Michel Houellebecq es -además de gran novelista, corrosivo y popular- un cascarrabias inteligentísimo y desacomplejado, insensible a la presión social políticamente correcta, dueño absoluto de sus palabras y opiniones. Esa libertad de conciencia la ejerce de forma tan demoledora que vive medio escondido para que no le partan la crisma los talibanes de turno. A raíz de los atentados del 13N en Francia, el Corriere della Sera publicó una ácida carta abierta en la que Houellebecq trataba a F. Hollande de oportunista insignificante y a M. Valls de retrasado mental congénito, esto es, sin arreglo posible porque el defecto que trae de fábrica es estructural.

Tengo para mí que lo de oportunista insignificante le va a Pedro Sánchez como anillo al dedo y retrasado mental congénito define perfectamente la profundidad intelectual de Íñigo Errejón. El retraso mental congénito de Errejón (sin excluir que asimismo sea oportunista insignificante) lo teoricé, modestia aparte, en mi artículo Carta abierta a Íñigo Errejón (Faro de Vigo, 16-11-2014) pero si no quedó claro volveré gustoso a ratificarlo con despacio. Y, habida cuenta que son indistinguibles las opiniones de Errejón y las de su número uno, Pablo Iglesias, es aplicable la misma definición a este.

La pruebas empíricas de mi teorización son las, a medio plazo, inviables coaliciones substanciadas por Podemos con el nacionalismo periférico -de nuevo cuño y viejos odios a España- que le han dado 27 escaños. Veamos. Prueba empírica 1: Ban Ki-moon, secretario general de la ONU, ha dejado claro (innecesariamente por sabido) que el derecho a la autodeterminación no se aplica a Cataluña ni a ninguna otra región española y, en consecuencia, el derecho a decidir es una invención del secesionismo que un centón de retrasados mentales congénitos -para mayor inri profesores de ciencias políticas, qué nivel, Luis Miguel- dan por buena como habrían dado por fetén la existencia de los unicornios si los nacionalistas lo hubiesen exigido. Prueba empírica 2: La oportunista-independentista Ada Colau, vocacional actriz fracasada y activista social -más nivel, Maribel- se ha revestido a sí misma con la popularidad que en un principio ungió en Cataluña el carisma, ya marchito, de Pablo Iglesias. Apabullante demostración de la nimiedad del personaje.

En contra de todo

Desde los meones tabernarios del 15-M, perro-flautas, simpatizantes de ETA, aprovechados anti-sistema, anti-kapitalistas, chavistas, anti-españoles, antisemitas, etc., hasta la juventud despistada -estudiantil o trabajadora- y los viejos airados de cáscara amarga que votaron las propuestas del binomio Iglesias-Errejón confundieron, sin duda, la voluntad de regeneración en marcha (avalada también por millones de votantes del PP pero especialmente por la labor de policías y jueces) con el odio agazapado en anacrónicos planteamientos que ni siquiera están vigentes en repúblicas bananeras. España, digo yo, no es Grecia ni Venezuela, países en los que, por otra parte, fracasaron estrepitosamente las fraudulentas soflamas programáticas de los lectores de Kantinflas. La señora Merkel ¿recuerdan ustedes? aún debe estar riéndose de la bajada de pantalones de Tsipras, conspicuo telonero de los mítines de Iglesias.

De consuno, no hay en las aspiraciones populistas y populacheras de Podemos nada original respecto al reivindicativo programa de IU y (provoca sonrojo tratándose de una organización revolucionaria) carece de base sindical trabajadora. Consecuencia lógica de la radical verborrea pequeñoburguesa de unos cuantos profesores de segunda y tercera división y otros tantos funcionarios amortizados profesionalmente pero ansiosos de dinero. Verbigracia, la señora Carmena, de desbaratada economía doméstica por los negocios del esposo; el exJEMAD Julio Rodríguez, a quien al parecer no le llegaba la jubilación de general para afrontar los gastos de su progresista segunda mujer; el así llamado Kichi, alcalde Cádiz, conocido profesionalmente por su dedicación a una comparsa del carnaval de su ciudad; la susodicha actriz frustrada Ada Colau y su marido, exokupa en paro, que no comieron caliente hasta que pisaron moqueta. Sin olvidar una larga lista de afortunados combatientes de la famélica legión que gracias a la política dejaron de serlo.

Mas lo cierto es que aunque los líderes de Podemos estén aquejados de frivolidad, teatralidad, vedetismo y ambición personal son maestros en logomaquia acartonada y rencorosa, que es la que mola, y en la reinvención de un look político en el que se privilegia el trompeteo mediático de los escraches respecto al sudor serio y trabajado de la vieja izquierda obrera, tan marchita en estos tiempos de glamur barriobajero y tuits insultantes que aglutinan e interrelacionan a los profesionales del pataleo.

En definitiva -sugería Joaquín Leguina en reciente artículo (El Odio)- la mayoría de los electores de Podemos, salvo cuatro ingenuos de buena fe, no votaron a favor de algo sino en contra de todo y de todos. También en contra de España, por ejemplo, los de En Marea. Y tanto es así que la irrupción de Podemos ha dado alas a un nacionalismo moribundo entre la juventud de la periferia -fatigada del irredentismo de ERC, Bildu o BNG- revivificado ahora al calor del guerracivilismo empoderado. El resto, si bien se mira, fue muy sencillo: prometer lo que, a sabiendas, no podrán cumplir. Tal como hicieron los de Syriza en Grecia.

¿Cuándo terminará la Guerra Civil?

Con esos avales, Pedro Sánchez, guapócrata de postín, quiere gobernar España. Este oportunista insignificante -que diría Houellebecq- no parará en mientes, si lo dejan, así fuere saboteando definitivamente al PSOE, para asegurarse un salario de Presidente del Gobierno, con las correspondientes ventajas complementarias mantenidas de por vida a pesar de infligirle al PSOE el peor resultado electoral registrado desde que en este país hay democracia. En su caso, cualquier otro político ya habría dimitido. Lo hicieron dignamente, y con menor motivo, Almunia y Rubalcaba.

Ahora bien, es posible que Podemos ceda, en primera instancia, respecto al referendo catalán para mejor encelar a Pedro Sánchez cuyo partido quedará a merced de los colmillos carniceros de sus aliados tácticos, y mortales enemigos, los cuales acabarán destripándolo a la primera oportunidad. Quiere decirse, aunque Podemos aceptara aparcar temporalmente el referendo catalán queda todo el tinglado económico por consolidar y eso no tiene cabida en una política maximalista de izquierdas. Dentro del euro hay que ir por el libro, la política económica es de manual, no hay otra.

Se le presenta no obstante a Pedro Sánchez una oportunidad dorada para desmentirme y probar que posee la envergadura de un auténtico hombre de Estado. No le resultaría fácil, sobra decir, tanto es el sectarismo, casi fanatismo, incrustado en votantes y militantes del PSOE. Me refiero, evidentemente, a que Sánchez amparase una coalición de Gobierno, formando parte del mismo, que entre PP, PSOE y C's resolviesen mano con mano los principales problemas de España empezando por la cuestión territorial. Si Pedro Sánchez encarase positivamente el reto pasaría a la historia de España como un titán de la política. Sería el hombre providencial capaz de poner fin a la Guerra Civil gracias a su arrojo moral y sacrificio personal.

Pretender que el PSOE gobernando con el PP sería una repetición del fracaso del Pasok con sus socios de derecha en Grecia viola la razón al comparar lo que no es comparable. La coalición griega gobernó cuando el país se hundía. En España vamos viento en popa.

España entró en recesión en el tercer trimestre de 2008 y salió en el primer trimestre de 2010. En el segundo trimestre de 2011 volvimos a entrar en recesión. Obsérvese, España entró dos veces en recesión, gobernado los socialistas, y salió en el tercer trimestre de 2013, gobernando el PP. Por un efecto de histéresis la segunda recesión duró nueve trimestres. Afortunadamente, las cosas han cambiado. Por poner un ejemplo, hasta hace un par de semanas las señales de recuperación del mercado inmobiliario en España no podían ser más halagüeñas gracias a la inversión extranjera, los bajos tipos de interés, el repunte de precios, la creación de empleo y el resurgimiento del crédito constatable en la pugna entre entidades financieras para concesión de hipotecas. Las expectativas para 2016, si la situación política no frustra la recuperación, se presentan inmejorables tanto por la absorción del parque ya construido como por la realización de proyectos de obra nueva. La construcción llegó a representar en el 2007 el 15% del total del empleo español y bajó al 5% en el 2013. En este momento representa el 8% del total del empleo y en el 2016 llegará al 10%-11% a condición de generar confianza. Una alianza PP-PSOE-C's consolidaría el bucle virtuoso.

Pero no solo el sector inmobiliario resulta atractivo para los inversores extranjeros, también otros activos empresariales han generado un potente flujo inversor exterior que entre 2014 y 2015 suma alrededor de 80.000 millones de euros.

La producción industrial repunta. Las exportaciones mantienen su dinamismo. El sector financiero está blindado. Los impagos en las compras a plazo bajan. España creció en 2015 más del doble que Alemania y que la media de la zona euro. Entre 2015 y 2016 se crearán un millón de empleos netos. Aumenta la riqueza financiera de las familias como nunca en nuestra historia económica. La recuperación, que algunos siguen negando, permitió vender un millón de automóviles en 2015. En general, las expectativas para la economía española son inmejorables: dinámica sostenida de creación de empleo, baja inflación, aumento de beneficios empresariales, recuperación del crédito, bajo coste del petróleo y materias primas, firme pulso exportador, favorable tipo de cambio del euro respecto al dólar, pujanza del consumo, progresión de la inversión. Un gobierno del PSOE en manos de Podemos llevaría a deslocalización empresarial, fuga de capitales, aumento de la prima de riesgo, endurecimiento de las condiciones de ayuda europea, congelación de inversiones, aumento del paro, etc. Sobre todo se eternizaría el guerracivilismo.

La actual empopada, si Pedro Sánchez estuviese a la altura, garantizaría que PP y PSOE, gobernando conjuntamente, hermanados por la Razón de Estado y amor a España, rematasen en cuatro años la más memorable de las singladuras económicas dinamitando de consuno, una vez por todas, las injustificables e internacionalmente desamparadas pretensiones independentistas. Ese sería, sí, el verdadero fin de la Guerra Civil.

*Economista y matemático