Empresario de profesión y músico por devoción. El pasado domingo Xosé Alfredo Oliveira presenciaba en el Auditorio Mar de Vigo el festival anual de la Asociación de Corales Polifónicas de Vigo (Acopovi). Durante una de las pausas los organizadores le reclamaron sobre el escenario para homenajearle por su casi medio siglo de dedicación a estas agrupaciones. Tras debutar en la Coral Viguesa con apenas 22 años, su carrera le llevó a la Coral Casablanca, Rueiro y O Náutico. Fundó y dirigió la de Matamá y también estuvo al frente de las de Castrelos, Teis o Nigrán, donde permanece desde hace 26 años. Pese al poco relevo generacional de las formaciones, Oliveira es optimista acerca de su futuro a medio y largo plazo.

-¿Cómo empezó en el mundo de las corales?

-A mí la música nunca me dijo nada hasta que tenía veinte años. Estando en la Comandancia Naval de Vigo, en el año 1972, alguien me escuchó cantar y me animó a participar en un coro. De primeras rechacé el ofrecimiento, aunque acabé probando y fue un auténtico flechazo. Desde entonces no he parado. Gracias a todos estos años conseguí aprender lenguaje musical y técnica vocal.

-¿Nunca acudió a un conservatorio?

-En absoluto. Siempre digo que no hace falta ir a un colegio para saber leer o escribir. Es suficiente con que alguien te enseñe y yo he tenido a muchos maestros. Además, siempre me rodeó una gran curiosidad para conocer nuevos estilos musicales. Poco a poco se va haciendo el oficio y así me he formado yo. Aprendí muchísimo del gran maestro Francisco Rey Rivero, que era capaz de sacar un diamante de una piedra.

-¿Cómo fueron sus inicios?

-Empecé en la Coral Viguesa y de ahí pasé al coro Rías Baixas, donde también comencé a dirigir. Posteriormente fundé junto a unos amigos la agrupación Atlántida de Matamá, que ya compaginé mi vida profesional. En los últimos años he estado donde me han dejado para aprender de otros coros y directores.

-¿Es muy distinto cantar y dirigir?

-Dirigir es algo natural, con lo que tienes que nacer. Cuando estás al frente de un coro deben hablar tus manos, no tu voz. Cada agrupación es el reflejo de quien la está dirigiendo y lo más importante es no mostrar debilidad.

-¿Cómo han cambiado las corales viguesas en estos casi cincuenta años?

-Cuando yo empecé apenas había dos o tres coros en Vigo. Fue a partir del año 75 cuando afloraron corales con gente joven. En casi todos los barrios había una. Luego llegó una época en la que empezó a bajar porque los nuevos integrantes dejaron de interesarse y crearon el gran problema que hay en la actualidad. Las agrupaciones están formadas en su mayoría por gente mayor y no se atisba un relevo generacional. A la gente le es difícil compaginar su trabajo, su vida familiar y los ensayos.

-¿Qué salud tienen actualmente las corales olívicas?

-Las corales de esta ciudad tienen la misma salud que las personas de 65 años, que es la media de edad de los participantes. No se observa un futuro despejado y lo que hay que hacer ahora es trabajar desde la base, introduciendo la música en los colegios. En la ciudad solo hay dos coros de gente joven y son bastante inestables.

-¿Ve peligrar su futuro a medio o largo plazo?

-No veo peligro de que puedan desaparecer porque es algo que tiene una tradición muy grande. Las corales ejercen una labor social muy importante porque acogen a jubilados y parados que de otra manera estarían en casa aburridos y sin hacer nada. Lo que sí es una pena es que no se pueda mezclar la frescura de la gente joven y la templanza y seguridad de los más veteranos.