Por la gravedad de los casos, así como la medicación y los tipos de tratamientos que requieren, los pacientes de UCI están entre los más afectados por el delirium, el síndrome confusional que los hace estar desorientados, con alteraciones de consciencia y percepción, déficit de atención... La literatura científica calcula que la sufren hasta cuatro de cada cinco. Povisa es de los pocos hospitales españoles que ha puesto en marcha un programa sistematizado para evitar o disminuir un síndrome que aumenta la morbimortalidad, prolonga la estancia hospitalaria y puede provocar estrés postraumático, afectando a la calidad de vida tras el alta. Y ha logrado un "éxito sin precedentes". Ha pasado de una incidencia de un 40% al 12% en los 1.318 pacientes ingresados desde junio de 2017. solo lo desarrollaron 169 pacientes de alto riesgo.

"Hasta ahora, se consideraba algo inevitable y no se había priorizado", explica María Antonia Muñoz, directora de Calidad y Enfermería de Povisa. Todos los que ingresan en la UCI tienen riesgo de sufrirlo, pero hay factores que lo aumentan: la edad -mayores de 70-, la gravedad, déficit sensoriales previos -que lo desconecta más fácilmente con el entorno-, medicaciones crónicas o patologías psiquiátricas... Lo primero que han hecho en el centro concertado es detectar aquellos que tienen más probabilidad de padecerlo y vigilarlos más. Es la enfermería la que, "a pie de cama", se encarga de detectarlo, reevaluando cada poco tiempo mediante una escala integrada en un sistema informático que envía alertas al busca de los facultativos. El objetivo es atenderlo precozmente, explica el jefe de la unidad, el doctor Marcial Rey.

Además de este sistema de cribado y monitorización del delirium, se ha modificado el sistema de sedación, restringiéndola y haciéndola lo más superficial posible para que no estén desconectados de su entorno, lo que propicia el delirium. También lo hace el dolor, por lo que se ha reforzado su control y también se han implantado alertas para ajustar su tratamiento.

Otra de las patas en este logro ha sido la humanización de cuidados intensivos para conectarlos más al entorno y evitar el estrés postraumático. La responsable de Enfermería de la unidad, Carmen Pazos, detalla que se ha acabado con la idea de la UCI como "búnker", permitiendo las visitas a lo largo de todo el día en función de las necesidades del paciente y sus familias. Se les permite la conexión con el exterior mediante móviles y facilitándoles tablets. Se han modificado las rutinas de trabajo para respetar los ciclos del sueño de forma individualizada -la falta de descanso es un factor precipitante-. Se fomenta la movilidad precoz con fisioterapia. Y tratan de conocer las rutinas del paciente para facilitarlas. En breve, pondrán en marcha una consulta post-uci.