En un principio se salvó de la parálisis en la que Covid-19 sumió a le economía del país, pero el endurecimiento del estado de alarma para plantar cara a la pandemia obligó al Gobierno a decretar en abril el "frenazo" de las construcciones. La decisión afectó a las obras particulares. También a los proyectos de calado impulsados por las administraciones o grandes promotoras. En Vigo el efecto de esa paralización se dejó sentir bien en la calle. Operarios y maquinaria dejaron de trabajar en el complejo Vialia, las reformas de Gran Vía y Porta do Sol, la reforma del Xeral para convertirlo en Ciudad de la Justicia o importantes promociones residenciales.

En más de un caso la vuelta a la obra no supuso la reactivación automática de los trabajos, al menos con el ritmo y la agilidad que tenían antes del Covid-19. Las estrictas medidas de seguridad, con normas sobre la distancia que debían guardar los operarios y labores de desinfección reforzadas marcaron la vuelta a la "normalidad". En algunos casos los promotores se toparon también con que las empresas subcontratadas o suministradoras habían presentado ERTE o tenían dificultades para abastecerles de material.

El cierre de la frontera con Portugal también dificultó en ocasiones el paso de trabajadores procedentes del norte luso. En otros casos, como explicaban en abril desde la promoción de Vialia, la clausura de hoteles y escasez de alojamiento supuso una complicación a la hora de hospedar a los técnicos. Desde mediados de abril -con la reactivación del sector- operarios y maquinaria retomaron su labor.