Aunque los expertos en ecología del fuego, que los hay, no tengan la menor duda de que con más medios no se hubiera evitado la tragedia en el caso del magno incendio de Guadalajara, los alcaldes de la zona, ya sean del PP o del PSOE, coinciden en que faltaron medios, pero piden que se acabe ya la trifulca - "desorden y camorra entre varias personas", dice el diccionario- política. Y no es que los alcaldes no sean políticos, sino que en la política de la proximidad poseen la visión realista del que se ve obligado a buscar el pronto remedio y no la rentabilidad de la catástrofe para la confrontación. Pero mientras los alcaldes piden que se busquen soluciones para que no vuelva a pasar lo que pasó, sus parientes partidarios de los parlamentos nacional y autonómicos se constituyen en parte de los problemas y no de las soluciones. En el caso del ciudadano muerto por la Guardia Civil en Roquetas de Mar, se olvidó pronto la vida perdida de un hombre y sus derechos ciudadanos y se prolongó la trifulca que derivaba en polémicas institucionales y hasta patrióticas. En el accidente aéreo de Afganistán, las víctimas fueron enterradas pronto, y afortunadamente con rigor, pero lo que queda de aquello son debates derivados de la tragedia, que debieron ser suscitados en otro momento, aunque con más memoria y menos caradura, cuando no comportamientos extravagantes o miserables de políticos que no sólo han perdido las formas sino al parecer la cabeza. La permanente trifulca de unos señores que parecen más atentos a su protagonismo y a sus intereses que a la defensa del ciudadano, como si fueran fines y no medios, revela cuando menos que no pasamos por el mejor momento de la joven democracia española o que en todo caso vivimos en un momento de muy mala suerte por lo que respecta al talento y a las estrategias de nuestros elegidos.