Vigo lidera un proyecto pionero en España para determinar los riesgos y efectos que el cambio climático ya está ocasionando en los bancos marisqueros gallegos y cuyo objetivo último es desarrollar un sistema de predicción que alerte a las cofradías ante la llegada de olas de calor e inundaciones para que puedan tomar medidas y evitar mortandades. El estudio cuenta con financiación nacional -177.870 euros hasta 2017- y está coordinado por la catedrática de Zoología Elsa Vázquez. También colaboran dos expertos de la universidad estadounidense de South Carolina y cinco cofradías de la provincia -Redondela, Carril, Campelo y Cambados-, además de contar con el respaldo de la Consellería do Mar.

"Lo interesante es que trabajamos con alteraciones en la temperatura y la salinidad que ya se están produciendo en estos momentos, no con los escenarios de los próximos 50 o 100 años. Y el fin último es desarrollar un modelo matemático para que el sector disponga de una herramienta, al estilo de MeteoGalicia, que genere alertas con varios días de antelación sobre episodios extremos y también anticipe sus efectos concretos sobre el recurso. De esta forma, cofradías y Xunta podrían adoptar soluciones adaptadas a cada situación", destaca Vázquez.

Para poder elaborar estos modelos, el grupo EcoCost desarrollará durante los próximos dos años experimentos con los tres tipos de almeja de interés comercial -fina, babosa y japónica- en los arenales y también en los laboratorios de la Estación de Ciencias Marinas de Toralla (Ecimat). Se trata de conocer la mortalidad y los efectos en las funciones vitales que tienen los eventos extremos en cada una de estas especies.

"En Galicia lo que ya está ocurriendo con el cambio climático y lo que predice el IPCC es un incremento de las olas de calor, 3 o 4 días con temperaturas muy extremas de 37-38 ºC, y también de las lluvias torrenciales. La almeja puede aguantar picos de calor y bajadas de salinidad, pero de forma prolongada producen mortalidades masivas. Nuestra hipótesis es que cada una de las especies se verá afectada de manera diferente porque viven en zonas distintas del banco. Por ejemplo, la mayor mortalidad por calor afectará a la japónica, la que se entierra a menor profundidad, frente a las otras dos", explica la responsable del proyecto.

Los biólogos estudian la mortalidad y el crecimiento de las almejas en cajas situadas en los arenales, además de medir con dispositivos CTD la temperatura y la salinidad. Las primeras fueron sembradas en julio y, durante esta semana, ya se han iniciado los muestreos. Regresarán de forma rutinaria cada mes a los arenales y también en el caso de que se produzca una riada o una ola de calor para conocer sus efectos.

Las consecuencias también varían en función de la evolución fisiológica, como detectan las propias mariscadoras: "El bivalvocumula reservas en otoño, empieza a desarrollar la gónada en invierno y en primavera ya está listo para la puesta. Ellas saben que cuando la almeja fina se está reproduciendo muere enseguida si se produce una ola de calor. Trataremos de ver estos efectos en el laboratorio, donde podemos modificar tanto la temperatura del agua como la del aire y la salinidad para simular los eventos extremos que se pueden dar en cada época del año".

Estos experimentos ya se han iniciado en la Estación de Ciencias Marinas de Toralla (Ecimat), donde el grupo cuenta con cámaras isotérmicas donde se simulan las mareas así como las olas de calor y las lluvias torrenciales que tienen lugar en el medio natural. Además de determinar las muertes que causan, los investigadores analizan las respuestas subletales, esto es, cómo los episodios extremos afectan a la reproducción -el millón de óvulos que produce la almeja puede verse reducido de forma drástica- o al crecimiento.

Para ello, los biólogos miden el consumo de oxígeno, estudian las gónadas y las proteínas que se generan en episodios de estrés, evalúan las tasas de alimentación e incluso son capaces de detectar el movimiento de las almejas mientras están enterradas en la arena.

"Los biólogos de EE UU que colaboran con nosotros, Sally Woodin y David Wethey, han desarrollado un sistema con sensores de presión y electrodos conectados a un ordenador que nos permite conocer el nivel del estrés del bivalvo sin sacarlo de su medio. Si apenas se mueve es que está moribundo", apunta Vázquez.

Woodin y Wethey son expertos en modelos matemáticos y lideran un proyecto financiado por la NASA para estudiar los efectos del calentamiento global en zonas de todo el planeta que explotan sus recursos marisqueros: "Galicia es una de las pocas zonas con datos históricos y colaboramos con ellos desde hace varios años. Volverán aquí en noviembre".

"Es un proyecto redondo porque tenemos la parte oceanográfica de predicción y la experimental de laboratorio y de campo. Con los resultados que obtengamos conoceremos el umbral de temperatura y salinidad que puede aguantar cada especie en las diferentes etapas de su evolución. Y al combinarlos con los modelos matemáticos seremos capaces de predecir con una antelación de 5 o 7 días el porcentaje de mortalidad en un determinado banco. E incluso, a más largo plazo, se podría saber si los problemas van a provocar que el banco se desplace desde la zona intermareal a la submareal ", anticipa Vázquez.