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Un trago de 40 años a la memoria de las Bodegas Bandeira

José Fernández Vidal posa con la botella delante del edificio que fuera sede de la bodega. / P.P.

Con el paso de los años, los hogares se llenan de objetos que describen las vidas de sus moradores. En ocasiones, esas piezas cotidianas ganan valor y acaban revelándose como auténticos tesoros. Son reliquias de otros tiempos, otras modas, otras costumbres…

Dos vecinos de Vigo, José Fernández Vidal y Angelita Lois Faria, han custodiado un pedazo de historia de la ciudad en el salón de su casa, situada en el barrio de Casablanca. Su mueble bar conserva intacta una botella de la fue la mayor y más famosa bodega de la urbe olívica: la de Antonio Bandeira, en O Calvario, que cerró a principios de los 80

“Creo que fue un regalo o puede que nos llegara como detalle de cortesía por Navidad”, relata José Férnandez Vidal. El dueño de este “Bandeira” de más de 40 años confiesa que no es devoto de este tipo de vinos, por lo que sospecha que acabó en su casa como parte de alguna cesta navideña. Por entonces, él regentaba una mueblería y trataba con multitud de clientes y representantes, así como con el Banco de Galicia. “Había años en que no compraba nada para las fiestas”, recuerda con una sonrisa.    

En perfecto estado

La botella, de 70 cl, se muestra en perfecto estado. La etiqueta ha superado la cuarentena sin demasiado desgaste y, pese a que en ella no aparece el año, en el fondo del recipiente aparece grabado un 79. “Se trataría de una de las últimas de la bodega”, explica Juan Antonio Marcote, propietario ya jubilado de la centenaria vinoteca Arjeriz.

Pero este “Bandeira” que pasa de la cuarentena no se trata del emblemático oporto de la histórica bodega viguesa, sino de una variedad. “El White Dry es un vino seco blanco, estilo Tío Pepe o manzanilla, para tomar como el vermú, con el aperitivo”, describe Marcote.

Detalle de la botella. / P. P.

Más valor sentimental que real  

José y Angelita no descorcharon la botella en estas cuatro décadas. Este tipo de vinos no son de su gusto, por lo que nunca llegaron a abrirlo. “Posiblemente esté estropeado porque los vinos oporto con añada (de calidad superior) sí aguantan el paso de los años, pero este es un seco blanco”, advierte Marcote. 

El propietario de Arjeriz anima al matrimonio a comprobar el estado del “Bandeira”. La botella es oscura, por lo que es imposible vislumbrar el líquido ni siquiera al trasluz. Aunque el aspecto exterior es impecable, cuarenta años en el mueble bar no presagian un buen brindis. “Es una lotería: puede darte la sorpresa y salir muy bueno, o al revés y arruinarte el aperitivo. Tampoco valdría para cocinar porque echaría a perder los alimentos”, incide el veterano experto.

Sus propietarios han decidido mantenerla tal y como está. “Hasta ahora, al tener dudas sobre si el vino estaría en buen estado, lo mantuvimos cerrado. Me gusta que las botellas del mueble bar luzcan cuidadas y ordenadas. Más por el valor sentimental que por otro motivo. Muchas fueron regalos”, describe Angelita Lois Faria.

¿La última botella de las Bodegas Bandeira?

Apenas quedan oportos de la bodega viguesa en circulación. Cuando echó el cierre, a principios de los años 80, la empresa catalana Bardinet compró la marca a la familia Bandeira, por lo que hoy en día es posible encontrar a la venta un vino de licor con el mismo nombre.

Pero de los “Bandeiras” vigueses apenas queda rastro. Muy de vez en cuando aparece un particular por el mostrador de Arjeriz con alguna. “Gente que ordenó o limpió trasteros, garajes… o hizo mudanza y encontró un ‘Bandeira”. Mi hijo descubrió una en casa de su suegro hace poco”, relata Marcote. 

Estas reliquias de la historia de Vigo carecen de valor en el mercado más allá del que esté dispuesto a pagar algún coleccionista. Una búsqueda en internet arroja un puñado de resultados, con precios que oscilan entre menos de 10 euros y hasta 60.

“Los vinos de las Bodegas Bandeira tenían un precio asequible”, recuerda el experto sobre la época en que las instalaciones de O Calvario estaban a pleno rendimiento. Una imagen que también conservan José y Angelita, que destacan lo inmenso del almacén para la época y la intensa actividad que registraba a diario. “Por ellas se conocía a las ciudad en muchos lugares, eran un emblema de Vigo”, resume José Fernández Vidal. 

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