Al igual que otras muchas ciudades de Galicia, España y Europa, Vigo vive desde hace tiempo entre los vientos del invierno demográfico. Cada vez se registran menos nacimientos. Y cada vez, también, crece más la esperanza de vida. El cruce de ambas curvas deja un resultado claro que solo consigue amortiguar en parte el flujo de inmigrantes: un aumento de la edad media. Según los datos del INE, en 2014 un teórico "vigués medio" tenía 44 años. En 2019, solo un lustro después, ese mismo vecino prototipo era ya un año y medio mayor: sumaba 45,5 primaveras. Los datos más actualizados del Concello muestran que el pasado enero, por ejemplo, el 42% de los habitantes de la ciudad habían soplado ya las 50 velas.
El censo de población no es sin embargo el único que retrata el Vigo que peina canas. En el parque inmobiliario de la ciudad hay también un número considerable de edificaciones levantadas hace ya décadas. Los datos actualizados del Instituto Galego de Estatística (IGE) muestran que aproximadamente el 21% de las construcciones del catastro olívico tienen ya más de medio siglo. El porcentaje equivale a que 44.800 de los 212.300 bienes inmuebles urbanos anotados en Vigo datan de antes de 1970.
El dato del IGE incluye todo tipo de construcciones urbanas, desde las que se destinan a vivienda a las que tienen un uso comercial, industrial, religioso, se emplean como almacenes o para la hostelería, por ejemplo. Desde el instituto estadístico aclaran también que entre ellas pueden incluirse construcciones reformadas recientemente.
Otra lectura que dejan sus tablas es que una parte significativa de ese grupo de inmuebles "decanos", casi 13.700, son anteriores a 1950, con lo que tendrían ya más de siete décadas de antigüedad. Sobre el total de construcciones de la ciudad supondrían el 6,4%.
El porcentaje de construcciones con más de 50 años de Vigo supera al de otras ciudades vecinas, como Pontevedra (16,3%), Ourense (18,6%) o Santiago (15,7%), pero está lejos de situarse a la cabeza de las urbes gallegas. En A Coruña las construcciones con más de medio siglo representan el 26,6% y en Ferrol el 32,7%, casi un tercio del catastro. En el polo opuesto están las edificaciones levantadas en la última década, desde 2010. En Vigo el IGE identifica cerca de 7.800 con esas características, lo que equivale al 3,7%. El porcentaje es reducido, pero llegó a serlo más. En agosto de 2014, cuando el sector inmobiliario estaba atenazado por la crisis económica suponía el 2,4%.
Las tablas actualizadas del IGE arrojan otra lectura curiosa: el aumento del parque de viviendas en el municipio, incluso a lo largo de los primeros ocho meses de 2020, un período marcado por el Covid-19. Si a principios de año el observatorio estadístico contabilizaba 135.500 bienes inmuebles de uso residencial en Vigo, el mes pasado eran ya 135.900. El dato es sensiblemente superior al de hace justo un año, cuando el mismo censo apenas pasaba de 135.300. El período está marcado por la crisis sanitaria, pero también por otro cambio sustancial para el sector inmobiliario de Vigo: la aprobación de la ordenación provisional, que supuso que 48.000 propietarios viesen cómo se despejaba el bloqueo urbanístico en que los había sumido la anulación del PXOM de 2008. La ordenación provisional se activó a efectos prácticos en septiembre de 2019.
Desde la Federación Gallega de Empresas Inmobiliarias (Fegein) apuntan sin embargo que el alza del catastro podría asociarse a altas de viviendas que no estaban debidamente registradas, no a la recuperación de la obra nueva. Su presidente, Benito Iglesias, reconoce que en Vigo se han activado promociones en los últimos meses -algunas tan relevantes como Cordelerías, San Roque o Barrio do Cura-, pero su efecto aún tardará en apreciarse. "Estamos en mínimos de estocaje de vivienda nueva", zanja.
