El K4 alemán es un imperio en sí mismo. En la historia de los Juegos Olímpicos solo se les ha escapado una vez el oro. Para su piragüismo perder esa prueba es un deshonor insoportable. Hace tiempo que España sueña con derrotarles en el mejor escenario posible. Ayer se quedó a solo 226 milésimas de conseguirlo tras una prueba extraordinaria en la que el bote que forman Saúl Craviotto, Marcus Cooper y los gallegos Carlos Arévalo y Rodrigo Germade obligaron a los germanos (Max Rendschmidt, Tom Liebscher, Max Lemkea y la leyenda de cuarenta años Ronald Rauhe) a dar su máximo. Una plata que en otro momento hubiese hecho enloquecer el canal, pero que ayer dejó en el ambiente una sensación extraña, como de ligero desencanto entre sus protagonistas. Porque los españoles creían en la victoria y repetir así lo sucedido en la Copa del Mundo de Hungría hace casi dos meses cuando España se impuso en esta misma prueba a los alemanes en el auténtico test olímpico. Miguel García, el entrenador asturiano de este equipo, ya advirtió entonces que ese triunfo –celebrado a lo grande en el entorno– había ofrecido una idea del potencial del barco español, pero al mismo tiempo había servido para poner en alerta a los germanos, convencidos de que en Tokio el mínimo error sería penalizado por los españoles. La medalla de oro se habían encarecido.

Ayer España apostó por una salida feroz. El tiempo había dado una tregua después de que durante las semifinales (celebradas hora y media antes de la final) cayese una importante tormenta sobre el canal. Las ganaron con autoridad Alemania y España. Era como el trailer perfecto de lo que vendría después, el aviso del duelo mayúsculo que se viviría en el Canal del Bosque de Mar de Tokio, ese espacio separado del mar por unos diques donde se han disputado las competiciones de remo y piragüismo. A la hora de la final soplaba una ligera brisa en contra y España eligió el plan que consistía en mandar desde el comienzo y luego resistir.

España funcionó como un reloj suizo. El bote donde marca el ritmo Saúl Craviotto, la potencia corresponde a Marcus Cooper y Carlos Arévalo y la estabilidad y el equilibrio a Rodrigo Germade tomó la cabeza y al paso de los doscientos cincuenta metros marchaban con dos décimas de ventaja sobre sus perseguidores. Arévalo ya había dado la orden de subir la intensidad y por momentos daba la impresión de que serían inalcanzables. Pero los alemanes venían como verdaderas fieras. En los últimos cien metros subieron aún más el ritmo de palada mientras los españoles, devorados por el ácido láctico, resistían como podían. A falta de cincuenta metros se produjo el vuelco en la clasificación. Alemania se puso en cabeza y ya no se le escapó un nuevo oro. Los españoles bajaron la cabeza durante unos segundos. Tardaron en procesar la importancia de ganar una medalla de plata en una prueba como aquella. Cuando detuvieron la piragua y salieron al pantalán ya lo celebraron como merecía.

Con esta medalla se pone el punto final a una temporada agotadora en lo físico, pero también en lo anímico. Todo su trabajo había estado muy condicionado por lo sucedido en el bochornoso proceso de selección de los cuatro palistas que acudirían a Tokio. Aquellas semanas de juego sucio y episodios profundamente desagradables. Broncas, amenazas, grabaciones, filtraciones…Cristian Toro y Carlos Garrote -que aspiraban a estar en los Juegos- deslizaron que sus compañeros tenían un plan para dejarles fuera del equipo y que por eso los tiempos cuando ellos iban a bordo eran insultantemente peores que cuando se quedaban en tierra. Aquello abrió una brecha tremenda en el equipo. Toro y Garrote desaparecieron de Trasona, pero para los elegidos no resultó fácil asumir la nueva situación y centrarse en el trabajo que debían realizar. Ellos mismos hablaron de noches sin dormir, de pérdidas de peso, de falta de calidad en muchos entrenamientos. Habrá quien piense que en esas semanas puede estar la razón de no haber podido con los alemanes en Tokio. El sufrimiento de aquellos días fue utilizado como un acicate para buscar en los Juegos Olímpicos la esperada revancha, la recompensa merecida. Llegó en forma de plata.

La plata del K4 500 en la última jornada del piragüismo en Tokio, y penúltima de los Juegos en sí. Supone, además, la quinta presea olímpica para Saúl Craviotto, que se convierte en leyenda del deporte español, igualando la cifra de medallas de este tipo en el palmarés del también gallego David Cal, los deportistas más condecorados del país en unos Juegos. El ilerdense, afincado en Gijón, mostró su satisfacción por este logro, pero ante las preguntas de los periodistas habló en tono distendido sobre las ganas que tiene de tomarse unas vacaciones, que bromeó con que se prolonguen 6 meses. “Somos un equipo increíble, no sólo este K4, tenemos la suerte de disfrutar de una selección con un gran nivel, que hemos conseguido seguir sumando medallas para nuestro país”, subrayó el catalán. Craviotto, de todos modos, ya avisó de que su plan es estar en los Juegos de París en 2024 aunque insistió en que las decisiones de esa clase irán llegando con el tiempo: “Sería absurdo no planteárselo porque están ahí al lado”.

Sobre el desarrollo de la prueba el líder del barco español fue elocuente: “Ha sido la carrera que habíamos planeado, salida perfecta, hemos buscado el ritmo donde tocaba, Arévalo ha clavado la boya en la que habíamos acordado subir el ritmo, hemos hecho lo que había que hacer. Estoy superorgulloso, hemos dado el cien por cien y cuando eres plata dando el cien por cien es que ya estás y es lo que hay, es lo que valemos”. “Estamos superfelices por lo que hemos conseguido, ha sido un ciclo olímpico durísimo, con muchas trabas y con una pandemia de por medio, con muchos altibajos emocionales y llegar aquí y lograr una medalla olímpica cara a cara con los alemanes hay que verlo como lo que es: una felicidad inmensa” explicó el ilerdense. Cooper, Arévalo y Germade también incidieron en los problemas vividos durante la configuración del equipo y en el daño que eso les hizo durante la preparación. Tras semanas aislados del mundo y de la polémica, ayer ya podían desatarse hablando. No cargaron en exceso, pero sí quisieron dejar claro que el episodio había tenido sus consecuencias.Tal vez ahí estuvieron las dos décimas que se dejaron con los alemanes.