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La ABAU simplificada pos-COVID no encubre los problemas de expresión del alumnado

Los correctores trasladan una “preocupación” por la “deficiente” redacción | Disciplinas de ciencias advierten de que se priman cuestiones memorísticas frente a razonamientos

Imagen de un examen de la ABAU. | // XOÁN ÁLVAREZ

En Historia de España, una de las asignaturas obligatorias en la actual selectividad, la nota media de los aprobados gallegos ha engordado casi cuatro décimas en las dos últimas convocatorias y el porcentaje de quienes superan el examen ha mejorado en seis puntos. Es un ejemplo de cómo ha incidido sobre los resultados el formato de test que multiplica las opciones para los alumnos, adoptado en un principio para proteger a los estudiantes de posibles desigualdades fruto de la enseñanza en pandemia, pero que llegó para quedarse en tanto no se instaura el nuevo modelo.

Pero que en general las calificaciones aumenten y en particular se disparen las más elevadas no es suficiente para encubrir las carencias que numerosos futuros universitarios arrastran desde hace varios años, a juzgar por los comentarios que los correctores de las pruebas trasladan a los coordinadores de los grupos de trabajo de la CiUG que preparan las evaluaciones.

En sus balances, reiteran las alusiones a las “dificultades” de expresión de los jóvenes y no solo refieren este diagnóstico los responsables de valorar las asignaturas más de letras, como puede ser Lengua Castellana y Literatura, sino también los correctores de materias de ciencias, como puede ser Química, que informan de cómo los titulados en Bachillerato privilegian las preguntas con soluciones más memorísticas frente a las que exigen desarrollar razonamientos.

La valoración recogida en el grupo de trabajo de Lengua Castellana y Literatura es taxativa: “Sigue siendo prácticamente unánime la preocupación por las dificultades de expresión de muchos alumnos y alumnas”, proclaman. De hecho, subrayan cómo la exposición de temas memorizados –los vinculados a la literatura– “contrasta” con la que manifiestan en el comentario crítico, que definen como “mayoritariamente muy deficiente”.

El resultado es que consideran “perentorio y urgente” que los docentes trabajen en el aula la expresión escrita de los potenciales universitarios, tanto en lo que atañe a su riqueza léxica como sintáctica. Y no solo instan a que los estudiantes se vuelquen más en las aulas con los comentarios y los resúmenes, donde reside otro de sus puntos débiles, sino que también deben ocuparse del envés de la moneda: leer. Al respecto, sugieren que “aprenda a leer comprensivamente los textos, que consiga sintetizar las ideas fundamentales y aprenda a comentarlas sin repetir e, texto limitándose a decir que está de acuerdo con lo defendido” por el autor.

La valoración se completa con criterios de corrección donde recuerdan cómo no expresar el texto con ideas propias le puede costar al interesado la mitad de la puntuación, lo que se sumaría a otras penalizaciones: por extensión, por decir “obviedades”.... En lo relativo a la parte literaria, los correctores llaman a los docentes a ayudar a “distinguir lo importante de lo anecdótico” para eliminar las menciones a la vida de los escritores del examen.

En Química reconocen que “en general, el nivel de conocimientos” que muestra el alumnado es “bueno”, aunque el abanico incluye casos extremos en uno y otro lado del espectro. La valoración más repetida es la de “aceptable” para aludir a la formación del estudiante en lo relativo a amplitud, precisión, capacidad de análisis y capacidad de síntesis de los contenidos y a la presentación, legibilidad, ortografía, corrección gramatical, coherencia y orden en las exposiciones. Con todo, apuntan, entre los aspectos que se trabajan “insuficientemente” en el aula, el “razonamiento” de las cuestiones teóricas.

De hecho, advierten que con el sistema de preguntas del actual modelo de examen el alumnado elige sobre todo las “más memorísticas” frente a las teóricas, que “requieren razonamientos y, por lo tanto, presentan una mayor dificultad” Enfatizan asimismo cómo la redacción de las respuestas revela una “capacidad de expresión escrita (gramatical y ortográfica) pobre” o que las ideas no aparecen “ de forma ordenada y con el rigor científico necesario”.

Desde Lingua Galega no ahondan tanto en esas descripciones, pero sí hacen notar que serán “más estrictos” en cuanto a “extensión y adecuación” a lo solicitado en las cuestiones sociales y literarias. Lo propio ocurre en Inglés, cuyo grupo de trabajo ha “adaptado” el formato pandémico para que los alumnos no puedan esquivar, como estaba ocurriendo, la composición.

Mientras la Administración central y autonomías como la gallega discrepan de cómo debe ser la selectividad de mañana, los grupos de trabajo de la CiUG por ahora no prevén variaciones y aguantan el formato que posibilita al alumno más opciones. Así lo trasladan desde Historia de España, que no va a hacer “ningún cambio” con respecto al test de 2022; también desde Matemáticas o Latín. En Griego sí apuntan que el examen se ha simplificado “dentro de las posibilidades de la normativa, para facilitar al alumno la elección de las opciones y evitar que tenga que emplear demasiado tiempo en la lectura”.

En Lengua Castellana aseguran también que no tienen “previsto ningún cambio ni en la estructura ni en los contenidos con respecto al curso pasado”, señalan, “a no ser que sea impuesto por la autoridad competente”. Además, aluden a que no es previsible un “regreso” al modelo anterior a la pandemia. Hay correctores que lo piden, como ocurre en Química: algunos reclaman el sistema prepandemia de dos opciones cerradas.

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