Agosto es un mes señalado para los vigueses y viguesas católicos. Si la semana pasada se colpasaba la ciudad por la celebración del Santísimo Cristo de la Victoria, ayer le tocó el turno a la patrona de la ciudad: la Virgen de la Asunción. La jornada comenzó para los más acérrimos seguidores con sendas misas a las 11.00 y a las 12.00 horas que abarrotaron las bancadas la Concatedral-Basílica de Santa María en el Casco Vello.

Pero, sin duda, el plato fuerte llegó a partir de las 20.00 horas cuando varios cientos de personas acompañaron en procesión a la Virgen por las calles del viejo barrio. Si bien la devoción del Santísimo Cristo de la Victoria y la de San Roque son las más multitudinarias por su raigambre en la tradición local, desde la Colexiata nunca pasan por alto esta celebración y tampoco la oportunidad de reivindicarla, aunque sea de forma austera, como la patrona,ciertamente olvidada de la ciudad.

Existe bastante consenso entre historiadores en que fue a lo largo del siglo XVII cuando la ciudad comenzó a festejar con fervor esta manifestación religiosa en nombre de la Virgen de la Asunción. Casi al igual que ahora, pero quizás con más repercusión, los vigueses de entonces recorrían las calles de la villa muralla adentro.

Sin embargo, a comienzos del siglo XIX, comenzó una suerte de institucionalización de la celebración del Cristo de la Victoria. Año a año, el Cristo fue empañando el protagonismo de la Virgen y, de facto, la ciudad aumentó su devoción hacia él y también hacia San Roque. De hecho, hoy en día, ambas procesiones son, en número, mucho más grandes que la de la patrona de la ciudad.