Aunque la legislación considera que razas como el pitbull terrier, rotweiller, doberman o mastín napolitano son "potencialmente peligrosas", esta consideración tiene detractores entre los expertos en canes. Su argumento principal es que la agresividad de un perro no la determina su raza, sino, principalmente, otros factores, como el ejercicio que realice o su grado de socialización. Un estudio del Consejo de Colegio de Veterinarios de Cataluña concluye, por ejemplo, que el factor genético solo influye un 20% en el comportamiento del animal. Lo verdaderamente decisivo, que marca el restante 80%, es la educación y la cría. Por esa razón la legislación fija unos requisitos mínimos que debe cumplir cualquier dueño, como carecer de condenas; y los expertos insisten en no descuidar la educación del can.