Guantes, termómetros, mascarillas, jabón desinfectante y hasta unos vales para una lotería que promete "muchos premios" esperaban ayer a los primeros votantes que acudían a los colegios electorales a depositar su papeleta en la consulta sobre la reforma electoral que puede convertir a Vladímir Putin en el presidente vitalicio de facto de Rusia. Debido a la pandemia y para evitar aglomeraciones, los centros de voto permanecerán abiertos hasta el 1 de julio, al tiempo que las páginas de los medios de comunicación independientes comenzaban a desgranar supuestos casos de manipulación electoral y presión a los votantes.

Nikita y Katia, dos jóvenes veinteañeros portando la requerida acreditación de observador emitida por la Cámara Social de Rusia, entregaban a cada visitante un lote compuesto por un pin de la reforma constitucional, una pulsera, un calendario del año en curso y la citada papeleta del sorteo, con un número oculto que había que rascar y luego cotejarlo en una página web. Ya en el interior, la presidenta del colegio electoral 182, situado junto a la delegación de la UE, se negó en redondo a decir su nombre, el número de personas que habían votado hasta el momento e incluso la cantidad de electores inscritos en el centro.

Más comunicativa se mostró Irina Banova, presidenta del colegio 183. A media mañana, habían votado 112 electores de los 2.300 inscritos. Incluso accedió a proporcionar las cifras de quienes votaron a domicilio, posibilidad permitida por la legislación que en esta ocasión despierta suspicacias entre las organizaciones independientes de observación electoral por la relajación de sus requisitos debido a la pademia. Irina admitió que regularmente vendrá un operario a desinfectar el local, quedándose sin vigilancia la urna con las papeletas. No había representantes de los partidos y la única observadora acreditada era también una veinteañera que se reclamaba independiente.