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Rajoy y González abogan por un pacto PP-PSOE para zanjar el bloqueo

Ambos políticos defienden la vigencia de la Constitución ante el secesionismo y rebajan el virus de la corrupción a problema de personas

Rajoy y González abogan por un pacto PP-PSOE para zanjar el bloqueo

Dialogan mucho más "de lo que nadie se imagina". Y aún así la de ayer fue la primera vez que Mariano Rajoy y Felipe González compartieron el mismo escenario. No defraudaron. Sin dejarse arrastrar por la corriente preelectoral previa a las elecciones del 10 de noviembre, los dos expresidentes -responsables de buena parte de la experiencia de gestión de PP y PSOE, con 21 años a sus espaldas como jefes del Gobierno- recetaron la formación de un gobierno anclado en una mayoría sólida, que se guíe por la "centralidad", y sobre todo, que sea capaz de superar las barreras ideológicas, el "bloquismo", para ponerse de acuerdo en "temas fundamentales".

Rajoy y González hicieron suyo ese espíritu de concordia. "Olvidémonos del sentimiento trágico de la vida que tenemos en España porque tan diferentes no somos", dijo el socialista. En el Foro La Toja comparecieron distendidos, cómodos en su papel de estadistas -de "jarrones chinos", diría el propio González- y con un punto de sarcasmo que impregnó el coloquio, moderado por la abogada Míriam González, de una cierta nostalgia sobre la vieja política, tan denostada hasta hace no mucho. "En la situación actual, como mínimo, somos Churchill", chanceó el socialista. Estos son algunos de los asuntos que abordaron:

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Las imágenes de la segunda jornada del Foro La Toja

Gobernabilidad. A las puertas de las cuartas elecciones generales en cuatro años, Rajoy y González, que saben lo que es gobernar con mayoría absoluta, se cuidaron mucho de no entrar en el zafarrancho político de campaña ni de inmiscuirse en la estrategia de campaña de Sánchez y Casado. Sí coincidieron en lo esencial: hace falta un Gobierno, y cuanto antes. A poder ser, respaldado por un colchón suficiente de votos.

"No se puede gobernar si no tienes mayoría", se lanzó Rajoy. "Lo que hay que hacer es un pacto cada cuatro años. Con 120 o 130 escaños no es posible, lo tengo clarísimo". No fue tan explícito González. "Si es de mayoría, mejor, y si no, se pueden pactar los temas fundamentales", agregó, poniendo como ejemplo el modelo de António Costa en Portugal (la conocida como geringonça de partidos de izquierdas).

Antes de sentarse con Rajoy, el exdirigente socialista denunció que la evolución del bipartidismo en España había derivado en una suerte de "bloquismo" donde las fronteras entre la izquierda y la derecha son impermeables. Por ello, ya durante la charla, hizo hincapié en la responsabilidad de los grandes partidos para "no impedir" que se ponga en marcha un ejecutivo y para que pongan encima de la mesa proyectos dirigidos a las mayorías. "Antes se gobernaba mirando a la centralidad; eso lo tenemos que recuperar", instó.

Aún así, no se encontraron los presidentes en la hipótesis de una gran coalición. Cuestionados por Míriam González sobre si ambos hubiesen sido capaces de negociar una coalición, aunque esta fuera "incómoda", su respuesta dejó uno de los grandes gags del evento. "El sí, yo no", descargó González. "Ha acertado", le siguió Rajoy, quien recordó que propuso esa fórmula -la "gran coalición" a la alemana- hasta en dos ocasiones a su partido (2015 y 2016), aunque cayó en saco roto.

VÍDEO | Mariano Rajoy y Felipe González, juntos contra la ingobernabilidad en A Toxa

VÍDEO | Mariano Rajoy y Felipe González, juntos contra la ingobernabilidad en A Toxa

Cataluña: sentencia y 155. Fue el otro punto condicionado por la actualidad, tras los últimos episodios de crispación en Cataluña y la proximidad de la sentencia del "procés". "Hay un cierto fracaso de la política cuando todos los presentes estamos pendientes de lo que decida el juez Marchena", descargó González. El expresidente entre 1982 y 1996 aseguró que el interés que acapara el fallo del Supremo pone de manifiesto la "carencia" de otro tipo de vías, aunque Rajoy, consciente de las críticas recibidas por dejar al albur de los jueces el órdago soberanista, quiso atemperar el contexto: "La sentencia tendrá consecuencias políticas -reconoció- pero no podemos hacer nada".

El antiguo líder del PP confesó la dificultad de luchar desde el Estado contra un movimiento que se alimenta de los "sentimientos" y que entronca con los movimientos "nacional-populistas" que recorren Europa, pero advirtió que ante cualquier colisión lo que "corresponde aplicar es la ley". Sin ir más lejos, el 155 que tuvo que activar, con el respaldo de PSOE y Ciudadanos, tras la celebración del referéndum ilegal del 1 de octubre. "La democracia española tiene instrumentos para defenderse cuando es atacada", añadió.

González cargó contra una expresión que bebe de la lucha contra un territorio vecino -"¿cómo vas a construir un nacionalismo diciendo que lo que te oprime es Australia?"- y planteó la idea de una España "plural en las ideas" y "diversa en los sentimientos de pertenencia". "¿Pero los sentimientos son derechos? No", aclaró. Para el exlíder del PSOE, la idea del reconocimiento de Cataluña como nación es aceptable siempre y cuando los soberanistas transijan con otra: la nación española, "que nos incluye a todos".

Reforma constitucional. Más de cuatro décadas después de su aprobación, la necesidad de reformar la Carta Magna para dar respuesta a los nuevos retos no concita el consenso ni de los dos expresidentes. Rajoy prefiere no "abrir ese melón" sin "saber donde termina": entiende, de hecho, que hoy por hoy "no hace ninguna falta" y que introduciría un elemento de tensión política innecesario.

"En la situación en la que estamos, donde ni siquiera somos capaces de formar un gobierno, no sé dónde iba a terminar", introdujo, antes de dar paso a otra de esas expresiones puramente marianistas, que provocó el deleite del público: "Comprendo que esto no es muy emocionante, pero muchas veces en la vida decir que no es necesario, y no tomar ninguna decisión, también".

Más matizada fue la opinión de González. "Reformista" confeso, admitió que la Constitución ha demostrado ser una ley "resiliente", pero no descartaría una remodelación mientras no se tocara el "paquete" de derechos y obligaciones compartidos entre todos los españoles. Tampoco se mostró contrario a las "asimetrías" que recoge la Carta Magna, que ejemplificó en la enseñanza bilingüe en comunidades como Galicia, Cataluña o País Vasco. "La descentralización ha sido una bendición, pero se ha interpretado que descentralizar equivale a centrifugar el poder", advirtió.

Corrupción. "¿Tenemos que aceptar simplemente que la tenemos porque somos culturalmente más corruptos o nos falla el sistema?". Así planteó Míriam González uno de los asuntos espinosos del día, incluso dando pie a señalar al bipartidismo como cómplice de los últimos escándalos vividos en España. "Es un problema fundamentalmente de personas", previno Rajoy: "En este tema falta un poquito de mesura". El presidente hasta 2018 se remitió, sin citarlos expresamente, a los casos que salpicaron a otros mandatarios europeos, como el expremier portugués José Sócrates o a los problemas judiciales del recientemente fallecido Jacques Chirac para desvincular el virus de la corrupción de la dinámica política en España: "Igual que no es bueno que nos castiguemos diciendo lo mal que van las cosas en España, tampoco es bueno que nos castiguemos diciendo que somos el país más corrupto".

Fue Rajoy uno de los presidentes que más vivió en sus propias carnes la factura política de los casos de corrupción. Al margen de otros baches rememorados ayer, como la renuncia de la senadora Pilar Barreiro para facilitar la aprobación de los presupuestos con Ciudadanos, el exmandatario pagó quizá el precio más alto: la presidencia, tras triunfar la moción de censura que se activó con ocasión del fallo judicial de la Gürtel. Pero en su intervención matizó aquel traumático relevo: alegó, por el contrario, que en aquel Ejecutivo suyo "nadie fue condenado, llamado a declarar o investigado" por algún hecho delictivo.

"Yo tuve casos que me costaba creer. Casos dolorosísimos que era incapaz de comprender, porque algunos eran amigos míos", refrendó González. El exdirigente socialista, en cambio, sí reconoció que cuando una persona "se mete en política, por decente que sea su propósito, tiene que asumir que es presuntamente culpable".

Para González, la corrupción se ha convertido "a nivel internacional" en un problema "muy serio" de credibilidad de la política, que exige una lucha solvente, pero alejada de maniobras como los partidos que acuden a los juzgados permanentemente, como prolongación de su labor de oposición parlamentaria. "Esto de la acusación particular se ha convertido en una perversión. Hay gente que ha vivido de ese mecanismo para hacer chantaje, no justicia", censuró.

Economía digital e impuestos. Tiene mucho de económico el Foro La Toja, que aspira a consolidarse como un Davos en España. Por ello tampoco Rajoy y González esquivaron compartir sus reflexiones sobre las tendencias que vienen. O de hacer examen de conciencia de su propia gestión de las cuentas del Estado. "Yo fui un presidente de derechas, y la primera decisión de que tomé fue subir los impuestos", aludió Rajoy, que no se quedó sin la réplica aguda de González: "Prometiendo que los iba a bajar Montoro".

Rajoy clamó contra el pensamiento "doctrinario" como el "peor enemigo" de la economía y explicó que, pese a no tener España los salarios más altos de los países de su entorno, el Estado paga todos los meses "14 millones de pagas", entre pensiones, subsidios de desempleo y prestaciones públicas. Una necesidad, la de sostener con fondos públicos buena parte de la política social, que para ambos presidentes no se soluciona con impuestazos a los más ricos. No tiene sentido, para Rajoy, "dar un tortazo de 25 millones" a una sola fortuna, porque salvo el "gustazo", bromeó, "a efectos recaudatorios no vale para nada".

En la misma línea, González, reconoció que en materia fiscal iba a contracorriente de su "tribu" y tiró de anecdotario al recordar cuando Alexis Tsipras, exprimer ministro griego, le preguntó por la fórmula para no frustrarse con en el poder. "La diferencia entre tú y yo es que tú eras un revolucionario que chocaba con la realidad y yo un reformista de mierda que quería cambiar las cosas poco a poco". El del PSOE, como en otras ocasiones, propuso vincular los salarios a la productividad. "¿Nos podríamos poner de acuerdo en eso ese señor y yo?", dijo señalando a Rajoy: "Sí, y lo digo en serio".

En el plano digital, también, Rajoy reclamó apoyar la formación de los ciudadanos en nuevas competencias y aseguró que el gran reto es fomentar la innovación en el tejido empresarial español, en gran medida copado por las pymes.

España en el mundo. La conferencia comenzó entroncando con el título del Foro, con una reflexión sobre el futuro de la democracia liberal y del papel que juega España en un mundo cada vez más incierto. Con el punto a favor de una población "bandera", defendió Míriam González, y a salvo de un partido populista en el poder, tanto Rajoy como González consideraron a España "bien posicionada", "mucho mejor de lo que dicen", pero con un "sentimiento trágico de la existencia" que no siempre contribuye a consolidar los avances.

"Veo a España en el futuro con una Europa mucho más integrada", fabuló Rajoy. Ahí, dijo, es donde debe trabajarse su "influencia". El popular alabó el tirón del sector automovilístico, el de la industria química o agroalimentaria como puntales que han hecho de España "uno de los países del mundo donde mejor se vive". "Si se dice eso, no se está exagerando", le correspondió González.

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