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Un teléfono para combatir la soledad en pandemia

Cecilia Luna y Nancy Santeiro, frente a la sede de Cruz Roja en la ciudad Pablo Hernández

La pandemia conectó con fuerza los caminos de Nancy Santeiro, voluntaria de Cruz Roja, y Cecilia Luna, mujer de 81 años. Se telefonean desde el inicio de esta coyuntura sanitaria marcada por el virus: la acción forma parte del programa de acompañamiento desarrollado por colaboradores de la entidad para asistir a los mayores y ofrecerles un soporte emocional, además de consejos sobre la vacunación, pautas para evitar sentimientos de tristeza o soledad, información sobre el COVID-19 y un seguimiento de su estado. Han creado un vínculo de por vida que gana músculo con el paso de los meses.

“Es estupenda, maravillosa. Tiene un sentimiento increíble”, confiesa Cecilia sobre Nancy, que también le regala palabras bonitas: “Es muy especial, me aporta muchísimo”. La relajación de las restricciones permitió que se conociesen en persona hace unas semanas, eso sí, con mascarilla. Esta semana, citadas por FARO para ser fotografiadas, se volvieron a ver: esta vez, sin el cubrebocas. “Es muy linda”, dice Cecilia, que le agradece el tiempo que pasa con ella al teléfono, al menos, una vez a la semana: en el confinamiento, en ocasiones, casi una hora; en estos momentos, unos 30 minutos. “Es muy halagador que te llamen personas desconocidas y te den tanto cariño e incluso te hagan reír”, añade.

Cecilia reconoce que la ayuda de Nancy durante el encierro domiciliario del año pasado fue “increíble”. “Qué tristeza recordar aquel momento. Vivía con mi hija, pero ella pasaba casi todo el día fuera de casa, en su trabajo. Sus llamadas, tanto las de Nancy como las del resto de compañeros de Cruz Roja, me ayudaron a salir del agujero oscuro en el que te metes a raíz de la soledad. Me hicieron una gran compañía”, dice antes de citar algunas anécdotas al teléfono: “Un día, un voluntario llamado Javier me dijo que me inventara un cuento y se lo contara. Creé uno protagonizado por dos hormiguitas pequeñas, su mamá y su papá. Una de ellas se perdía, pero, finalmente, se reencontraban. Hubo final feliz. Me sorprendió haber sido capaz de hacerlo, él me felicitó”.

Nancy Santeiro y Cecilia Luna Pablo Hernández

Ya vacunada contra el COVID-19, reconoce que le gustaría que el contacto con Nancy fuera, además de telefónico, presencial. “Me sentiría todavía más acompañada. Le tengo mucho miedo a estar sola, a estar conmigo misma”, explica, a la vez que asegura que los voluntarios de Cruz Roja han sido ángeles para ella no solo durante el confinamiento y actualmente, sino también cuando se instaló en España después de pasar toda su vida en Venezuela. “Fue hace casi tres años. Meses después de llegar con mi hija, me apunté a actividades. Gracias a ellos, me adapté mejor a Vigo”, señala. La ciudad le parece “un jardín” por la cantidad de flores y plantas que le dan color. “Todo está bien ubicado y hay organización, orden y limpieza. No pienso volver a mi país porque, a mi edad, no lo volveré a ver como se merece. Espero que mis nietos sí lo consigan”, destaca.

Una “dosis de realidad”

Nancy empezó a realizar labores de voluntariado en Cruz Roja en marzo de 2020, poco después de decretarse el estado de alarma. La primera vez que vio a Cecilia en persona se echó a llorar. Y es que, a través de las llamadas, han logrado conectar de una forma muy intensa. “Decidí apuntarme al programa de acompañamiento porque veía que mis padres, que no viven cerca de mí, lo estaban pasando mal por el COVID, y eso que estaban los dos juntos. No me imaginaba cómo lo estarían los mayores solos”, anota.

"Fue una dosis de realidad conocer la historia de Cecilia: la vida puede dar un giro en cualquier momento"

Nancy Santeiro - Voluntaria de Cruz Roja

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Asegura que las conversaciones eran muy enriquecedoras para ella. “Me sentía bien porque ayudaba a gente que lo necesitaba y me ayudaban a desconectar, aunque, por momentos, se me hacía complicado compaginar la actividad con mi rutina porque tengo una niña pequeña. La apoyé en una época en la que estaba baja de ánimo. Para mí, fue una dosis de realidad conocer la historia de Cecilia: me di cuenta de que la vida puede dar un giro en cualquier momento. Se vino de su país con casi 80 años. Es admirable la capacidad de adaptación que puede tener una persona”, asevera.

Casi año y medio después de conocerse, ambas reconocen la importancia de iniciativas como esta de Cruz Roja, que, además de servir de apoyo emocional, permiten reconocer las necesidades de los mayores. En verano, la entidad prepara actividades grupales al aire libre sobre fotografía digital, paseos saludables, gimnasia o mente en forma.

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