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Mira Vigo

El discreto encanto de Vítor

Fernando Franco

Ordenando mi biblioteca cayeron en mis manos dos libros de los muchos publicados por Vítor Vaqueiro. “Galicia máxica” es uno, pobladas sus páginas de castros y tesoros, encantamientos y meigas, dolencias y ánimas, santos y demonios que retozan en el mundo de la magia y leyenda. El otro libro es “Mitoloxía de Galiza”, habitado también por meigas, mouros, mujeres, guerreros y animales fabulosos, sirenas y piedras maravillosas. Vaqueiro es un licenciado en Químicas que fue profesor de Matemáticas pero su alma siempre estuvo poblada por el mundo de las letras, la poesía, el arte, la fotografía, materia esta última que le llevó por la dirección del Archivo Pacheco (nadie sabe más que él de Pacheco), la cofundación del Centro de Estudos Fotográficos de Vigo o por las clases en la Facultad de Comunicación en Santiago. Amante de la discreción, sé que anda volcado en alguna investigación, sabe Dios cuál.

La música que sale del Aloia

Discreto en su vida es también Tomás Camacho, el que fue director del Conservatorio de Música de Vigo y antes del de Ourense, catedrático de Guitarra, más o menos de la misma edad que Vítor Vaqueiro. Me acaba de llegar, desde su faceta de compositor, un canto de cuna que compuso estos días y tituló Luzecú, dedicado a la hija de un exalumno. Ahora mismo estoy oyendo la última pieza. Camacho ofreció conciertos en Europa y Asia: Londres, París, Bonn, Munich, Seúl, Tokio... Sin embargo, yo creo que goza especialmente con su vida y lugar de creación y estudio a los pies del monte Aloia de Tui, ahí por la Serra do Galiñeiro, entre cipreses, abetos y cedros del Líbano. Allí tiene su casa, no muy lejos del taller de gaitas del maestro Antón Corral ni de la sala de arte Trisquel e Medulio que regenta Manolo Martínez. , abuelo de Raquel Areal Martínez, violinista que acaba de entrar con 22 años en la Orquesta Nacional. Ni muy lejos de la finca Lavandeira en que Julián González Areal cultiva su preciado y premiado vino Canónigo Areal y en cuya bodeguita conocí yo entre otros elegidos los placeres de la carne... y del buen vino.

La Viguesa en Peñaranda

Pasé el otro día por Peñaranda de Bracamonte y, cerca de la estación del tren, se leía sobre una torre: La Viguesa. Fue una antigua fábrica viguesa fundada por un Cruces y comprada después por los Valcarce de la Panificadora viguesa. ¡Qué historia la de la fábrica de harinas La Viguesa, que enviaba sus camiones de harina a Vigo por Portugal, y qué belleza arquitectónica que a mí me recordó, en pequeño, las líneas de nuestra Panificadora! La Viguesa sufrió en 1939 la explosión de un polvorín. Hace dos años que se procedió al derrumbamiento de una parte de ella, aunque parece que se va a conservar otra.

Los voluntarios del juguete. Estos que veis, en pose de familia para FARO, son voluntarios de la campaña Cada Niño un Juguete capitaneada por Carlos Leiro desde la asociación Stop. El pasado sábado se reunieron para celebrar un merecido descanso con gastronómico regocijo, tras tantos días de esfuerzo, en el restaurante Ondas de Canido. Un esfuerzo que consiguió la cifra récord de todos los años anteriores, más de 15.000 juguetes entregados.

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