No hay crisis económica. La enfermedad que aqueja a la economía española y cursa con celeridad pareja a las alergias en los días de primavera... No es más que una "desaceleración significativa". Solbes "dixit". Frente a toda evidencia el Gobierno -ayer el vicepresidente y antes de ayer en la radio, el propio presidente-, se ha empecinado en negar la realidad. La pregunta es, ¿por qué? Si a nadie engaña, ¿qué beneficios políticos esperan obtener manteniendo semejante carrera de eufemismos? Tiene a los transportistas desesperados y a punto de hacer huelga porque no pueden más con la subida del gasoleo, a los agricultores en pie de guerra, a los pescadores atracados en puerto, a los vendedores de coches con los brazos cruzados, a los trabajadores de la construcción en el paro o preguntando la dirección del Inem; a los bancos mirando con lupa las peticiones de crédito, la inflación rozando el 5% y dale con que no se puede hablar de crisis.

Las elecciones ya pasaron y la verdad es que cuesta entender por qué desde La Moncloa no admiten lo que cualquier ama de casa ve todos los días en cuanto va a al mercado o al super a hacer la compra. Claro que hay crisis. Es muy seria y nadie se atreve a decir hasta cuándo va a durar. Negándola -o convocando como hace alegremente Zapatero- a un optimismo sin otro fundamento que la política de "marketing" no contribuirá a aminorar sus inquietantes consecuencias. Los eufemismos, las palabras de doble o triple significado, no resolverán la crisis.