"La realización en Pontevedra de la urbanización de un polígono por el Ministerio de la Vivienda es ya una realidad". Una perplejidad absoluta provoca aquella facilidad con que hace cincuenta años se daba por hecho un proyecto que luego tardaba en fraguarse una década o incluso más tiempo. Eso ocurrió, por ejemplo, con el polígono de Campolongo que marcó el desarrollo de la ciudad.

Tal anuncio se efectuó en pleno mes de agosto de 1960, una vez que la Gerencia de Urbanismo del citado ministerio resolvió en Madrid el concurso para adjudicar un estudio de la fase previa del polígono en cuestión. Su elaboración se encargó a los arquitectos Fernando Moreno Barberá, Juan Gómez González y Julio Cano Lasso.

Aquel trabajo equivalía poco menos que a la prehistoria del polígono de Campolongo, que había empezado a gestarse en octubre de 1959. Entonces echó a andar una audaz propuesta que formuló el delegado provincial del Ministerio de Vivienda en Pontevedra, cuyo nombre hoy no recuerda nadie. Tal proposición iba acompañada de un completo informe elaborado por la sección de Vías y Obras del Ayuntamiento. Así comenzó todo.

Tras interesarse por el asunto, desde Madrid se desplazó ex profeso hasta esta capital el máximo responsable de aquella Gerencia de Urbanismo, César Sanz Pastor, acompañado por dos arquitectos de su servicio central.

Hasta cuatro opciones para articular un polígono de viviendas puso el Ayuntamiento sobre el tapete durante la reunión mantenida aquella mañana. Fue el 7 de junio de 1960. En solo dos horas se avanzó mucho en una idea urbanística que todavía estaba difusa.

La elección de Campolongo con sus 132.000 metros cuadrados enseguida tomó cuerpo para ensanchar la ciudad hacia esa zona. Un asunto clave en la decisión resultó el cambio del trazado del ferrocarril y el traslado de la estación hasta A Parda, que ya estaban en marcha y dejaban atrás mucho espacio libre.

Al césar lo que es del césar y al gobernador civil, Rafael Fernández Martínez, correspondió el mérito de impulsar el proyecto y unir su suerte a la aprobación del polígono de Coia en Vigo. Esa alianza resultó fructífera y Fernández Martínez movió con habilidad los hilos adecuados en Madrid a través del Patronato Provincial de Gestión de Vivienda.

No resulta inverosímil suponer cerca de la oreja del gobernador civil el persuasivo susurro de un Filgueira Valverde que acababa de llegar a la alcaldía. Su agenda de trabajo estaba repleta de proyectos para impulsar el desarrollo de una ciudad lista para expansionarse.

El anuncio oficial de la aprobación de los polígonos de Coia y Campolongo se produjo el 22 de diciembre de 1961 a modo de aguinaldo o gordo de Navidad. Al año siguiente iba a acometerse tanto la urbanización de los terrenos como la promoción de los primeros bloques de viviendas en forma simultánea para ganar tiempo. Pero esos buenos deseos pronto se quedaron en papel mojado.

Las obras del nuevo trazado férreo, así como la construcción y entrada en funcionamiento de la nueva estación, con el consiguiente derribo de la vieja se retrasaron más de lo previsto y deseado. Las expropiaciones de los terrenos nunca resultaron fáciles ni ágiles; éstas tampoco lo fueron. Y el sempiterno problema económico también influyó negativamente en el calendario establecido.

Cinco años después de aquella aprobación inicial, el polígono de Campolongo era a finales de 1966 un bosque degradado con algunos pastos. Aún quedaban pequeñas edificaciones antiguas a medio derruir. Los chavales tenían no uno, sino varios campos a monte o tierra para jugar al fútbol. Y todavía permanecía en pie la capilla de San José. La piqueta para su urbanización, ni estaba activa ni se esperaba su llegada.

1968 fue el año decisivo para la verdadera cuenta atrás. Una visita que realizó a la ciudad por estas mismas fechas el director general del Instituto Nacional de la Vivienda, Enrique Salgado Torres, resultó providencial y decisiva.

Durante una reunión celebrada en el Gobierno Civil, el alto cargo del Ministerio de la Vivienda adquirió compromisos en firme ante las primeras autoridades locales. Salgado Torres prometió la urbanización completa de Campolongo, incluidos los terrenos ferroviarios en los meses siguientes. Y cumplió su palabra.

En octubre de aquel año el plan parcial reformado y ampliado del polígono de Campolongo se sometió a información pública durante un mes en la Delegación de Vivienda. Por fin ya no hubo ninguna vuelta atrás.

Hasta siete gobernadores civiles, Fernández Martínez, González-Sama García, Encinas Diéguez, García López, Alfaro Alfaro, Arroyo Quiñones y Pedrosa Roldán. También cuatro alcaldes, Filgueira Valverde, García Borregón, García Sánchez y Queizán Taboada. Todos estos gerifaltes pasaron por el poder provincial y local desde el inicio de la década de los sesenta hasta la mitad de la década de los setenta, tiempo empleado para que el polígono de Campolongo se convirtiera en una realidad tangible.

Junto a Fernández Martínez y Filgueira Valverde también Ramón Encinas echó el resto. Recientemente fallecido a los 95 años, Encinas Diéguez logró la implicación de la Caja de Ahorros de Pontevedra cuando a principios de 1969 llegó a un saldo de 2.000 millones de pesetas.

A sugerencia suya el consejo de administración aprobó la adquisición de terrenos para "construir en el más breve plazo posible --rezaba el acuerdo-- el mayor número de viviendas, a fin de que el polígono de Campolongo se convierta en la verdadera ciudad satélite de Pontevedra". Tan lejos del centro urbano se veía entonces aquel lugar a solo 500 metros de la Peregrina.