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Ana Moldes: "Salir al extranjero no es una penalización, sino un paso necesario en la formación"

"Nuestros biosurfactantes podrían hacer más efectivos los fármacos oncológicos", explica la coordinadora del grupo de ingeniería química de la Universidad de Vigo

Ana Moldes, a las puertas del MTI (Módulo Tecnológico Industrial), donde se encuentra el laboratorio de su grupo de investigación. // Alba Villar

Fue la investigadora Ramón y Cajal con mejor puntuación de toda España en tecnología química en 2006 y dos años después creó junto con José Manuel Cruz su propio grupo. Por el camino, renunció a una prestigiosa beca Fulbright en EE UU para ser madre -"Seguramente hubiese llegado antes a ciertas cosas pero me compensó con creces"- y hoy, con un índice h 37, suma 111 artículos en las revistas de mayor impacto y numerosos proyectos y contratos con empresas.

-Fue una de las profesoras que intervino en la reciente graduación de Industriales, ¿pesa más el orgullo o la responsabilidad ante los titulados que salen al mercado laboral?

-Todos los profesores sentimos orgullo porque formamos parte de alguna forma de lo que han conseguido. Pero conseguir un trabajo es definitivamente su responsabilidad. Todos los titulados de esta universidad o de cualquier otra en España salen muy bien formados. El hecho de que encuentren trabajo en el extranjero lo demuestra. Yo realicé estancias en un laboratorio de EE UU asociado al Departamento de Agricultura y te das cuenta de que estás al nivel. Y no es mi caso particular, sino el general.

-En su intervención les animó precisamente a salir al extranjero.

-No debe verse como algo negativo o una penalización, sino un paso necesario en la formación. Un graduado con altas expectativas tiene que salir a centros punteros de Europa, EE UU o China para aprender sus tecnologías. Y sinceramente creo que si se esfuerzan tendrán la oportunidad de regresar si es lo que desean. En un mundo cada vez más global, para mí es una satisfacción que nuestros alumnos sean aceptados en el extranjero.

-A pesar de su destacada trayectoria, todavía no tiene una plaza de titular a igual que Isabel Pastoriza, la investigadora con mayor índice h de toda la UVigo.

-Tanto su plaza como la mía y muchas otras fueron aprobadas en 2012 pero la contratación se paralizó y quedaron aparcadas en un cajón. La universidad en general no cuida como debería al personal investigador. Al fin y al cabo, nuestros trabajos y patentes contribuyen a situarlas en los rankings. Nuestro sueldo no depende del número de proyectos que solicitemos o de las publicaciones. Lo hacemos porque nos gusta nuestro trabajo y a quienes más nos implicamos no se nos valora, ya sea restando horas de docencia o de otra manera. Tampoco está reconocida ni pagada la responsabilidad que supone manejar miles de euros de dinero público para los proyectos.

-Su grupo desarrolla tecnología ambiental y alimentaria desde el punto de vista de la economía circular: convierten residuos en productos de alto valor añadido.

-Somos un grupo pequeño pero dinámico y a pesar de nacer en plena crisis hemos conseguido financiación continuada de la Xunta y el ministerio. Una de nuestras líneas principales es la producción de biosurfactantes a partir de las corrientes residuales procedentes del lavado de maíz, que las industrias están obligadas a gestionar y por las que pagan un canon. Los biosurfactantes o detergentes naturales que obtenemos pueden sustituir a los químicos y dar lugar a productos más eficaces y biocompatibles, con menos efectos secundarios y, a veces, con propiedades adicionales. Ya los hemos incorporado a champús y cremas con muy buenos resultados, sobre todo, porque favorecen la permeación de sus compuestos activos. Este año hemos solicitado dos patentes y tenemos otras tres ya registradas. Una de ellas tiene licenciado un uso para limpieza de superficies por parte de una empresa italiana. Y tenemos un contrato de transferencia con una conocida compañía de EE UU de alta cosmética capilar para incorporar nuestros biosurfactantes a sus productos. Y en ambos casos fueron ellos los que contactaron con nosotros. Mi objetivo final es aplicarlos al campo biomédico.

-¿Qué propiedades pueden ofrecer en este ámbito?

-Muchos medicamentos, como quimiostáticos y tratamientos oncológicos, deben incluir detergentes para que el principio activo llegue a las células cancerígenas. E incluso así no lo hacen de forma efectiva y hay que incluir grandes dosis del principio activo. Tenemos indicios de que nuestros biosurfactantes permiten permear estos medicamentos en mayor medida, de forma que son más efectivos y tienen menos efectos secundarios.

-¿Y cuándo darán el salto?

-En cuanto acabemos el proyecto que tenemos entre manos relacionado con la industria agroquímica. Sería muy interesante trabajar con grupos del ámbito oncológico o biomédico porque para avanzar es muy importante colaborar.

-¿Ya ha hecho algún contacto?

-Sí. Nuestras doctorandas han hecho estancias en grupos de Reino Unido y Alemania y publicado este año trabajos de aplicación del biosurfactante a nivel dérmico. Por una parte, comprobamos que inhibe el crecimiento del microorganismo que produce el acné y reduce el uso de óxido de zinc para tratarlo. Y, por otra, encontramos que favorece la permeación de ciertos antibióticos o medicamentos, lo que evitaría la adición de surfactantes químicos.

-¿Por qué las mujeres siguen siendo minoría en las ingenierías?

-Yo creo que es cuestión de preferencias. A día de hoy, si a una chica le gusta la mecánica estudia esa ingeniería sin problema. Yo nunca me he sentido discriminada y no creo que en las universidades haya problemas a la hora de ocupar puestos de responsabilidad en igualdad de condiciones. Otra cosa es el mundo de la empresa, donde cuesta más llegar a órganos de dirección.

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