Pues la verdad es que, dicho desde el respeto, cada cual puede buscarse los argumentos que quiera para explicar incluso lo inexplicable, pero los que dió el señor Besteiro para "leer" los resultados de su partido el 25M sonaron a excusa. Y ni siquiera original: ser el partido más votado de la izquierda era el objetivo de José Blanco -que suponía que la cosa no daba para más- pero en unas elecciones europeas y en Galicia, eso es casi nada.

En todo caso, esa excusa, y varias más que manejó, no debieran causar sorpresa. En el fondo y en la forma son coherentes con lo que la dirección socialista gallega viene haciendo desde que llegó: una oferta política epidérmica contra la mayor parte de los problemas e inexplicable -tanto o más que la del PP- con algunos, sobre todo con el de la corrupción. Además, claro, de la ausencia casi absoluta de un proyecto sólido y creíble para el país.

Así las cosas -cuya descripción es opinable pero no parte de una campaña de acoso, como aducen los cantores oficiales del actual escalafón del PSdeG- apenas cabe otra cosa que esperar al congreso socialista de julio para saber qué pasará después aquí. O sea, lo habitual, porque Galicia significa muy poco en Ferraz, y tan solo obtuvo alguna migaja cuando sus delegados acertaron a apoyar al candidato que resultó vencedor al final.

En este marco, y mientras el PSOE se desangra en la disyuntiva de girar más a la izquierda o volver a donde solía cuando era un partido líder y gobernaba -dilema que se disfraza con otra excusa, la del debate de cómo elegir al relevo de Rubalcaba- al PSdeG no le quedará más remedio que retroceder al día de 2009 en que perdió la Xunta, retomar la travesía del desierto y estudiar despacio el objetivo.

Los manuales de ciencia política coinciden en que el destino manifiesto de una fuerza política es gobernar. Pero discrepan -según la visión de sus autores- en cómo y a qué precio. En el caso del socialismo gallego el modo resulta especialmente complejo porque antes de nada habrá de elegir compañeros de viaje al poder porque solo no llega. Y hasta ahora todos los que le sirvieron le costaron votos y, tras breves periodos de gobierno, la derrota.

Dicho eso, y de cara al próximo futuro, la obvia necesidad de alianzas no va a ser distinta, pero según quiénes se asocien variará el precio. Y hay más riesgo en la mejor elección porque quienes crean que uno de ellos será "Podemos" quizá se equivoque de lleno al confundir un voto coyuntural de castigo con otro -estructural- de gobierno. Está el señor Beiras, claro, pero ese pacto puede significar la renuncia del PSdG a una política socialdemócrata.

¿O no?