Hace ya más de un mes que Vigo y los municipios del área vivieron una de las jornadas incendiarias más trágicas de su historia. Desde entonces, Administraciones, empresas, asociaciones, colectivos ecologistas o simplemente ciudadanos a título individual no han parado de arrimar el hombro para poder curar las profundas heridas que el fuego dejó en los montes vigueses. Y ayer fueron voluntarios de Abanca los que pusieron su granito de arena. O más bien, de paja. La que esparcieron por varios puntos del monte de Coruxo para frenar la erosión y evitar la pérdida de nutrientes del suelo.

La de ayer fue una marea blanca -todos iban vestidos con una sudadera de este color- que trabajó incansable a lo largo de toda la mañana. "Llegar aquí y ver todo quemado es una pena. Pero la gente está muy comprometida. Abrimos el periodo de inscripción y en dos días lo completamos. Hubo una avalancha de solicitudes de trabajadores para venir a ayudar", destacaba ayer en Coruxo Gonzalo Mora, miembro del departamento de Responsabilidad Social Corporativa de Abanca.

Desde las diez de la mañana y hasta las dos de la tarde en torno a medio centenar de voluntarios trabajaron en los montes de Coruxo en colaboración y dirigidos tanto por la propia comunidad de montes y por el Grupo Naturalista Hábitat. Fue una jornada de mulching vegetal. En dos tramos del monte esparcieron 700 kilos de paja a lo largo y ancho de una hectárea de terreno. Luego, en la zona más alta, crearon varias barreras con troncos y madera para evitar arrastres hacia los cursos de agua. Todas estas actuaciones persiguen minimizar el impacto causado por la pérdida de suelo, la escorrentía y la contaminación del área.

Especies autóctonas

Pero la de ayer no era la primera vez que voluntarios de Abanca acudían a Coruxo. Hace dos años, cuando el verde predominaba sobre el triste negro actual, realizaron otra jornada ambiental. Aquella vez para eliminar especies invasoras y plantar otras autóctonas como castaños, abedules, madroños o alcornoques. "Hasta primavera no sabremos si han sobrevivido", comentaba esperanzado uno de los organizadores de la actividad de este año.

Pero además, la de ayer fue una jornada de familia que sirvió para concienciar también a los más pequeños de la casa. Y es que la organización del programa de voluntariado de Abanca animó a los empleados a acudir con sus hijos. Y muchos así lo hicieron. "Fue también una jornada educativa", destacan.