Se completó el vodevil. La Federación Española de ciclismo ya tiene la cabeza que quería para añadir a la defensa de Contador, para decirle al mundo que es falso que en este país haya barra libre con el dopaje. Dentro de unos días cuando comience en Lausana la vista para analizar el caso del positivo del ciclista de Pinto sus directivos la colocarán en la mesa junto al resto de papelajos al tiempo que hinchan el pecho como si fuesen pavos cebados para Navidad. Como un trofeo de caza con el que presumir junto al fuego mientras se fuman un puro y sirven un escocés. Ezequiel Mosquera no es más que eso, alguien a quien condenar en la hoguera con la única intención de ayudar a librar del fuego al chico de la película, el que tiene que dar el beso final a la protagonista para que el pueblo sonría satisfecho y el próximo año vuelvan al cine. El perfil de Mosquera era el ideal para desempeñar el papel más triste de esta historia: buen ciclista pero poco mediático, un chico discreto en el tramo final de su carrera, enrolado en un club modesto, sin el manto protector de los grandes predicadores del periodismo ni de los políticos. Y aún por encima le gusta hablar en gallego. "Por este no llorará nadie" pensaron convencidos los responsables del teatrillo. Y comenzó un proceso de exterminio que finaliza ahora con el anuncio de los dos años de sanción en lo que es uno de los grandes atropellos de la historia del deporte en España. A Ezequiel le encontraron hidroxietil (un supuesto enmascarador), pero buscaron de todo en su sangre y no encontraron nada más. Ni sustancias dopantes ni los plásticos que quedan como rastro en cualquier transfusión. Incluso al principio la UCI le dijo que el suyo era un "asunto leve". Sus muestras recorrieron laboratorios de Europa sin que lo supiese, se filtró su caso de forma interesada, se saltó la confidencialidad que se exige en estos supuestos y se le negaron pruebas y careos. Seguía sin ser un positivo, pero aún así la Federación le sanciona.

Ezequiel ha tenido la desgracia de coincidir en el tiempo con el asunto de Contador. Hace meses su entorno estaba convencido de que la resolución llegaría poco antes que el juicio del de Pinto. Y así ha sido. "Casualmente" se ha ido retrasando al tiempo que no llegaba el momento de resolver el asunto de Contador y ha llegado con una puntualidad escalofriante que demuestra que el único interés era aparecer en Lausana con el cuerpo aún caliente de Ezequiel, con esa cabeza goteando sangre sobre la mesa del TAS para que impresione más.

Es imposible analizar un caso sin el otro. La contaminación entre ellos ha sido evidente desde el primer día y sonroja la doble moral que se ha manejado. El abandono en el que administraciones y organismos han dejado a Ezequiel contrasta con la inmensa movilización que hay para salvar al pinteño. Un simple detalle: hace días el CSD organizó en Madrid un seminario sobre dopaje y uno de los invitados estrella era el juez "independiente" del caso Contador (son tres, uno lo pone la UCI, otro el ciclista), el que tendrá que inclinar la balanza hacia un lado u otro. Casualidades de la vida claro. Con el de Pinto todo vale, incluso llevarse por delante a los ganaderos vascos convertidos en pérfidos personajes que engordan sus vacas con clembuterol. Todo sea con tal de justificar la teoría delirante del solomillo de Irún que dio para que lo cenasen seis ciclistas y a la mañana siguiente aún quedase la "puntita" que se comió el bueno de Alberto y así justificar los niveles que había ese día en su sangre. Así está el deporte español, el mismo que mira hacia otro lado después de que una jueza diga en un auto que el entrenador de Marta Domínguez sometía a la atleta a procesos de dopaje de cuarenta días antes de cada gran competición. Y la chica de la cinta rosa en el pelo corre los domingos, en unos días será senadora y a buen seguro estará en los Juegos de Londres.

A Ezequiel lo han pisoteado de forma infame durante todo un año e incluso aquellos que subieron al podio de Madrid para hacerse la foto con nuestro héroe han olvidado su número de teléfono y hoy tratan de que la Vuelta a España regrese a Galicia y pagarle otra ronda de centollas a los mismos que en mayor o menor medida han contribuido a su lapidación pública. Mosquera es un simple daño colateral en una operación de mayor calado. Con la sanción el siniestro sistema ya lo ha amortizado.