Si se habla de cafés es muy socorrido citar a George Steiner cuando escribe que "Europa está compuesta de cafés. Éstos se extienden desde el favorito de Pessoa en Lisboa hasta los cafés de Odesa frecuentados por los gansters de Isaak Bábel..." Bien pero, si Steiner conociera Galicia no habría tenido más remedio que añadir a la relación el café Asturiano o Latino en Ourense, el Casino o el Derby en Santiago y, al pasar por Vigo, sería imperdonable que no citase el Derby, aunque éste haya pasado a otra vida tras dejar huella en el camino.

Situado en pleno centro de Vigo, en esa plaza de Urzaiz en la que empezaba a ascender la calle del mismo nombre (José Antonio en otros tiempos), desembocadura de la peatonal y comercial calle del Príncipe, sus sillas fueron descanso de culos ilustres de la literatura como García Lorca, Valle Inclán o el escritor venezolano (y presidente nueve meses) Rómulo Gallegos, sin olvidar el trasero por excelencia de la literatura de masas, Marcial Lafuente Estefanía; del cine como Mur Oti o Cesáreo González; del teatro como José Tamayo, Paco Rabal o Aurora Bautista... Imposible citar tantas notables presencias a las que acogió aquel Albino Mallo que, de emigrante, pasó a convertirse en una institución en Vigo con su figura imponente detrás de la barra, mirando cordialmente todo lo que sucedía fuera de ella.

Como se dice en "Algo máis que un café", el libro que a las 8 de la tarde de hoy se presenta en la Casa da Cultura Galega, su historia es la de las miles de personas que pasaron por este local en los casi 50 años en que permaneció abierto. Punto de encuentro de artistas y escritores, la historia de Vigo sale y entra en el Derby en este medio siglo junto con personajes vigueses como los hermanos Alvarez Blázquez, Francisco Fernández del Riego, Celso Emilio Ferreiro, Luís Seoane e Isaac Díaz Pardo, Cunqueiro y Castroviejo, los pintores Maside, Laxeiro, Colmeiro, Urbano Lugrís, Pousa...

Hubo un Derby de antes de la guerra, que vivió la efervescencia de los años 20 y 30 y sabe Dios qué conspiraciones políticas o literarias, y otro después de ella, en que sus tertulias mudaron de formas pero fue caldo de cultivo de las más diversas urdimbres sociales o literarias e incluso encuentros de la Galicia clandestina en los años 60. Y al fondo, aquella orquestina de cámara, sobre una tarima, que no dejaba de tocar su clásico repertorio: el trío Corvino, al que la guerra asentó en Vigo.