Tras cumplir más de tres décadas en la música y regresar después catorce conciertos en EE UU y 21 en Latinoamérica, Mägo de Oz retoma una gira por España donde los grandes protagonistas serán, irónicamente, las pequeñas salas; aquellas que lo vieron convertirse en el grupo de rock celta referente de varias generaciones y a las que ahora rinden homenaje. En el caso de Vigo, el concierto tendrá lugar esta noche en el Auditorio Mar de Vigo, a las 21.30 horas, donde presentará además su nuevo disco “Bandera Negra”, junto a Los Motores como artista invitado.

–Con un bagaje como el suyo, qué será lo que ofrezcan en este concierto, con esta vuelta a los escenarios más íntimos y más próximos.

–Esto es precisamente de lo que teníamos ganas, de volver a tocar en salas para sentir la cercanía con el público y la acogida está siendo muy buena, en Pamplona agotamos las entradas, en Sevilla también y ahora en Vigo quedan las últimas. Nos gustan estos recintos porque no tienen esa parafernalia pero sí tienen su encanto. Nos escudamos mucho en grandes escenografías y al final el propio grupo tiene que ser la esencia del show; una banda tiene que ser ella misma la que llene el escenario.

–Hacía referencia a estas pequeñas salas o locales de conciertos alejadas de los grandes estadios, realmente son las que más han sufrido en la pandemia, pero sin ellas muchas bandas incluida Mägo de Oz no sería la que es, ni llegaría a donde ha llegado.

–Tal cual, sobre todo en cuanto a bandas de rock, porque en nuestro país no hay muchas más. El rock sigue siendo ese hijo maldito que escondes en el sótano cuando viene gente a casa. Aquí suele gustar más todo lo que tenga cierto acentillo flamenco. Nosotros hemos salido de salas así, con 300 o 400 personas, y sin eso hubiera sido imposible; es lo que nos hizo sentir la música, hacer carretera con la banda... Los grupos que solo han pasado por grandes escenarios son productos igual de respetables pero diferentes, de consumo rápido y también desaparecen rápido. Realmente es como un homenaje a estas pequeñas salas de conciertos.

–Haciendo referencia a la pandemia también y a la tendencia de lo virtual, lo digital, el streaming... ¿Podría seguir Mägo de Oz sin estos directos?

–Para mí solo hay dos tipos de música, la que te gusta y la que no te gusta; es como definir un beso, están los cariñosos, los de la mafia, que ya son otro nivel y con la música pues pasa lo mismo, es imposible no hacer directos, es su hábitat natural. Por ejemplo, los discos son cartas de presentación pero donde ganas al público es en el directo, y para mí un concierto virtual no es un directo, por eso no los hemos hecho. Creo que cuando una banda sale a un concierto debe salir al 100%, lo otro es muy frío, desprende una sensación que no tiene nada que ver.

–Muchos crecimos con sus canciones sonando en el coche de nuestros padres, y tiempo después, siguen en primera línea. ¿Cómo se logra conectar con varias generaciones?

–Si lo supiera montaría una franquicia. En el arte todo es subjetivo. Hay bandas muy buenas que no han sido capaces de encajar. En nuestro caso, cuando empezamos, la música celta fuera de Asturias o Galicia no tenía mucho recorrido. En Madrid destacó por ejemplo Celtas Cortos y otros grupos más rockeros de música alta. Mägo de Oz es para todas las edades y también un grupo comercial, que tiene connotación negativa, pero para mí ser comercial es gustar al público. Somos esa puerta amable en la que introducirse al heavy metal. Además, siempre abogamos por unas letras muy poéticas, intentando mantener la literatura. Gustamos a muchos rangos de edad y de gustos. Desde el sector más purista del heavy metal nos han criticado, pero nosotros no pedimos el carné de rockero a la entrada. Nos escuchan sin saber que están escuchando heavy metal, somos como el caballo de Troya del rock.