Vive a contrarreloj, intentando ofrecer una atención digna a los pacientes en un servicio al límite de sus posibilidades. Martín Rubianes, coordinador de Urgencias del hospital Xeral, reconoce las graves carencias de la unidad y denuncia que la ciudad "ha sido maltratada por las administraciones en inversión sanitaria". No ve solución a corto plazo y asegura que la situación de colapso en el centro "seguirá empeorando hasta que dentro de cuatro o cinco años se construya el nuevo hospital".

-Dos colapsos graves en apenas quince días. ¿No se puede hacer nada por mejorar la atención en Urgencias?

-Cada vez tenemos pacientes más mayores, lo que aumenta los niveles de frecuentación, sobre todo en invierno. El Chuvi se sitúa estos días en torno a 600 casos diarios y esta elevada presión asistencial, en un servicio ya deficitario de por sí, es insostenible. No hay espacio para todos y el personal no puede hacer milagros.

-El margen de actuación es limitado, ¿es posible adoptar medidas temporales que alivien el servicio?

-No hay solución posible hasta que se construya un nuevo hospital. Las limitaciones arquitectónicas asfixian el servicio y con un hospital en el centro de la ciudad y sin posibilidades de expansión poco o nada podemos hacer salvo que habilitemos camas en pleno Pizarro.

-¿El problema es entonces exclusivamente de espacio?

-Casi en su totalidad. Al margen de que en momentos puntuales sería necesario reforzar el personal, nuestro mayor problema para agilizar la atención son las limitaciones espaciales. Disponemos de apenas 800 metros cuadrados para las urgencias de adultos y para trabajar dignamente necesitaríamos más del doble. Además, sólo tenemos 10 boxes y ya estamos renunciando a determinados estándares de calidad juntando a dos enfermos por hueco, rompiendo así su intimidad.

-La situación es complicada, pero ¿cómo se explica a un paciente que debe esperar dos días en un pasillo por una cama?

-Intentamos ser sinceros y les explicamos que el problema en la ciudad ha sido siempre la falta de planificación. El servicio fue diseñado para 70.000 pacientes anuales y actualmente vemos 140.000 en el mismo espacio. La cifra se ha doblado y las instalaciones se han quedado obsoletas porque históricamente Vigo ha sido maltratado por las administraciones en inversión sanitaria y ahora lo pagan los ciudadanos.

-Defiende utilizar todos los recursos disponibles pero, ¿no hay cierto miedo en el Sergas a reconocer la derivación de pacientes a centros privados?

-La legislación gallega recoge que en determinadas situaciones hay que utilizar todos los centros tanto de la red pública como privada. Bien es cierto que hay pacientes que muestran reticencias y que dependemos de la capacidad de absorción de los centros receptores. Además, el traslado no es un proceso inmediato, sigue una dinámica y de ahí que no se pueda evitar que algunas veces la gente espere en los pasillos.

-Los problemas se recrudecen en invierno, ¿aumenta tanto el número de enfermos?

-No se trata de que haya más o menos pacientes. En primavera y verano vamos capeando el temporal porque el perfil del enfermo es completamente distinto. Se trata de jóvenes, muchos con casos de trauma y que se manejan rápido. Mientras que en invierno predominan enfermos complejos, muy mayores y que requieren hospitalización. Somos víctimas de nuestro propio éxito. Aumenta la esperanza de vida, que es muy positivo, pero fatal para el sistema sanitario.

-Si se trata de un problema de envejecimiento, está claro que la situación irá a peor...

-El número de urgencias va en aumento y también la población mayor, con lo que no es previsible, sino seguro, que el colapso irá a peor hasta que no tengamos nuevo hospital. Tan seguros podemos estar de que seguiremos con colapsos en Rande mientras no se amplíe como de que se repetirán los problemas en Urgencias. Ojalá se cumplan los plazos, pero el hospital de Lugo tardó diez años en gestarse y será complicado cumplir aquí con 2012.