Un mago del cine

Se cumplen 125 años del nacimiento y 75 de la muerte de Serguei Eisenstein, director de “El acorazado Potemkin”

El cineasta Serguei Eisenstein.  // FDV

El cineasta Serguei Eisenstein. // FDV / Francisco R. Pastoriza

La coincidencia de los años iniciales del cine con la revolución rusa de 1917 provocó la aparición de una corriente de militancia ideológica en torno al de estos años en la Unión Soviética. Dziga Vertov, un cineasta formado en el futurismo, creó el movimiento Cine-Ojo, que puso su talento y su creatividad al servicio de una nueva realidad política y social surgida de la revolución bolchevique. El Cine-Ojo trataba de registrar la vida tal y como se desarrolla ante la cámara, sin la intervención del cineasta. Un cine para interpretar la vida y contribuir a la construcción del Estado comunista. En 1918 Dziga-Vertov estrenó e documental “El aniversario de la revolución”, que dio nacimiento a la escuela documentalista de los Kinoks, cuya producción más ambiciosa fue “El hombre de la cámara” (1929).

Pero fue Serguéi Mijaílovich Eisentein (1898-1948) quien llevó al cine soviético a la cumbre de la cinematografía mundial de aquellos años con una novedosa concepción del montaje de las imágenes influenciada por las películas del francés Abel Gance y del norteamericano Griffith. A los temas de sus documentales Eisenstein añadió símbolos que introducían una nueva fuerza en el mensaje revolucionario y propagandístico (“La huelga”, 1924), que dio lugar al denominado Cine-puño, con el que pretendía implicar al espectador en la obra. Con “El acorazado Potemkin” (1925) y “Octubre” (1927), elaboradas bajo la fórmula de “actualidades reconstruidas”, consiguió el reconocimiento internacional. En sus películas Eisenstein narraba epopeyas épicas en las que utilizaba una estética barroca y un lirismo romántico de eficaces efectos. Comunista, judío de formación cristiana, homosexual, sus problemas con la burocracia y la censura soviéticas provocaron su caída en desgracia ante el régimen, que no llegó a aceptar sus últimas obras “Alexander Nevsky”, “Ivan el Terrible” y “La conjura de los boyardos”, que no se estrenó hasta la muerte de Stalin y del propio Eisenstein.

Eisenstein había comenzado su carrera como director de teatro y ayudante de cineasta Meyerhold, después víctima de los Gulag estalinistas, en una Rusia con una fuerte censura cultural bajo los zares. Tras su defección por la deriva del comunismo, probó sin suerte en Hollywood. En México rodó “¡Que viva México!”, su incomprendida visión de la cultura y la revolución mexicanas.

El 22 de enero cumplen 125 años de su nacimiento y el 11 de febrero 75 años de su muerte. Sus películas influyeron en todo el cine internacional.

100 años de “Acorazado Potemkin”

A punto de cumplirse cien años del estreno de “Acorazado Potemkin” en 1925, este título continúa ocupando uno de los lugares destacados de todas las listas internacionales de mejores películas de la historia del cine. Con una duración de 77 minutos, en blanco y negro y muda (se proyectaba con una orquesta que interpretaba música en directo), tal vez no sea la mejor obra de Einstein (personalmente prefiero “Ivan el Terrible” y “Octubre” a pesar de la censura que eliminó el papel e Trotsky en la revolución), pero las imágenes de “El acorazado Potemkin” poseen una potencia dramática que muy pocas películas han llegado a alcanzar, una fuerza capaz de generar emociones que se imponen a su rupturista estética revolucionaria. Las escenas de la secuencia de la escalinata de Odesa (que describe la carga de los soldados del Zar contra los ciudadanos que se solidarizaban con los marineros del Potemkin que se habían rebelado contra sus mandos) han dejado en la memoria de los espectadores algunas imágenes inolvidables: la mujer con un ojo ensangrentado y sus lentes colgando, un carrito de bebé que rueda sobre las escalinatas después de que su madre herida tuviera que soltarlo, una manifestante con su hijo muerto en brazos, los cosacos disparando sobre la muchedumbre... Pero Eisentein no necesitaba escenarios grandiosos como las escaleras de Odesa. El espacio reducido del puente del buque de guerra le sirve para exponer dramáticamente la escena de una reunión de oficiales y marineros que termina en fusilamiento. Otra de las originalidades de “El acorazado Potemkim” es la ausencia del drama convencional burgués, que tradicionalmente incluía una historia de amor en los episodios épicos, como en las películas de John Ford y King Vidor.

Portada de "El Acorazado Potemkin"

Portada de "El Acorazado Potemkin"

“El acorazado Potemkin” fue un encargo de Goskino, la productora oficial del cine soviético, para que Eisentein hiciera una película que narrara los acontecimientos que habían dado lugar a la revolución a partir de 1905: el domingo sangriento de San Petersburgo, la huelga general de Moscú, las revueltas obreras del valle del Cáucaso y los motines en los barcos de guerra. La falta de tiempo y de recursos suficientes hizo que el director se centrase en la rebelión de los marineros del acorazado Potemkin contra los oficiales del barco que les obligaban a comer carne en mal estado. El zar Nicolás II envió al ejército para reprimir la rebelión y las manifestaciones que se solidarizaban con los rebeldes. El motín del Potemkin, al que se unieron otros acorazados de la flota del Mar Negro, se considera como el acontecimiento inicial de la revolución de 1917. Con la ayuda inestimable del grupo de teatro Prolekult, su ayudante el actor y guionista Gregori Alexandrov, el fotógrafo Edouard Tissé, las tripulaciones de los barcos de guerra anclados en Odesa y los habitantes de la ciudad, Einsentein puso al servicio de la revolución todo su bagaje creativo: una planificación diversa, una original focalización, una utilización novedosa de las profundidades de campo, angulaciones variadas, travellings y sobre todo un montaje narrativo al servicio de los sentimientos antes que de la razón. El resultado fue una obra maestra en forma de documental ficcionado precursor en muchos aspectos del neorrealismo italiano.

En realidad “El acorazado Potemkin” no refleja la realidad histórica de lo ocurrido durante la rebelión porque nunca se produjeron las manifestaciones de solidaridad que conforman el elemento central de la película, pero como documento de propaganda y sobre todo como película, resultó ser uno de los más eficaces documentos audiovisuales de la historia.

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