Así pues, demostrando una vez más cuánto de cierto hay en lo de que en este mundo traidor nada es verdad o mentira sino del color del cristal con que se mira, el PPdeG ha decidido organizarle al señor presidente de la Xunta un notable barullo sobre el carácter de su viaje a Brasil. Que - dicen los Populares- ha servido de poco al país, aunque probablemente cubrió los objetivos electorales que habría fijado don Emilio; una hipótesis que el jefe del ejecutivo rechaza con firmeza, a la vez que anuncia explicaciones ante el Parlamento la semana que viene.

O sea, que al menos a primera vista, todo sigue igual en lo que a este tipo de cosas se refiere: antaño era la izquierda la que denunciaba lo que hacía la derecha, y ha de oir el señor Pérez Touriño cosas muy parecidas a las que encajó don Manuel Fraga. Naturalmente quien hoy está en el poder argumenta que entonces estaba justificado lo que ahora no, y además afirma que le prestará una lupa a quien no la tenga y quiera escudriñar en su agenda, algo bastante ingenioso, sí, pero no muy determinante: Con la intención pasa como con el honor del clásico, que es patrimonio del alma, y el alma no se radiografía.

Así las cosas, el PPdeG parece cada vez más decidido a seguir la estrategia de su dirección estatal, aunque quizá con algo menos de acritud -por ahora-, y en ese sentido busca el jaleo confiando quizá en que le dé buen resultado electoral. Lo que permite, con la misma base que el de sus críticas, poner en cuestión la intención de la táctica, que ya no se sabe si busca el interés general de los ciudadanos o simplemente el voto fácil. En todo caso choca que maneje los términos que maneja y que suenan a dejà vû, sólo que al revés. Los modernos, a eso, le llaman "morro".

Sea como fuere, hay elemento común y, en cierto modo objetivable: a estas alturas, unos y otros siguen acordándose de los emigrantes sólo cuando truenan las urnas y parece que podrían resultar, sus votos, decisivos para lograr resultados -hay quien dice botín- políticos favorables. Tal cosa es lo que ha venido sucediendo en estos años pasados -y el país tiene memoria de las últimas elecciones autonómicas y por supuesto del suspense hasta el mismo recuento del CERA, el Censo de Residentes Ausentes, con derecho a sufragio- y pasa ahora mismo. Increíble, pero pasa.

Por supuesto los partidos estatales se imputan mutuamente la desfachatez, pero tienen -los dos- muy mala excusa: a pesar del tiempo transcurrido, y de las promesas reiteradas, las cosas siguen igual, prácticamente, y nadie se involucró a fondo en los cambios para que el voto emigrante tenga mejores garantías y para que el colectivo de residentes ausentes no resulte tratado como un rebaño susceptible de dirigirse en la dirección política que electoralmente más le conviene a su pastor. Porque téngase claro que, en esto también, es el que gobierna quien saca más tajada. Punto.

Tal parece el motivo auténtico de todo este penoso ejercicio de cinismo. Pero ésa puede que sea otra historia diferente sobre la que habrá que volver.

¿No...?