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Una persona vela a una perra en las instalaciones de Cremandogal; detrás, Belén Abalde, del servicio funerario de mascotas

Velatorios para mascotas: el último adiós a los animales domésticos

La empresa funeraria viguesa Cremandogal permite que los dueños velen a sus animales antes de que sean incinerados | Llegan perros, gatos, loros, hurones, hámsteres o cobayas

Disponer de un espacio para despedir con dignidad a las mascotas y apoyar psicológicamente a los dueños en un momento tan delicado. Es el objetivo con el que abrió hace casi tres años Cremandogal, el primer tanatorio y crematorio de animales domésticos de la provincia de Pontevedra: un lugar en el que, como ocurre cuando fallece una persona, se brinda la oportunidad de velar a perros, gatos, cobayas, conejos, hurones, loros, ninfas o hámsteres antes de ser incinerados. Y es que el amor que regalan y reciben en vida crea tal conexión con sus propietarios que, para muchos, darles un último adiós cargado de cariño es la única opción.

"Vi que había necesidad de ofrecer esta posibilidad, de hecho, tenemos actividad todas las semanas. Mi perra Trufa, que falleció hace un año y ocho meses, me inspiró"

Belén Abalde . Gerente de Cremandogal

"Se hacía muy mayor y yo deseaba conservar sus cenizas sin tener que irme de la ciudad para conseguirlo, por lo que, para poner en marcha la empresa, contacté con el gerente del grupo funerario San Marcos, al que conocía. Esta empresa se encargó de darme las pautas, recursos económicos, oficio y profesionalidad para prestar el servicio: fue una fusión en la que yo aporté, además de una parte de la inversión económica, valor humano y amor por los animales. Dejé mi carrera en las artes gráficas para dedicarme a esto”, relata Belén Abalde, gerente y trabajadora de Cremandogal, con sede en la rúa do Gandarón, que cuenta con dos personas en plantilla y dos colaboradores puntuales. “Somos muy amantes de los animales. Cuando llegan, los tratamos como si fueran nuestros, con mucho cuidado y delicadeza”, avanza antes de destacar que llegan mascotas de numerosos enclaves: Vigo, Ourense, Cangas, Pontevedra, Cambados, O Grove, A Guarda, Ponteareas, A Estrada, Nigrán, Baiona, Gondomar, Marín o Bueu.

Incineración individual o colectiva

Cremandogal permite dos opciones: incineración individual o colectiva. En el segundo caso, se creman varias mascotas a la vez –desde tres a más de una docena, en función del peso de los animales– y las cenizas acaban en un bidón que, cuando está lleno, es recogido por una empresa de gestión de residuos. “No todos quieren las cenizas de sus mascotas, lo cual no significa que las amen menos, sino que necesitan pasar página y prefieren no guardar ningún recuerdo”, explica Abalde. En el primer supuesto, existe la posibilidad de organizar un velatorio. A diferencia de lo que ocurre cuando se trata de personas, no se vela durante todo el día, sino unos 20 minutos, el tiempo que lleva preparar la incineración. La mascota es expuesta en el túmulo en posición de dormir y cubierta con una manta –se trata de una postura “natural” y la “menos traumática” para verla por última vez–; antes, los empleados la asean y la cepillan para que el propietario la vea impecable, la acaricie y le dé un beso. Los dueños pueden observarla desde una sala anexa por medio de un ventanal. Una vez acaba la incineración –que, en función de sus características, puede durar desde 20 minutos a más de una hora–, los trabajadores les entregan las cenizas introducidas en una urna.

"Charlamos con los dueños para ayudarles a superar el momento; nos cuentan vivencias"

Durante la cremación, algunos dueños se van a pasear, pero otros se quedan en las instalaciones. “Charlamos con ellos para que nos cuenten vivencias con sus mascotas y se desahoguen. Les ayudamos a pasar este momento tan duro, les comprendemos, intentamos reconfortarlos a través de la palabra. Perder a un miembro de la familia como un perro duele tanto o más que si fuese una persona”, apunta Abalde, quien concreta que la empresa ofrece un catálogo de urnas –aunque también hay varias en exposición en las vitrinas de las instalaciones–. “El 95% de la gente se lleva la básica, la que está incluida en el servicio de incineración: es de madera, la hace un carpintero de Zamora que trabaja para toda España”, anota.

El perro de la famila contempla una perra en las instalaciones de Cremandogal; detrás, Belén Abalde, del servicio funerario de mascotas. J

Los precios del servicio oscilan entre 65 euros y más de 400. Se establecen teniendo en cuenta variantes como el peso de la mascota, el tipo de incineración –colectiva (más barata) o individual– o la hora de recogida del animal –ya sea en una vivienda o en una clínica veterinaria: más caro cuanto más lejos y si se realiza fuera del horario comercial (de 10 a 13.30 y de 16.30 a 20 h) o de noche–.

Enterrar en fincas privadas

La Xunta de Galicia permite enterrar a las mascotas en fincas privadas. Las condiciones: debe haber una distancia mínima de 250 metros respecto a cualquier captación de agua potable y de 50 metros de un río o un riachuelo, una profundidad que garantice que animales carroñeros o plagas no accedan a los cuerpos y se expongan a riesgos que perjudiquen la salud pública o animal, y hay que emplear un desinfectante apropiado, como puede ser la cal viva, para cubrir los restos. “Cumplir estos requisitos es muy difícil”, manifiesta Abalde.

Urna y recordatorios de Hanna

“Velar a mi perra me ayudó mucho psicológicamente”

La posibilidad de ofrecer un adiós tierno y afectuoso a las mascotas es un bálsamo para las familias. Lo confirma Dayana Fernández, dueña de Hanna, una golden retriever a la que despidió en Cremandogal el 21 de septiembre; se le detectó un tumor. “Me sentí muy arropada, como si estuviera en familia. Los empleados se preocuparon mucho por mí y trataron a la perra como si fuera suya, con mucho mimo. No solo quería incinerarla, sino darle la mejor despedida. Poder velarla me ayudó mucho psicológicamente”, concreta antes de recordar la intensa vinculación que mantenía con el animal: “Me devolvió la vida en medio de una depresión y yo la adopté cuando ella tenía 10 años; desde entonces, nos cuidamos mutuamente”. Para rendirle tributo, conserva sus cenizas en una urna de madera y en otra con forma de corazón en la que también hay pan de oro. Además, tiene un colgante con muestras de su ADN y su huella.

Elena Arias se despidió de su perro Tori a finales del pasado mes de febrero en las instalaciones de Cremandogal tras detectársele un bulto en la garganta. Lo adoptó cuatro años antes tras una vida de maltratos y se regalaron recuerdos indelebles. “Fue impresionante poder estar allí con él; el cariño con el que me atendieron en el tanatorio me pareció increíble. Lo hacen de maravilla, tratan al animal con mucho tacto. Que haya este tipo de servicios es maravilloso”, destaca antes de poner en valor los detalles que le permiten conectar con su peludo. “Tengo una huella de él en un molde y sus cenizas en una urna, todo en un mismo sitio de la casa; a veces, pongo flores. No me importaba privarme de otras cosas para pagar esto, quería que esa parte de Tori estuviese siempre conmigo”, comenta.


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