Faro de Vigo

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La costa de O Morrazo en un derrotero de 1867

Memoria del trabajo realizado por el capitán de fragata Pedro Riudavets en el siglo XIX

Litografía que representa el estrecho de Rande dentro del trabajo de Pedro Riudavets i Tudury.

La Dirección de Hidrografía, con sede en la calle Aledo 56 de Madrid, en 1867 daba a la luz un volumen titulado "Derrotero de las costas de España y Portugal. Desde el cabo Trafalgar hasta el puerto de La Coruña", redactado por el capitán de fragata honorario Pedro Riudavets i Tudury, el que se describía con sumo detalle la costa atlántica de la península intercalando ilustraciones a plumilla con vistas de la misma desde el mar.

Comenzando por el principio: ¿Qué era un derrotero?. El Diccionario de la Lengua Española editado por la Academia Española de la lengua (7ª edición: Madrid, 1842), lo define como "línea señalada en la carta de mareas para el gobierno de los pilotos en sus viajes y también la dirección que se da por escrito para algún viaje de la mar y el libro contiene estos caminos y derroteros". Dicho en otras palabras, es una guía para la navegación segura de los buques por nuestras costas.

En lo que se refiere a la banda norte o septentrional de la ría de Vigo, después de dejar Cíes y Ulló-Pontesampaio, arranca de la Punta de las Bestias (la toponimia siempre en castellano o mezcla) y, siendo limpia y forma, es el estrecho más angosto de la ría junto con Rande; tenía en su punta un castillejo que ya estaba en ruinas. A la Punta de Domayo la califica de frontón escarpado y negruzco, que no es más que una derivación de la sierra del mismo nombre cuyo punto más alto es Faro Domayo o monte Jaján (647 m. de altitud), punto de enfilación para evitar el banco de las Jarrapadas, siento el punto más sobresaliente de la península; en su seno desemboca el río Seco y tiene playa en su mitad.

La Punta de Arroás, que algunos llaman Ruas, es alta y limpia; un islotillo se desprende de la parte oriental y franquea el paso por tierra a embarcaciones pequeñas. Viene luego la Punta v del Con, con su ensenada de media milla y cuya playa no es muy limpia, desembocando el río Meira, al lado del pueblo del mismo nombre. Sus palabras: "En el interior de dicha ensenada se destaca la punta de piedra escarpada y negruzca, sobre la cual se ve la capilla de San Bartolomé", con lo que parece indicar que no se trataba de una islita.

Después de la Punta de Rodeira e islote de las Ratas, sobresale la piedra denominada Pego, muy temible porque en la pleamar se cubre, por lo que está balizada con una barra grande de hierro.

El citado arrecife avanza también mucho por enfrente a la Punta de Rodeira, y para balizar su cabeza fondearon una boya de cinco brazas.

La ensenada de Cangas, entre las puntas Baleira y cabo Balea, es espaciosa y profunda; ofrece excelente abrigo de los vientos de Oeste-Sudoeste, sin embargo el resto son molestos de travesía, especialmente de Sudoeste, y cuando soplan es preciso abandonar el fondeadero. En la villa un pequeño muelle facilita las operaciones mercantiles para buques grandes. La población está asentada al Oeste de la embocadura del río de Bousos, cuyo paso es facilitado por el puente del Sinal. De aquella era cabeza de distrito marítimo y contaba con 2.666 habitantes ¡Quién lo diría hoy! Es buen lugar para abastecerse de víveres y agua.

La ensenada de Cangas se abre entre las puntas Borneira y Balea, que distan unos 2,2 km. La segunda es "rasa y escabrosa" y viene a ser una derivación de Alto de San Roque, pudiendo reconocerse el cabo por dos fábricas de salazón al este; muchos le llaman punta de la Morneira y despide un "anegado y temible arrecife", que en su lado meridional alcanza casi la línea que pasa por los faros de Cíes y Guía, angostando la ría reduciendo en este sitio a unos 2 kms. de amplitud. El bajo de Salgueiron, próximo al anterior es una piedra aislada de 78 m.; "se hace temible para los buques de mucho calado, por hallarse muy destacada de costa" por lo cual se han perdido muchos barcos; hay una boya. Entre la punta llamada de Castros de la Ría o también Castros de Barra, y entre cabo Balea está el arenal de Limens, "playa y fondo limpio", en la que pueden guarnecerse los barcos costeros de los vientos del Este. Los Castros rompen en bajamar.

La costa occidental, escabrosa y alta, limita con las estribaciones del puntiagudo monte Castelo o Sierra (248 m. de altura), viéndose sobre su cumbre los restos de una garita. A la contra está el alto de San Roque, por una ermita erigida en su cumbre, notable desde lejos por su blancura.

El bajo Salaiño está balizado con una boya y los Castros rompen a bajamar. Continúa la costa con la alta, escarpada y oscura Punta Subrido, que despide una restinga de medio cable de longitud pero muy acantilada, y al menor descuido varan los barcos que quieren pasar cerca de la costa. De aquella se intentaba balizarla con una boya terminada en globo.

El arenal de Barra sólo se ve interceptado por las puntas de Promontorio, Muchileira y Con de Nerga. Como la arena alcanza mucha altura se ve desde lo lejos. Allí fondean los buques que van con destino Norte, tanto grandes como de cabotaje, cuando los vientos no le son favorables. En invierno hay que estar listo para abandonarla cuando afloje del viento. Cerca del cabo pequeño existe un almacén de salazón, con un reducido muelle y pescante; en un manantial próximo se puede hacer aguada con comodidad.

El cabo del Home (los navegantes forasteros o denominan cabo del Hombre ) es un frontón peñascoso y oscuro que arranca de la punta Robaleira, posterior a la playita de Melide. Para entrar con fortuna en la ría de Vigo lo mejor es alejarse prudentemente de él.

La costa de la Vela o Soavela, del cabo de Home a la punta de Osas (u Oses) "es muy temible", no sólo por estar combatida con fuerza por los vientos de travesía, como por ser escarpada y en casi todo punto inaccesible; si sobreviniera una calma estando empeñado en ella con marejada, la pérdida sería inevitable. Las puntas más salientes son la de Corucho y Soavela; la primera es una estribación del monte Pouxeiro, conocido entre los navegantes por el alto do Facho (176 m. de altura) y sobre su cumbre se ven los restos de una torre-vigía.

A la ría de Aldán la califica de "magnífica ensenada" y segura para los vientos. Le sigue Pintens del Norte con la restinga de Piedras Agudelas, toda costa "escabrosa" de sus playas en la de Arnela "por el frente de la cual se halla el mejor fondeadero de la ría para buques de regular porte"

En la ensenada de Aldán se van aglomerando arenas que acumula el mar de fuera y las que depositan los ríos que desaguan, de modo que está ceñido de arenales, destacando el de Vilariño.

En esa zona abundan los caseríos y los cultivos llegan hasta el agua. También se distinguían varias fábricas de salazón de sardina.

Continúa la costa con algunos bajos: Queixeira, "temible a pleamar o cuando lo cubre el agua y marejada" donde suelen varar los barcos no muy prácticos; Arcal, que por estar lejos de la costa es lugar de naufragios a pesar de la señal de hierro; Cuteife ; la piedra Carreto "más temible que las anteriores" por separase poco de la derrota de los buques que van al fondeadero de Meixide; y la laja de Bon.

Ya en la ría de Pontevedra destaca el cabo Udra de "terreno escabroso, dominado por un monte árido de 97,5 m. de altura, todo de piedra". Cerca está la piedra pelada del caballo de Bueu. El paso sólo apto para embarcaciones de cabotaje conocedoras de la localidad.

Bueu, "de excelente abrigo en todo tiempo y tenedero bueno", contaba con 500 habitantes y por ella pasa el riachuelo Bueu. Tiene varios establecimientos de salazón. Era residencia del Ayudante de Distrito marítimo de Aldán y allí se obtienen agua y comestibles.

Así veían la costa los experimentados capitanes de hace siglo y medio, dirigiendo sus barcos de vela y primeros a vapor. Hay lugares que siguen igual, otros por la expansión urbanística, suelo para empresas, etc. Quede aquí memoria de lo que fue.

*Doctor en Historia miembro del Instituto de Estudios Vigueses

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