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Más de cien años tras el mostrador

Más de cien años tras el mostrador

Generaciones y generaciones de vigueses, cuando paseaban por la calle o salían a comprar, han percibido cómo hay locales y negocios que prácticamente permanecen inalterables al paso del tiempo. De esos en la ciudad hay unos cuantos, incluso con más de cien años de antigüedad. Han logrado sobrevivir a épocas de penurias como la posguerra, la dictadura o las contundentes crisis económicas de los años noventa y la que tuvo lugar este mismo siglo. Y ahora están aguantando estoicamente la que seguramente sea la peor de ellas: la del COVID, que ha provocado una caída considerable en los ingresos de todos ellos y que en muchos casos se mantienen abiertos para cubrir gastos, pero que están peleando para no tener que cerrar sus puertas,.

Uno de los establecimientos más antiguos es la Carnicería Cambeiro, fundada en 1902 y que sigue activa en el mercado de Bouzas. “Mi abuelo empezó con la carnicería en el mercado de la ribera vendiendo cordero y casquería; después se fue al Mercado de Bouzas cuando abrió, fue el primer carnicero”, explica Pilar Cambeiro antes de poner a su padre y abuelo -ambos del mismo gremio- como modelos de dedicación y entrega profesional: “Iban a la feria de A Cañiza andando y con un caballo para llevar la mercancía”, relata Pilar Cambeiro, que junto a sus dos hermanos siguen al frente de esta histórica carnicería. Ahora, especialmente tras el cierre de los bares y la hostelería, que eran sus clientes más habituales, consiguen mantenerse a flote. “Mientras vaya dando para gastos y para comer, aquí estaremos. Lo que estamos notando es que ahora la gente ha perdido poder adquisitivo y compra los productos más baratos”, explica esta comerciante.

“Esta farmacia lleva aquí desde al menos 1870”

Pablo Díaz - Farmacia díaz

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Pablo Díaz - Farmacia díaz

Otro de los establecimientos históricos de Vigo se ubica en el entorno de As Travesas. Se trata de la farmacia Díaz, en Avenida Castrelos, y cuyos orígenes se remontan a finales del siglo XIX. Su actual propietario es Pablo Díaz, cuyo abuelo compró la botica hace varias décadas. “Esta farmacia lleva aquí al menos desde 1870. Antes había incluso un edificio al lado que ahora ya ni siquiera existe”, recuerda Díaz. Ahora, como no podía ser de otra forma, se enfrentan a “importantes cambios en el comportamiento de la zona, que ha perdido gran movimiento por culpa de la pandemia”. “Los domingos por la tarde por ejemplo parecen días de verano en los que no hay nadie por aquí porque todos están en la playa. No recuerdo vivir jamás una situación como esta”, manifiesta el farmacéutico.

“Con el cierre de los bares vendemos más vinos”

Familia Marcote Arjeriz

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Familia Marcote Arjeriz

¿Y quién no conoce el famoso ultramarinos Arjeriz, ubicado en la calle Carral? Aunque con el paso de los años se ha orientado de tienda de alimentación a la venta de vinos y diferentes bebidas alcohólicas, es una auténtica institución en el corazón de la ciudad. El local comenzó como mantequería en 1920, cuando era propiedad de Larsa, compañía que vendía en este establecimiento sus quesos y leches. Posteriormente se hizo cargo del local Juan Antonio Marcote, que era previamente empleado, y ahora son sus dos hijos, Marcos y Martín, los que están al frente. “Seguimos tirando hacia adelante. Aunque por ejemplo ahora queríamos hacer una reforma y como no sabemos lo que va a pasar lo tenemos todo parado. No hubo una época tan dura como esta, pero al estar los locales hosteleros cerrados, estamos dando más salida al vino y sobre todo a botellas de vermut”, explica Marcos.

Más de cien años tras el mostrador

En Príncipe, por su parte, sobrevive otro negocio histórico. Se trata de la joyería Ramón Fernández, que lleva 111 años abierta. Las bisnietas del fundador, Verónica y Macarena Cuíñas, están ahora al frente del establecimiento, que debido a las restricciones actuales tiene que cerrar a las 18.00 horas.

“Mientras nos de para comer, aquí seguiremos”

Mari Carmen y Rafael Cambeiro - Carnicería Cambeiro

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Mari Carmen y Rafael Cambeiro - Carnicería Cambeiro

“Por suerte tenemos un taller propio donde hacemos encargos y arreglos para transformar y personalizar joyas. Es lo que más estamos haciendo ahora mismo, en un momento tan complicado por la pandemia. Pero seguiremos luchando por salir a flote. Cuando tuvimos que cerrar por el confinamiento hace un año fue muy duro, pero ahora, aún con horario reducido, conseguimos sobrevivir”, explica Verónica.

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