Aquel osado pronóstico, en este billete, de que el próximo Papa sería argentino, no incluía, desde luego, que también sería jesuita, y con ascendiente astral franciscano. Demasiado para el cuerpo. De momento ha optado por destapar todos los tarros, o al menos quitarles el vacío (ese "tap", antes de abrirlos), para que respiren: el social, el populista, el juvenil con un guiño a la tercera edad, el del hecho gay, el de la mujer y, sobre todo, el de la estructura eclesial, frente a la que ha proclamado el derecho a sublevarse. Sólo falta el del celibato. Muchos piensan que no es un cambio climático, sino una tormenta de verano, que pasará pronto. Pero, una vez abiertos o entreabiertos los frascos, el genio de la botella, encerrado durante tanto tiempo, puede actuar por su cuenta e imponerse. ¿Es lo que pretende Francisco, liberar al espíritu para que sople donde quiera (Juan, 3.8)?