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El dolor real de la parte del cuerpo que ya no existe

Anestesistas de la unidad del dolor de Povisaoperan a un paciente. Alba Villar

Un corte, una quemadura, una fractura, una simple caída. A veces una herida sencilla comienza a provocar un dolor intenso que se extiende a ambas extremidades y que no cesa con el paso del tiempo sino que, por el contrario, aumenta desproporcionadamente. El síndrome del dolor complejo es un tipo de dolor crónico que se puede desencadenar a partir de alguno de estos sucesos pero también puede surgir de repente, sin ninguna causa clara. Una de las tipologías más duras de este tipo de patología es el conocido como el síndrome del miembro fantasma, es decir, aquel en el que al paciente se le amputó una parte de su cuerpo pero sigue teniendo la sensación de tenerla y sufre un dolor terrible. Y es un dolor real debido al neuroma, es decir, la regeneración descontrolada e ineficaz del tejido nervioso en una zona que deriva en una especie de “callo” en la parte amputada. Y es que cerebro interpreta que el miembro ya amputado sigue doliendo.

Este tipo de pacientes son habituales en la unidad de dolor de Povisa, que nació ya en los años noventa y que está formada por un equipo de siete anestesistas y una enfermera, con el doctor Jorge Sobrino al frente. “Lo ideal es que estos pacientes lleguen a nuestra unidad tras la amputación, pero habitualmente pasan por diversos especialistas primero y cuando nos llegan ya tienen una larga evolución y necesitamos llevar a cabo procesos muy intervencionistas”, explica Jorge Sobrino. Hay que señalar que las personas que pierden un miembro y les sigue doliendo sufren “un dolor real” y que, unidos a la mala experiencia sufrida (un accidente, una infección que derivó en la amputación…) puede provocar también depresión. Se llega por tanto a una situación que “combina el problema físico con el anímico”, afirma el jefe de servicio la unidad de dolor de Povisa.

Todo ello forma finalmente un cóctel demoledor: la mayoría tiene que dejar de trabajar, terminan despidiéndoles, y se encuentran con la incomprensión de todos, ya que se trata de un dolor que no se puede demostrar, no hay ninguna prueba específica que lo pueda medir. La enfermedad interfiere en las actividades diarias de la persona, el humor y en sus relaciones sociales. “Estas circunstancias hacen que sea habitual que la mayoría desarrolle al tiempo un síndrome ansioso depresivo que dificulta aún más el proceso de recuperación”, explica Sobrino.

Aunque hay ocasiones en las que simplemente con quemar el neuroma el dolor podría remitir, el tratamiento más eficaz en estos casos es poner un electrodo en la médula e intentar disimular las señales que llegan al cerebro, bloqueando la transmisión del dolor. Se trata de un dispositivo que cuenta con un estimulador y una pila con marcapasos, y su precio medio suele rondar los 15.000 euros, a los que hay que sumar los costes de quirófano. No obstante, hay que señalar que la unidad de dolor se dirige a pacientes tanto de la sanidad privada como de la pública, por lo que cualquiera que lo necesite podría acceder a estas técnicas. Es más, Povisa ya ha contactado con centros de salud del área sanitaria de Vigo para que si perciben que un paciente tiene un dolor no solo relacionado con el síndrome del miembro amputado, sino cualquiera que aparentemente no tiene una causa concreta, se ponga en contacto con esta unidad, que se compromete a atenderlo en un plazo máximo de 72 horas.

Hay que decir además que este tipo de dolores en miembros amputados pueden producirse en cualquier parte del cuerpo que haya tenido que ser seccionada quirúrgicamente: manos, brazos, piernas, pies... Es decir, no se reducen a una zona corporal concreta.

Los tratamientos en esta unidad por tanto van mucho más allá de los analgésicos convencionales y la morfina, ya que “en ambos la respuesta es muy pobre” porque el dolor está en una fase ya demasiado avanzada. Otras técnicas que se aplican es el bloqueo regional del nervio o ganglio simpático mediante infiltraciones anestésicas “aunque si la dolencia está en una fase avanzada no se produce mejora”, apuntan los expertos. Tampoco es aconsejable la rehabilitación porque genera más dolor en el paciente.

Pacientes oncológicos, con cirugías de espalda...

Además de enfermos con el síndrome del miembro fantasma, en la unidad de dolor de Povisa reciben a pacientes de todo tipo, los cuales han visitado previamente ya a varios especialistas y los tratamientos tradicionales ya no funcionan. Por ejemplo, personas que están pasando por un cáncer y que están sufriendo dolores insoportables, y otros que se han operado la espalda y a los que la cirugía ha dejado secuelas que no logran superar. Los tratamientos que utilizan en la unidad del dolor de Povisa pueden durar seis meses o un año. “Todo depende de cada caso. Hay que ir subiendo escaleras poco a poco hasta conseguir eliminar el dolor”, afirma el anestesista Jorge Sobrino. A la unidad llegan pacientes de todas las edades.

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