Así que. visto todo lo ocurrido y oído casi la totalidad de lo que se ha dicho sobre ello, un dato al menos está clara tras el primer día de paro el sector del transporte: que en este país es del todo necesaria una regulación de los conflictos, sean sindicales o patronales, para evitar que la sociedad se convierta en rehén de los intereses de un grupo más o menos numeroso y cuya representatividad real se discute Y, además, con métodos que se denuncian por quienes, a veces en el mismo sector, los creen incompatibles con los propios de un Estado de Derecho.

Eso es lo que pasó ayer y previsiblemente se agudizará en las horas que vienen. Una parte de la patronal transportista, que dice representar al ochenta por ciento de la profesión -o quizá serí mejor decir de los camiones, que no es lo mismo, porque hay muchos vehículos en pocas manos, y ahí puede estar una parte del problema-, acusa al resto del uso de los piquetes como elemento coactivo contra quienes quieren desarrollar su trabajo. Y el Gobierno, por ahora, dice negociar pero no pone sobre la mesa medidas efectivas y trata de dividir aún más. al colectivo protestante.

Algunos observadores, muy malpensados, sospechan que la aparente abulia gubernamental obedece a su intención de dejar que la situación empeore algo, la opinión pública exija mano dura y así aprovechar para buscar, desde la contundencia, no sólo el fin del conflicto sino el debilitamiento del sector patronal más incómodo, que es el más débil y el que peor lleva la crisis. Y que está como está entre otros motivos porque la mayoría, con más poder en menos manos, explota a la minoría más débil para así aumentar, o al menos asegurar, un margen de beneficio.

Todo eso, que suena a dejà vû con otros protagonisstas -los sindicatos.-no puede resolverse adecuadamente entre otras razone porque no existen medios eficaces. Los que hay son antiguos y a pesar de que se pretendió modernizarlos con una nueva Ley -tanto por el gobierno de don Felipe González como por el del señor Aznar- no proporcionan al vericueto salidas propias del siglo XXI, en el que conceptos como huelga, cierre patronal -que es lo de ahora en el trasporte y en la pesca- o servicios mínimois tienen significados diferentes a los tradicionales.

Por ahí, por buscarle a la situación otro marco, debería ir una parte de loe esfuerzos de quienes dicen propiciar el diálogo. Por supuesto que, además, habrán de ocuparse en resolver lo que está pasando y que amenaza con empeorar, pero sin descuidar la prevención para c onflictos que sobrevendrán en el futuro y que, tal y como se presenta el panorama, es seguro que aparecerán.

¿No...?