Llovía a cántaros aquella medianoche, tronaba, relampagueaba y, apagada la luna, solo los faros del coche iluminaban aquellas corredoiras en que por confusión nos habíamos metido, monte arriba por As Neves. Subíamos hacia la Virgen de la Luz en dirección al hotel Nande, pasando ante las casas del ginecólogo Pepe Álvarez, los Pino, los Portela, los Estévez, los Caramés... Veníamos de una comida prolongada hasta la cena en la finca da Tapia de Meder, casa medio pacega de Benito Pereira do Monte y Samanta Buendía, decidimos dormir en la cercanía. No acabábamos de encontrar la carretera de Rubiós donde está el Nande, junto a las bodegas de Señorío de Rubiós. Mi acompañante, rubia y castellana, empezó sentir pánico, la lluvia golpeando bravía contra los cristales, perdidos por viejos caminos que parecían estrecharse entre sombras relampagueantes y conducir a ningún lado, y a temer de que surgieranlos farollilos de una Santa Compaña. “¡Que no, mujer, que esa es una invención nuestra, una leyenda galaica!”, le decía yo mientras me pedía que pusiera los seguros y yo pensaba en la belleza tronante de esa noche gallega.
En el Nande, refugiados
¡Por fin! Debió ser la Virgen de la Luz quien nos señaló el camino y, oídas ya las campanadas de la medianoche, entramos en ese hotel de 12 habitaciones directamente vinculado a las bodegas Señorío de Rubiós y concebido como un espacio de enoturismo de altura, para reforzar las sinergías del mundo del vino con la cultura y con el turismo. Frutas de la zona en una habitación de singular diseño y, cerca del gran yacuzzi, una botella del espumoso brut de la bodega, color verde amarillento aguado pálido con burbujas exuberantes. Por la mañana desayunamos con Antonio Méndez, promotor de este complejo respaldado por los socios bodegueros, un tipo jovial y luchador que viajó por mucho mundo para informarse, contrastar y lograr este entramado hostelero en medio de la naturaleza, con quien yo ya había coincidido en comidas en Casa Calviño y O Frenazo. A media mañana, ya estábamos en Vigo tras una inolvidable experiencia hostelera a precio muy ajustado.
Xil o rei das bicicletas
Hay poesía en la mirada a la naturaleza de As Neves, pero la de Eugenio Gil, Xil o rei das bicicletas, se escribe sobre papel, a mano y con bolígrafo Bic. No parece muy creíble pero yo tengo en casa un kilo seiscientos gramos de poesías de Xil, que me manda por correo y yo he reunido en una bolsa. Bueno, no solo poesía, más de mil chistes y otras ocurrencias que la pasan por la cabeza a este hombre nacido en Salceda de Caselas pero que trabajó toda la vida en Vigo y, jubilado y enviudado, vuelca toda su energía en una literatura rústica pero grandemente sentida. En tiempos de Internet, Xil me llena de papeles la casa.