"Ni teletrabajo, ni trabajo real". Al filo de las doce de la mañana Javier González, taxista, espera en la parada de rúa Reconquista con Policarpo Sanz, en un Vigo atípico, silencioso hasta el punto de poder escuchar un leve clic-clac en el parpadeo de los semáforos. Un Vigo en estado de alarma. Mayoritariamente, esta vez sí, recluido en casa. Javier arrancó la jornada a las ocho y media y solo lleva un carrera en el contador (6,30 euros). "Y aún por encima, estoy expuesto. Yo vivo al límite: estoy divorciado, tengo que pagar un alquiler y este mes, tal y como se presenta, no me van a dar las cuentas", lamenta.

Javier engrosa las filas de un grupo de profesionales a los que el teletrabajo les resulta un concepto marciano. Su actividad, como la de los panaderos, farmacéuticos, personal de supermercados o gasolineras, es por contacto. Él, claro, se lava las manos, desinfecta las manillas de las puertas pero su "oficina", el coche, le hace prácticamente imposible guardar las distancias.

En el centro, a esa hora, apenas circulan coches, solo autobuses, y la mayoría de peatones lleva bajo el brazo alguna de estas tres cosas: un periódico, una correa o una barra de pan. En la panadería El Molino, en Colón, atiende Petronella aunque por poco tiempo. A partir de hoy bajarán la persiana: "Es para proteger a todo el mundo, en los últimos días la gente estaba desesperada. Mañana (por hoy) ya no abriremos, porque si te ven con guantes y mascarilla, te da respeto".

Rocío Sobral, encargada de la panadería-pastelería Sémola, acicala el escaparate del local de Porta do Sol, en el que como máximo entran dos clientes a la vez. "Nosotros tenemos que estar aquí sí o sí, simplemente le pedimos a la gente cordura: si quieren venir, de uno en uno. No se acaba el mundo por tardar 10 minutos en comprar una barra de pan", dice, sin disimular cierta inquietud por el contacto diario.

En la farmacia de guardia de Policarpo Sanz, unas cintas pegadas al suelo pautan la distancia que deben seguir los clientes. "No queda ni paracetamol, me imagino que el martes o el miércoles nos suministrarán otra vez", cuenta. Y lo mismo, o peor, para las mascarillas y geles. Tanto, que muestra una lista de espera de 17 folios con clientes que aguardan por una. El ansia y la preocupación, como Vigo y toda España, también tiene que ponerse en cuarentena.