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"Maglia rossa" para el bus gallego

Cincuenta autocares ourensanos cubren el servicio turístico de Roma y el Vaticano

"Maglia rossa" para el bus gallegoFDV

Muchos romanos se debaten entre la admiración y el rechazo hacia una avenida que consideran majestuosa y, a la vez, parásita. Cuando en el siglo pasado Benito Mussolini mandó construir la Via della Conciliazione, una parte de la historia de la capital italiana se perdió con el derribo de edificios que desdibujaban el plano urbano con pequeñas callejuelas. Sin embargo, ahora, al fondo de una alfombra roja de autobuses turísticos, la basílica de San Pietro parece sonreír ante el mosaico de culturas que pasea a la sombra del histórico monumento de fe. El ruido de sus motores imprime un ligero acento del dialecto romanesco y la brillante carcasa colorada aguanta estoicamente el sol de justicia que se refleja en las piedras blancas y marcadamente irregulares. Y, de vez en cuando, por el tubo de escape sale un leve suspiro de humo con ecos de morriña.

Elegantes con la altura de sus dos pisos semidescubiertos, cerca de medio centenar de autobuses cambió las nieblas del Miño por la luminosidad de la capital del Lazio. Ahora, cada día realizan de forma circular, con salida y regreso a la estación central de tren, Termini, la visita turística de Roma y el Vaticano. Sin embargo, a pesar de la privilegiada vista que ofrecen a millones de viajeros de todo el mundo, no olvidan sus orígenes gallegos: su nacimiento en los talleres de la empresa ourensana UNVI, del grupo Pérez Rumbao, en la ciudad de las Burgas. Durante una década, y a un ritmo de cinco autocares por año, la flota de la ciudad eterna se fue nutriendo de refuerzos que llegaban desde el noreste del Atlántico, adquiridos por la empresa italiana Trambus, que los lanzó bajo el nombre de 110 Open. La grandiosidad del Colosseo, el controvertido monumento a Vittorio Emanuele de Piazza Venezia, la romántica Fontana de Trevi, el lujo de Via Veneto y la magia de la Bocca della Verità son algunas de las paradas imprescindibles de un tour de más de dos horas por los puntos más emblemáticos de una metrópoli en la que los tópicos todavía se cumplen: arte, trattorias, latin lovers y motos en cada esquina. Trabajan días de semana, domingos y festivos, de ocho y media de la mañana a ocho y media de la tarde, en un servicio que funciona con una frecuencia de veinte minutos.

“Nosotros realizamos todo el desarrollo tecnológico del vehículo, desde el diseño a la implantación y producción. Lo que cambia muchas veces desde que sale de nuestras instalaciones es la ornamentación exterior, es decir, o se le pegan otros anuncios o se modifica el diseño de los dibujos”, explica Simón Kienast, mánager de la firma gallega encargado de las ventas en el exterior. Los autobuses en sí quedan intactos pero las bandas publicitarias en italiano despistan a muchos turistas, que quedan sorprendidos cuando se les informa de su proveniencia. La mayoría responde lo mismo, en la conexión lógica de visitantes de santuarios: “¿Galicia?, ah, ¿Santiago de Compostela?”.

Copenhague, Nueva York

Roma no es la única urbe con autobuses gallegos. Los hay también en la mayoría de las ciudades españolas (Madrid, Sevilla, Barcelona, Córdoba, Cádiz...) y del mundo (París, Londres, Berlín, Munich, Hamburgo, Florencia, Milán, Atenas, San Petersburgo, Copenhague, Las Vegas, Nueva York…). “Fabricamos cerca de 450 buses al año. Un 60 por ciento se exporta para fuera de España”, añade Kienast. A veces son los ayuntamientos de las diferentes ciudades los que se ponen en contacto con UNVI para solicitar nuevos autobuses, turísticos o no, y otras veces los acuerdos surgen de encuentros en ferias, o de viajes promocionales que gerentes de la empresa realizan por el extranjero.

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