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Brasil vota polarizada... también en Vigo

De derecha a izquierda, pasando por la decepción política, diversas opiniones confluyen en la ciudad con dos candidatos y el mismo deseo: un líder que garantice lo mejor a su nación

Felipe Salazar con su hijo Theo en la terraza de Vialia y Leonardo Leite con una bandera de su país en Lavadores Alba Villar

Las llaves del Palácio do Planalto –lo que en territorio español vendría a ser La Moncloa– se juegan este domingo en las elecciones más tensas que Brasil recuerda en su volátil historia. El exmilitar, candidato por el Partido Liberal (PL) y presidente, Jair Bolsonaro, luchará por su sitio en la Praça dos Três Poderes contra Luiz Inácio Lula da Silva, quien fuera mandatario del país durante dos legislaturas y actualmente vuelve a coronarse como la cabeza del Partido de los Trabajadores (PT). En su primer combate ante las urnas, las jornadas previas a unos comicios en los que están llamados a votar 156 millones de ciudadanos han transcurrido entre una agresividad impropia para cualquier proceso democrático, dejando asesinados en una campaña política marcada por la polarización. Enraizada en un estado característicamente fragmentado, dividido entre aquellos que más y menos tienen.

A las brechas existentes se suman la inflación desbocada que padece la nación del Amazonas o el pisotón que supuso la pandemia frente al negacionismo de Bolsonaro. Y entre las claves del posible cambio de poder, el cuestionado pasado criminal de Lula, pero la defensa que supone para las clases desfavorecidas por la escasa accesibilidad a recursos básicos como la sanidad y la educación.

El progresista, que parte como favorito según las últimas encuestas, no llegaría al 50% de los votos que le harían ganador en la primera vuelta, por lo que cabe esperar que si, no obtiene esa mayoría, y salvo sorpresa del conservador, haya un encuentro entre ambas caras el próximo 30 de octubre, cuando se enfrentarían los dos aspirantes con más apoyos (presumiblemente los citados pese a haber otros nueve pretendientes).

Felipe Salazar camina de la mano con su hijo Theo en la terraza de Vialia. ALBA VILLAR

Desde Vigo, brasileños residentes en la ciudad divergen a la hora de valorar la situación que afecta a su país. Felipe Salazar, que trabaja como entrenador personal en el Coliseum Health Space, comenta que para él “no existe” posibilidad alguna de tener un presidente como Lula. Remontándose a los 580 días que el antiguo obrero metalúrgico pasó entre rejas tras ser condenado por corrupción en el marco de la Operación Lava Jato, penas que lo mantuvieron al margen de las elecciones de 2018 hasta que fueron revocadas por el Tribunal Supremo Federal, evidencia su victoria “sería jugar mucho con la inteligencia de la gente”.

“Pienso que debe seguir la derecha, Bolsonaro es el que puede ganar”

Felipe Salazar

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“Pienso que tiene que seguir la derecha, en este caso veo a Bolsonaro como el único que puede ganar”, añade en este contexto, destacando que “la economía mejoró mucho” en comparación a “otros países más desarrollados, con todo lo que pasó y en el momento que pasó”.

Un país sin recursos

En Brasil, nación de la canarinha y que más mundiales de fútbol ha cosechado, el desempleo está al alza (con los datos más elevados desde 2012) y la tasa de pobreza se expande a una cuarta parte de su población (un 23,7% en 2021 frente al 16% de 2014). A ojos de Viviane Carneiro, que trabaja como asistenta del hogar en la ciudad, “los políticos brasileños solo quieren brasileños burros”.

Al igual que Felipe se vino a vivir a Vigo “por seguridad”, reconoce, denunciando que la delincuencia está a la orden del día en un país donde las armas proliferan con el discurso de la derecha: con la llegada al poder de Bolsonaro, en enero de 2019, el arsenal de los brasileños se ha triplicado y ya supera el millón de armas. Algunas son pequeñas pistolas; otras, fusiles de gran potencia de fuego. Mostrándose defraudada con la democracia de la tierra que la vio nacer, señala que “las condiciones son pésimas para vivir”. “Son todos malísimos, demasiado malos”, dice sobre los representantes institucionales, y comparando España con Brasil resalta que “aquí aun algo se hace”. Al otro lado del charco “lo poco que hacen se tuerce y acaba peor de lo que estaba antes”, subraya, indicando que “en las calles pueden verse niños, ya no personas adultas, que no tienen para comer ni para beber”. “Allí no tenemos para absolutamente nada”, manifiesta.

De la misma opinión es Fernando Machado. Admitiendo que la situación es bastante complicada y que los familiares y amigos que conserva en Brasil le comentan que todos los productos están carísimos a causa de la inflación, hace hincapié en que gane uno u otro “todo seguirá igual”.

Los comicios del todo vale

Leonardo Leite, que lleva 17 años en la urbe olívica y trabaja como sanitario, deposita su confianza en un candidato: se decanta, como su primer compatriota, por Bolsonaro. Reflejo de la tensa polarización que vive Brasil, denuncia que “Sudamérica está siendo atacada por el populismo disfrazado de comunismo”. “Estamos a punto de tener un golpe de estado dependiendo de lo que pase el domingo”, deja caer, en referencia a que el voto será totalmente digital y al discurso que llega desde la derecha en relación a el supuesto fraude electoral que estaría gestando la izquierda. Unas declaraciones que se han fortalecido conforme Lula ha ido ganando terreno en las encuestas que ahora lo posicionan favorito con el 48% de los votos frente al 31% de su principal adversario.

“Podemos tener un golpe de estado en función de lo que pase el domingo”

Leonardo Leite

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Teniendo en cuenta que hay cinco veces más personas con armas que hace cuatro años y quedando patente el miedo que tienen tres de cada cuatro brasileños a sufrir un ataque por motivos políticos en las fechas previas a la votación, los asesinatos de simpatizantes progresistas están a la orden del día, habiendo saltado a la prensa algunos homicidios que dan fe de la gran violencia que se arraiga a unos comicios en los que todo parece valer. Recordando nuevamente los antecedentes delictivos de Lula, Leonardo es crítico y resalta que “el Gobierno de Bolsonaro no es perfecto pero tiene unos valores que muchas familias prefieren”. “Creo que intentará mantenerlos”, añade, apuntando que “en la pandemia hubo muchos fallos”.

Leonardo Leite sostiene una bandera de su país en Lavadores ALBA VILLAR

Igual que él se pronuncia Greicy Bernardo, de Moda Brasil, quien cree que el líder de la derecha es “la mejor opción”. “Es lo más coherente y sus propuestas son más razonables”. Denunciando el caos que reina en la nación que dejó hace siete años, la compara con España y sale perdiendo: “Vigo es una ciudad segura y tranquila, con una educación y sanidad muy buena. Hablar de Vigo es sencillo porque aquí todo está bien”.

Cabe recordar que el país que toma como capital a Brasilia –el sexto territorio más grande después de Rusia, la Antártica, Canadá, Estados Unidos y China– murieron por COVID-19 casi 700.000 personas desde marzo de 2020 hasta este mes de septiembre, según los últimos datos de la Universidad Johns Hopkins. Ante la inacción de un Ejecutivo que priorizó la actividad económica frente a la salud sin apaciguar su sed de negacionismo, el virus aprovechó el desconcierto inicial que causó con su llegada y la posterior política antivacunas para llevarse mayoritariamente a las personas que más complicado tenían acceder al sistema sanitario.

“Lula es una buena opción y es el único que ha promovido iniciativas sociales”

Tiago Baldasso

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Al parecer de Tiago Baldasso, otro de los brasileños que vive en Vigo consultados por FARO, la solución no pasa ni de lejos por Bolsonaro, y sería Lula quien debe ganar. “Lula es una buena opción y es el único que ha incentivado diferentes programas sociales para ayudar a la población de baja renta”, afirma, defendiendo que “no fue comprobado que él fuese un corrupto” en relación a su posterior liberación.

Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) en Vigo hay 2.920 brasileños, de los cuales la mayoría (1.780) son mujeres. Dicha nacionalidad –en ascenso durante los últimos cinco años al sumar más de 500 habitantes adicionales– es la tercera extranjera que más presencia tiene en la ciudad olívica, solo por detrás de la venezolana y la portuguesa. No cabe duda de que las elecciones de este domingo se seguirán de cerca desde la urbe. Un proceso democrático que unirá a Brasil para votar por unos candidatos que no pueden ser más contrarios pese a ofrecer lo mejor para su nación. 

Jair Bolsonaro y Lula da Silva

Dos caras y una moneda

Llama la atención cómo América Latina difiere cada vez más de Europa a nivel político. Hechos tan recientes como la toma de poder del nuevo presidente de Colombia, Gustavo Petro, el pasado mes de agosto, o más inmediatos como la victoria de Giorgia Meloni en las elecciones italianas, prueban que una región corre hacia la izquierda mientras la otra se arrincona en la derecha: en extremos tan alejados como incomparables. Es el mismo auge de dos tendencias completamente diferentes que causan furor, contagiándose con la misma virulencia que la COVID-19 a escala regional. Dos caras de la misma moneda, en muchos casos acuñada sobre el populismo.

Mientras el territorio latinoamericano ha ido engrosando su lista de mandatarios revolucionarios –como así se han venido reconociendo Andrés Manuel López Obrador para México, Alberto Fernández para Argentina o Pedro Castillo para Perú, sin olvidarnos de Cuba o Venezuela– en Occidente han ido abriéndose paso Mateusz Morawiecki (Polonia) o Víktor Orbán (Hungría), que ya gobiernan en sus países mientras en otros calan más su discursos: como los de Marine Le Pen (Francia) o Santiago Abascal (España). La pugna entre Bolsonaro y Lula es quizá la versión más radical de ese choque de corrientes, pero encajonando esa diferencia intercontinental en un vasto país. Sin moderación, con un centro tan apagado como Ciudadanos en España, estos comicios decidirán radicalmente de qué lado se inclina la balanza para Brasil. Si cambia, adaptándose a la tendencia latina o si repite, acercándose de nuevo a la tónica europea.

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