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Manuel Jabois | Escritor y periodista

“Hay verdades a la mañana que son mentiras a la tarde”

El autor de la novela “Miss Marte”, ambientada en la Costa da Morte, confiesa su fascinación por las figuras que se sitúan “en esa delgada línea que separa la excentricidad de la locura”

El periodista y escritor gallego Manuel Jabois. Alfredo Arias

Una niña de dos años, Yulia, desaparece durante la fiesta de boda de su joven madre, Mai Lavinia -Miss Marte- , durante un verano en un pueblo de la Costa da Morte. Un invierno de 25 años después la periodista Berta Soneira llega a la localidad para hacer un documental sobre el caso. El paso del tiempo y sus consecuencias, la verdad en sus diferentes acepciones, la conveniencia de la mentira y los secretos son algunos de los ingredientes presentes en la historia que entreteje el periodista y escritor Manuel Jabois (Sanxenxo, 1978) en su última novela, Miss Marte (Alfaguara), un thriller emocional que presenta a modo de puzle atrapando la atención del lector hasta la última página.

– ¿Cómo se originó la historia de Miss Marte, fue surgiendo a medida que escribía o ya tenía en la cabeza lo que quería contar?

– La idea original es el primer capítulo, escrito de una forma más particular que el resto de la novela. Me planteé el ejercicio de escribir ochocientas palabras de tal manera que cualquiera que las lea es un cabrón sino pasa la página. Una de las obsesiones de los escritores y de los periodistas es captar primero al lector, sin prostituirse ni hacer trampas mentirosas, y luego contar la historia. La mía arranca de una forma muy precipitada, en un escenario idílico, una boda, donde se desata un infierno que es la desaparición de una niña. Como padre, en el momento que pierdo de vista a mi hijo en los pasillos del supermercado, esos diez segundos son diez días. La sola idea de lo desaparición de un niño, que ha ocurrido tantas veces en tanto lugares, me parece el mayor infierno en la tierra. Exorcizar ese miedo escribiendo podía venirme bien y sobre todo podía lanzar un anzuelo sobre uno de los temas que me interesaba tratar en la historia, que es el paso del tiempo ¿Qué ocurre cuando empieza a caer tiempo sobre un caso abierto? ¿Qué pasa con los protagonistas de ese caso? ¿Qué pasa cuando el tiempo te obliga a fingir o a tener desinterés por su resolución? También me planteé las preguntas de qué ocurre cundo no te pueden decir la verdad pero no te mienten, cuando te planteas quién sabe más que tú, o por qué a mí no se me dijo nada… Una pregunta sin respuesta es una sospecha en el aire que al final acaba volviéndose contra uno y su entorno.

"Los veranos de Sanxenxo son calcados, quedarse en la playa hasta las once de la noche, la llegada del intruso, la fascinación por la gente de fuera..."

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– Es un thriller sentimental ambientado en la Costa da Morte, en un verano y en una pandilla de jóvenes, ¿por qué no su Sanxenxo natal?

– Porque en Sanxenxo no hay las olas asesinas de Costa da Morte. Me interesaba un contraste muy claro entre nuestro recuerdo de hace 25 años, que siempre es un verano, y nuestra realidad, en este caso la realidad de los personajes, que es un invierno brumoso, nebuloso, lluvioso. Fue en verano cuando llegó Mai Lavinia al pueblo y se convirtió en la fascinación y la alegría; todos eran jóvenes. Y de repente, al invierno de 25 años después llega Berta Soneira, la periodista que va a hacer el documental sobre los hechos, para encontrárselos más viejos, algunos con la resignación que te da la edad, pensando que lo que no hayan hecho hasta ese momento no lo van a hacer después (lo cual no comparto).

– La historia está narrada por un periodista de un diario local de Pontevedra que ayuda a hacer el documental a otra periodista, llegada de Madrid ¿Qué hay de autobiográfico en este y otros aspectos de la novela?

– Los personajes de los periodistas no tienen nada que ver conmigo, solo las circunstancias de que uno es local, como yo empecé, y otra de repercusión nacional, como yo ahora. Los veranos de Sanxenxo son calcados, quedarse en la playa hasta las once de la noche, la llegada del intruso, la fascinación por la gente de fuera que llegaba cada año a la pandilla, que producía una especie de encantamiento y sabías que había una fecha de caducidad en esa relación.

– La protagonista aparece en el pueblo con un halo de hechicera, parece casi un personaje del realismo mágico.

– Me fascina la figura de “lusco e fusco”, ese momento en que por la luz del día no sabes si amanece o anochece. Eso ocurre con personas que despiertan interés, que se sitúan en esa delgada línea que separa la excentricidad de la locura, siempre y cuando no estemos hablando de una enfermedad mental que se agrava, claro.

"Metí un elefante en una bañera con mucha alegría, pero sacarlo fue un esfuerzo"

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– La estructura narrativa que emplea no es lineal, va dosificando información e introduciendo giros inesperados para mantener el interés del lector hasta la sorpresa final, ¿ha sido una tarea compleja?

– Ha sido divertido. Quise montar un puzle, hice una trama por primera vez en mi vida. Metí un elefante en una bañera con mucha alegría, pero sacarlo fue un esfuerzo. Cambié el final en un golpe de inspiración una vez entregado el libro, lo que supuso que mi editora se cagara en mí, aunque luego se puso contenta porque era mejor.

– La verdad y sus diferentes acepciones son el eje de la novela. Dice que cambia según la hora del día, que las hay impertinentes y piadosas, que la felicidad depende de la mentira.

– Hay cosas ciertas a las 8 de la mañana que son mentiras a las 8 de la tarde. Lo explicaría mejor si pudiese destripar el libro. Como periodista pongo el ejemplo de un accidente de tráfico que alguien graba y cuelga en Twitter. Luego viene el periodista y averigua que el conductor que provocó el accidente era el marido de la víctima. Ya hablamos de un posible asesinato. Los periodistas jugamos en un terreno resbaladizo y necesitamos lo que menos se nos está dando, que es tiempo para contrastar, para que un titular no acelere las emociones del que las recibe porque busquemos un clic.

– ¿Es peligroso anteponer las ideas a los afectos?

–En mis crónicas del 11-M se me reprochó que era frío por ceñirme a los hechos y no adjetivar, no poner emociones. Creo que no es necesario poner despiadado asesinato en una crónica ni que tenga que posicionarme ante un atentado diciéndole al lector lo que le tiene que parecer.

– ¿Seguirá combinando literatura y periodismo?

– Ahora tengo más tiempo y ya no tengo tanta vida social como antes, que me apuntaba a una caña en cuanto me la proponían. Le he cogido gusto a escribir, me entretiene y me da una recompensa mayor que las resacas tras las cervezas.

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