Hay que remontarse al 2003 para encontrar registros de temperaturas extremas en el mes de junio como el que se ha experimentado en Vigo en esta última ola de calor. Fue un 19 de junio cuando la ciudad olívica casi rozaba los 40 grados. Un día puntual que no es comparable a la situación actual en la que, cada verano, la estación estival se adelanta, concentrándose en olas periódicas cuya concentración de días de calor extremo es mayor.

“Es una tendencia que viene produciéndose en las últimas décadas. De no mitigarse las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera, las temperaturas subirán entre tres o cuatro grados con respecto a hoy a partir del 2031 hasta el 2060, según los pronósticos”, explica Juan Taboada, coordinador de MeteoGalicia.

De las consecuencias que produce el cambio climático se viene hablando desde hace décadas pero es ahora cuando comienzan a ser plausibles en la afectación del aumento de las temperaturas, no solo en el día a día, sino también en el descenso de los embalses y en las cosechas. “Estamos en un contexto de cambio climático. Los seres humanos hemos modificado la composición de la atmósfera y como consecuencia nos enfrentamos al aumento de las temperaturas. Ahora estamos viendo sus efectos. No solo va a continuar sino que va agudizarse si no frenamos las emisiones”, añade.

La situación meteorológica que estamos padeciendo, no solo Galicia, sino también en el resto de España, es “anómala” para la época del año en la que estamos. “En el caso de Vigo, la temperatura media en la que deberíamos movernos en el mes de junio es de 24 grados de máxima y 14 de mínima. Deberíamos echar en falta la llegada del verano. Sin embargo, lo que estamos observando son picos de calor extremo (por encima de los 30 grados) durante días consecutivos con episodios lluviosos en la época estival, que son normales, pero con mucha concentración de precipitaciones. Las estaciones se están desordenando y desdibujando. Estamos ante una nueva normalidad climática. Este año esperamos alguna borrasca en julio y agosto”, subraya.

Prever cómo se comportarán las precipitaciones en el futuro resulta mucho más complicado, ya que es un proceso de microfísica. En todo caso, los modelos no aprecian un cambio significativo en la cantidad de lluvia que caerá anualmente. Ni siquiera en el peor de los escenarios aumentaría demasiado. Si no se realizan avances en materia de mitigación, a finales de siglo únicamente llovería algo más de 200 litros más por metro cuadrado al año. Una cifra discreta para un clima tan húmedo. En el escenario más sostenible, la media anual se reduciría un poco, porque entrarían en juego otros factores, como la variabilidad natural.

Pronóstico

Durante este verano, el interior de la comunidad sufrirá de día un poco más que las zonas costeras debido a que el mar suaviza las temperaturas. Sin embargo, las noches serán tropicales en las Rías Baixas y las jornadas más cálidas “ya que los días en esta época son más largos y calurosos y el enfriamiento nocturno no llega a producirse como debiera. También porque las temperaturas mínimas son muy altas”.

Ante este escenario se hace urgente actuar de inmediato mediante políticas más contundentes que mitiguen los gases de efecto invernadero para que dentro de tres décadas poder rebajar estos índices. “Aunque cortásemos ahora todas las emisiones llevaría años notar sus efectos. Actuando ahora podremos mitigar el aumento en uno o dos grados”, concluye.