En la década de los 80, diez años después de la fundación de la escuela A Pedra, en 1971, llegó a Bueu Arturo Sánchez Cidrás. Natural de Loira, Marín, Cidrás se instaló en Bueu para convertirse en uno de los profesores más involucrados con la historia del municipio. Este curso se jubiló y dice adiós al colegio tras 36 años dedicados a la enseñanza.

¿Qué le aporta su profesión?

–A mí, todo. Parece un tópico, pero yo desde que empecé como profesor la profesión me lo aportó todo. Vivo aquí, vivo de maestro, respiro de maestro... De hecho, yo viví más dentro de las paredes de la escuela que fuera.

¿Recuerda su primera experiencia en un centro?

–Claro que sí. Fue en Seijo, en el curso 1972-73. Antes de ser maestro hice prácticas, y estaba muy arropado. Opté por la clase de primero y fue cuando me encontré con un profesor, no recuerdo como se llamaba, que era impresionante. Aprendí de él muchísimo, me ayudó a pensar que dar clase era otra cosa. Me ayudó a ver la enseñanza de otra forma, no eran solo contenidos sino también creatividad. Y esa fue después mi filosofía. Que los chavales no estuvieran amaestrados, sino ayudarles a pensar.

¿En qué centros trabajó?

–Empecé en Seijo, donde conocí a este profesor, y luego saqué plaza en Moaña, en la escuela de Quintana. La plaza definitiva me la dieron en el País Vasco. Yo estaba casado, tenía una niña, y fue como si me mandaran a África. Pero me fue muy bien. A nivel de compañeros, de alumnos, de la calle... De hecho todavía mantengo amistad con gente de allí. Y en el curso 79-80 me trasladé definitivamente a Bueu.

¿Cómo fueron sus primeros años en A Pedra?

–Yo entraba a comerme el mundo, y lo curioso es que te dejaban hacer todo lo que querías hacer. Lo que más me llamó la atención es que aquí había mucha gente, llegó a haber cerca de 1500 personas. No disponíamos de muchos recursos, pero este centro fue pionero en muchos sentidos. Por ejemplo en su informatización o en el aula de acuicultura, de la que era el encargado. Después se pensó en hacer partícipe a los chavales y a sus padres de la historia y de su entorno. Y entonces salió "El Candil", que estaba vinculado a la historia de Bueu, su toponimia, la música, leyendas, personajes... La hacía con la única intención de dar a conocer a los chavales la historia de Bueu.

En el año 2002 dejó de editarse la revista. ¿Por qué?

–Hasta ese momento yo llevaba 22 años de jefe de estudios del centro, y al cambiar a otras personas yo no quise implicarlas. Me animaban a hacerla, pero yo también preferí que ellos la organizaran de otra forma. Y no sé si volverá a salir, pero ojalá.

Con la escuela también editó algunos libros.

–Si. Por ejemplo, una de las revistas era sobre la salazón, y con la Consellería de Pesca y algunos grupos de trabajo de Cangas se elaboró un poco más y la sacamos como un libro. "A industria da pesca salgada". Pero lo hacía aprovechando la información que dábamos en el Candil.

¿Como cambió la educación en sus 36 años de docencia?

–A nivel de la gente que trabaja, yo creo que poco. Porque la gente trabaja mucho más de lo que parece. La gran diferencia es que antes había muchos menos mecanismos para trasmitir cosas. Si querían hacer algo había que echarle mucha imaginación. Y hoy en día los recursos son mayores.

¿Tenía ganas de jubilarse?

–No. Ninguna, porque aún tengo cuerda. Pero opté por eso porque no sabes cómo va a ser el futuro, y ya no solo por mí, sino por los que tienes al lado. Por lo menos pensar alguna vez en ellos. Y además, aquí, con la gente, me sentía muy a gusto. Siempre me sentí muy querido y reconocido, que no es una cosa que tampoco me preocupe, pero me agrada.

¿Qué hará ahora?

–Por ahora seguir como estoy, ordenando. Prácticamente desde que estoy aquí, pero más en concreto desde 1994 que salió la revista lo que hago es recabar y almacenar información de todo lo que empiece por "b" y siga por la "u", y la "e" de Bueu, todo. Lo hago tropecientas horas al día, y seguiré haciéndolo. Es un vicio.