Queriendo o sin querer, Anna Winger acaba siempre escribiendo series que reflejan el presente a través de la historia. Le pasó con Deutschland 83, aquel excelente drama de espionaje situado en los estertores de la Guerra Fría, un mano a mano con su marido Jörg: “Escribimos la serie mientras Vladímir Putin firmaba la anexión de Crimea a Rusia y las viejas divisiones entre Rusia y Occidente volvían a emerger”, cuenta a este diario.

Por otro lado, antes del estreno de Unorthodox, su exitosa adaptación de las memorias de liberación de Deborah Feldman, nuestra entrevistada trabajaba ya en lo que acabaría siendo Transatlántico, estrenada en Netflix la semana pasada. Se trata de un relato de las heroicidades de Varian Fry (Cory Michael Smith), el periodista literario estadounidense que a mediados de 1940 llegó a Marsella como cabecilla del Comité de Rescate de Emergencia, una organización fundada para ayudar a escapar a un lugar seguro a los perseguidos por los nazis y el colaboracionismo francés. Entre ellos, muchos artistas y escritores, sobre todo judíos; gente como el artista Max Ernst o la pensadora Hannah Arendt.

Desde hace dos décadas vive en Berlín, pero Winger es estadounidense, hija de padres antropólogos con muchos colegas que habían llegado al país como refugiados durante la Segunda Guerra Mundial; algunos de ellos, ayudados por el propio Fry. La guionista-productora (antes fotógrafa) volvió a pensar en aquellas historias durante la crisis de refugiados que se vivió en la Europa de 2015. “La historia nunca se repite, pero muchas veces rima, como diría Mark Twain. Con cada guerra vemos a gente desplazada, sin casa, sin patria. Estas cosas pasan en ciclos y, por desgracia, sucedió otra vez”. Y otra vez más solo unos días después de empezar el rodaje en Marsella de Transatlántico el Kremlin ordenaba la invasión de su vecina Ucrania. “Desde luego, no esperábamos rodar esta serie mientras arrancaba otra guerra en Europa. Mi crisis de refugiados estaba inspirada por otra, pero no esperábamos rodar mientras estallaba una tercera”.

Muchas capas de ficción

Cuando ya llevaba un tiempo dando vueltas a cómo recordar la historia, Winger supo de la existencia de The flight portfolio, la novela de Julie Orringer que acabó valiéndole como fuente de contexto e importante inspiración para los procesos psicológicos de Fry, también descrito aquí como un hombre gay. Esta última parte no es ficción (el hijo de Varian confirmó la identidad oculta de su padre en 2019), pero sí que lo son muchas otras: “La serie es un relato muy ficcionado de una historia real, basado a su vez en otro relato que ya era muy ficcional en sí mismo”, avisa a posibles suspicaces.

Lejos del docudrama severo, Transatlántico ofrece una mezcla bastante vibrante de drama, comedia y romance. Winger aborda con luz y color las peripecias de Fry y sus asociados, entre los que destacan voluntarios como Mary Jayne Gold (Gillian Jacobs), rica heredera de Chicago que invierte su propio fondo fiduciario para financiar la aventura, o el intelectual judío alemán Albert O. Hirschman (Lucas Englander), después famoso economista en EEUU. “A la hora de buscar un tono, sobre todo pensaba en la clase de películas de Hollywood que por aquella época estaba escribiendo muchos guionistas europeos exiliados. Títulos como, por ejemplo, Ser o no ser y Casablanca. Estaban usando el humor y el romance y muchas herramientas atractivas para procesar el dolor por lo que pasaba en Europa”.

Al incluir momentos de levedad en la tragedia, la cocreadora (con su colega cercano Daniel Hendler) de Transatlántico quería recordarnos que incluso en la peor de las crisis seguimos siendo seres humanos. “El humor, la creatividad, la amistad, el sexo, el romance… Todas esas cosas pueden arrojar luz en mitad de la oscuridad. Hacernos sentir vivos cuando todo es terrible”.