A Bernard Madoff (financiero norteamericano de gran prestigio hasta el momento de su detención como supuesto autor de una gigantesca estafa piramidal cifrada en 50.000 millones de dólares), el juez lo ha dejado en libertad bajo fianza de 10 millones de dólares. Además, le ha impuesto la obligación de llevar una tobillera electrónica para controlar sus movimientos e impedir una hipotética fuga. La medida es benigna, y nada infamante, porque si Madoff en vez de un financiero de prestigio mundial fuese un desgraciado musulmán sospechoso de animadversión hacia los Estados Unidos ya estaría en la cárcel de Guantánamo vestido con un mono de color naranja y con los pies trabados por unas cadenas. Con todos sus derechos anulados y bajo amenaza de torturas arbitrarias. (Tal y como ocurría en Roma, ser ciudadano del Imperio tiene sus ventajas). No parece, sin embargo, que Madoff albergue la tentación de fugarse porque a los 72 años, con un buen abogado, y mucha información comprometedora el viejo tiburón aún puede dar más de una dentellada en las aguas turbias de Washington. ¿Quién puede saber más que él sobre las verdaderas causas del colapso financiero norteamericano y de las complicidades (seguramente criminales) que lo propiciaron? ¿Quién mejor para explicar con todo detalle la procedencia del dinero que buscaba refugio en sus fondos de altísima rentabilidad?. En los medios, nos cuentan que Madoff engañó a su selecta clientela con el viejo truco de pagar sus altos intereses con cargo al dinero que invertían los propios impositores, en la seguridad de que bajo ese señuelo nunca se produciría una retirada masiva de fondos. Más o menos como hicieron en tiempos Baldomera Larra Wetoret (hija del famoso escritor Mariano José de Larra) con la creación del llamado Banco Popular en el Madrid del siglo XIX; Carlo Ponzi, emigrante italiano a los Estados Unidos; y doña Branca dos Santos, la portuguesa conocida como la "banquera del pueblo". Por no citar los casos más recientes, y también muy conocidos, de Sofico, Gescartera o Forum Filatélico. La codicia del dinero milagrosamente rentable suele tentar a los ahorradores modestos, que son el campo de trabajo preferido por los estafadores, pero también hace caer en sus redes a las grandes fortunas, como se ha demostrado en este caso. En España, por ejemplo, el fraude le ha pillado 10 millones de euros a doña Esther Koplowitz, una dama que tiene como asesor financiero a don Miguel Boyer, un señor con fama de listo, que fue ministro de Hacienda del primer gobierno socialista y decretó la expropiación de Rumasa por hacer supuestamente lo mismo que vemos que se hace ahora con carácter general en todo el mundo. Lo que nos lleva a deducir que si Ruiz Mateos hubiese pervivido como banquero a estas horas estaría recibiendo dinero del Estado para tapar los agujeros de prácticas irregulares. La crisis mundial, que camina por el peligroso borde de la deflacción, amenaza con poner de los nervios a los que están al timón del tinglado capitalista. En Estados Unidos, como último recurso, han bajado los tipos de interés prácticamente al 0%. Mientras tanto, el catastrófico Bush, a punto de salir de la Casa Blanca por la puerta de servicio, declara "haber abandonado los principios de la economía de mercado". Qué final de ópera bufa.