PEDRO FCO. SAN MIGUEL MARTÍNEZ*

Recientemente, hemos sabido del consenso al que han llegado PSOE, BNG y PP para aumentar, como mínimo, hasta el 50% la obligatoriedad del uso del gallego en la enseñanza.

Entre otros argumentos que han esbozado estas formaciones políticas para alabar la promulgación de tal medida nos encontramos los siguientes: "El decreto es necesario para construir un país en el que el gallego sea un elemento de unión", "Este decreto garantizará la competencia lingüística en las dos lenguas" o "El decreto garantiza el equilibrio del gallego con el castellano".

Pues bien, una vez más el poder político se entromete en una potestad que no le corresponde, como es el criterio a seguir para determinar la lengua a emplear en la enseñanza de los alumnos. Y no le corresponde porque, a parte de ser una clara muestra de intervencionismo al más puro estilo rousseauniano sobre las conciencias de las personas, desde el momento en que se autoconcede la licencia de decidir por ellas en qué lengua tienen que pensar, existe una norma suprema que es la Constitución española en la que, en su artículo 3, nos otorga a los ciudadanos el derecho a utilizar el castellano en todo el Estado.

Es falso cuando se dice que el gallego es un elemento de unión. Más bien, al contrario. Si hay una lengua que nos une a todos, esa lengua es el castellano o español, dicho sin complejos. El español es una lengua tan nuestra como el gallego que, además, tiene carácter universal y todos conocemos y manejamos con la suficiente solvencia. Eso no ocurre con el gallego como tampoco con ninguna otra lengua de uso minoritario, dígase catalán o vascuence, cuya utilización puede estar más o menos extendida pero nunca abarca la totalidad de la población por razones históricas obvias.

Por otra parte, ¿cómo se puede decir que el decreto garantizará la competencia lingüística en las dos lenguas, desde el momento en que el castellano queda relegado, prácticamente, a una asignatura de idioma extranjero?... en fin.

Y, ¿qué es eso de que el decreto, igualmente, garantizará el equilibrio del gallego con el castellano? Yo pregunto: ¿es razonable buscar el equilibrio de una lengua de uso minoritario con otra de uso universal? Siguiendo el mismo razonamiento, ¿por qué no equiparar las matemáticas con la gimnasia o con el dibujo?

Nuestros políticos en Galicia presumen de que somos una comunidad bilingüe. Sí, pero trasladar ese bilingüismo a la educación apenas supone ventajas para nuestros estudiantes a menos, claro, que su meta profesional sea exclusivamente convertirse en funcionarios de la Xunta. El verdadero bilingüismo en la enseñanza es el que se basa en la utilización de lenguas de uso universal (español-inglés, por ejemplo). Ya va siendo hora de que los políticos gallegos y españoles, en general, sean valientes y verdaderos estadistas apretándose los machos en este sentido. El beneficio que reportaría al conjunto de la sociedad sería incalculable: las expectativas profesionales de nuestra juventud se ampliarían como nunca antes lo han hecho y hasta nuestra autoestima se vería reconfortada al liberarnos de ese lastre, ya desgraciadamente tradicional, de ser un país pobre en el dominio de una lengua extranjera.

Llegados a este punto, piense cada uno lo que piense al respecto, lo que debería ser incuestionable es que las personas tenemos el derecho a acertar o a equivocarnos por nosotras mismas. Por lo tanto, en último término, por parte de la administración se nos debería permitir elegir libremente en qué lengua cooficial queremos que se enseñe a nuestros hijos, si somos padres; en qué lengua deseamos que se nos enseñe, si somos alumnos mayores de cierta edad; o, en qué lengua queremos enseñar, si somos profesores. El papel de los políticos se limitaría, en todo caso, a establecer las fórmulas que garanticen la compatibilidad de derechos de todas las partes.

*Foro por la Conciliación

Lingüística en Galicia