoco de lágrimas que se paseaba por los ojos de Juan Carlos Monedero en las jornadas de agonía de Hugo Chávez. Es tan bonito el amor.

Quizá extrañe que la ñoñería se haya puesto de moda ahora que la expresión "ponerse de moda" ha dejado de estarlo a favor de la más actual "marcar tendencia". El caso es que la realeza ha roto en hablar con palabras infantiles a la vez que los nuevos políticos lloran en público como magdalenas, se besan y hasta cierran sus mítines con un conmovedor "os quiero", dedicado a la concurrencia.

Casi parece lógico que prometan acabar con todo lo anterior para inaugurar un mundo nuevo y feliz como el que anunciaba Karina en cierta famosa canción. Igual la cantante era, sin saberlo, una precursora del movimiento ñoño.

stylename="070_TXT_inf_01">anxelvence@gmail.com

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