El coronavirus también ha cambiado las rutinas de la Iglesia. El patógeno ha provocado la cancelación de la catequesis y de todas las actividades de la programación pastoral, pero no ha podido con la caridad de los voluntarios que reparten alimentos o asisten a enfermos. Tampoco con la vocación de los sacerdotes: ofician misas por aplicaciones digitales y no se separan del teléfono móvil para atender llamadas en las que se solicita cambiar fechas de aniversarios, bodas, comuniones, etcétera. La única excepción: las confesiones. "Todos los sacramentos son presenciales", puntualiza Alberto Cuevas, jefe de prensa del Obispado y párroco de La Soledad, que comenta con satisfacción que los fieles utilizan esta vía de comunicación -y WhatsApp- para agradecer su incesante labor.

"Hacemos muchas llamadas para apoyar y animar a enfermos o a personas que están solas; también contactan ellas con nosotros. Les enviamos mensajes positivos, consejos, oraciones, horarios de misas y programas religiosos en televisión, películas o conciertos en internet. Incluso les rebotamos mensajes para ayudarles: recomendaciones útiles de religiosas de clausura que viven desde hace años lo que nosotros estamos pasando esta temporada", asevera Cuevas, consciente de que esta actitud ayuda a los feligreses a estar alegres al sentirse "acompañados y queridos" durante este periodo de confinamiento.