Tras probar el Hyundai i20 N, las expectativas antes de poder subirnos y conducir el Kona N estaban por las nubes. Esta versión radical del SUV compacto fue la última incorporación a la sorprendente gama N del fabricante surcoreano, formada por el i30 e i30 Fastback N, el i20 N y esta variante del todocamino. Son coches pensados para disfrutar, con un dinamismo muy trabajado y detalles que sacan una risa a los amantes de la gasolina y las sensaciones fuertes.

El Kona N mantiene las características definitorias de la gama de deportivos de la marca, empezando por el añadido de varios elementos estéticos que lo convierten en un coche muy llamativo, como unas llantas de 19 pulgadas, un paragolpes específico, que le hace ganar un centímetro de longitud, un alerón bastante grande, una luz de freno triangular y las dos enormes salidas de escape. También apuesta por detalles en color rojo y por el color Azul Performance Blue, aunque se pueden elegir otros. Este tono es exclusivo de la gama N. En combinación con el profundo ronquido de su motor, el Kona N es uno de esos coches que los paseantes no pueden dejar de mirar.

El interior mantiene el diseño del resto de versiones del Kona, pero como el exterior incluye equipamiento exclusivo que mejora su calidad general. Cuenta con Head-Up Display, una pantalla central de 10,25 pulgadas y cuadro de instrumentos digital, así como el volante específico de la versión con los botones para activar el modo N. Equipa el último sistema operativo de Hyundai, que funciona rápido y es intuitivo y cuenta con funciones exclusivas como el cronómetro para circuito o el modo ’N’, con información detallada. El cuadro de instrumentos es también digital. La accesibilidad es buena y sus asientos deportivos se ajustan muy bien al conductor.

Más radical

En el i20 N nos sorprendió su motor, de 204 CV de potencia, pero era algo tímido a bajas vueltas. En el Kona N, su motor de gasolina T-GDi aumenta de cilindrada hasta los 2.0 litros y de potencia hasta los 280 CV y se asocia con una caja de cambios automática de ocho relaciones. En este caso, el pequeño SUV coreano no tiene miramientos. Su aceleración es muy sorprendente, intimidante, capaz de catapultarlo hasta los 100 km/h en 5,5 segundos, y recupera de maravilla, trabajando en conjunción con una caja de cambios que incluso en modo normal deja que suban las revoluciones.

Al contar con suspensión adaptativa, puede ofrecer cierta comodidad en el modo normal, aunque es igualmente firme. En su configuración más dura es bastante incómodo, pero en contrapartida encontramos un coche que encadena curvas con una soltura destacable, pese a ser un SUV, eliminando cualquier atisbo de balanceo, mientras el motor se encarga de ofrecer una salida de curva poderosa y sus frenos lo detienen sin demasiados problemas. Su dirección además, es directa y está muy bien ajustada. Es un coche muy divertido, con detalles que agradecerán los más puristas como la capacidad de llevarlo al corte de inyección si apostamos por conducirlo con las levas.

En definitiva, es un crossover, sí, pero su hábitat natural no será la montaña ni la ciudad, sino el circuito. Lo mejor, como en todos los deportivos, es no mirar el consumo, que rondará los 12 litros si conducimos de una forma alegre. 45.600 euros es el precio de partida de un coche como los que ya no quedan.