Son las doce de la madrugada, es viernes, hace frío y amenaza con llover. Decenas de jóvenes cogen sitio en un pequeño callejón del centro de la ciudad. Caminan en grupo y van cargados con bolsas. En su interior, refrescos, hielos, vasos y alcohol. En apenas una hora la peregrinación se convierte en concentración masiva. El botellón vuelve, un fin de semana más, a la calle Joaquín Loriga.

La misma imagen se repite en O Berbés y Teófilo Llorente. Hace más de una década que esta práctica etílica se convirtió en pesadilla para sus vecinos. Un mal sueño del que despertarán en apenas cuatro meses. Una ordenanza municipal prohibirá el botellón en estas calles a partir de marzo. "Los vecinos tienen derecho a descansar y aquí molestamos, en eso estamos todos de acuerdo. Pero no queremos prohibiciones, sino alternativas ¿cuáles son?". Ésta es la preguntan que este fin de semana le lanzaban al Concello todos los jóvenes encuestados por FARO.

El anuncio de hacer una prohibición selectiva del botellón les inquieta. "No hay nada claro. Hablan de concentraciones masivas, denuncias, lugares en los que a lo mejor sí o a lo mejor no. ¿Qué va a pasar con la Plaza de la Estrella?, por ejemplo. Los políticos tienen miedo a mojarse y prohibirlo de raíz por no perder un puñado de votos. La solución está en dar alternativas. Que vayas a un local y no te cobren la copa al precio que vale la botella. Yo en Vigo hago botellón por razones económicas. En Ponferrada, donde vivo, no se nos pasa por la cabeza porque en los locales no nos timan", argumenta Cynthia Franco, de 21 años y estudiante de Química.

Negocios

Los jóvenes no quedan en Loriga, lo hacen en el "Bar Tolo". La zona recibe ese nombre por uno de sus locales. Hace 14 años que está abierto. Su propietario, Miguel Ángel Frías, asegura no estar preocupado por la ordenanza. Muchos culpan a su negocio de provocar el botellón. Él no sólo lo desmiente, sino que asegura ser también uno de los perjudicados. "Si yo fuera vecino de esta calle claro que estaría enfadado. Han tenido mucha paciencia. Pero nosotros no tenemos la culpa. La mayoría de la gente que viene aquí trae su bebida de fuera. No son clientes. Incluso entran en el local y nos lo destrozan. La gente carga contra nosotros. La Policía ya nos vino a pedir la licencia, pero está todo en regla. Estoy a favor de que se prohiba el botellón allí donde moleste", afirma.

En los corrillos de Joaquín Loriga, O Berbés y Teófilo Llorente la discusión por la ordenanza está patente. La duda por lo qué va a pasar a partir de marzo les inquieta. La mayoría desaconseja crear un botellódromo. La misma postura que manifestó ya el alcalde, Abel Caballero. Rechazan también pequeñas concentraciones a las afueras de la ciudad, como propuso el regidor local. "Me parece bien que lo prohiban donde se moleste, pero no en toda la ciudad. El Concello tiene una papeleta difícil. Quedar bien con los afectados y los jóvenes no le será fácil", vaticina Manuel Amoedo, de 19 años y que practica botellón en la calle Teófilo Llorente.

El elevado precio de las copas en los locales nocturnos es el argumento que esgrimen todos para beber en la calle. "Si valieran tres euros la cosa cambiaría. No sé si se dejaría de hacer botellón, pero seguro que habría menos gente", comenta Anxo Martínez.

"Botellódromo"

"Con los cinco euros que me cobran por una copa en un local nos compramos una botella para tres personas", argumenta Laura Fusté, de 21 años y quien no ve con mala cara que se habilite un botellódromo. "Siempre y cuando esté preparado", matiza.

Baby López, de 21 años y que este viernes hacía botellón en Joaquín Loriga, vaticina ya lo que pasará a partir de marzo. "Si no presentan alternativas acabaremos todos en la Plaza de la Estrella o dónde nos dejen. El botellón no va a desaparecer tan fácil. Es mucho más que una moda", sentencia.