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A la escuela pasados los 80 para aprender a leer

Alumnas del programa de Educación para mayores del Concello de Vigo. Ricardo Grobas

Escribir y las cuatro reglas. Así es como muchos abuelos hablan de la escueta formación que recibieron en la escuela. El 18% de los mayores de 70 años en España, de hecho, no terminó los estudios primarios. Hay más, personas que han pasado gran parte de su vida sin saber escribir, leer o comprender lo que leen. Es lo más parecido a eso que se siente cuando se viaja a un país del que no se conoce el idioma, pero en casa, cada día. Y pese a todo han sido motor de nuestra sociedad. Pero no se conforman, y aunque sean pasados los 80, vuelven -o pisan por primera vez- el aula. 

El 0,8% de la población gallega es analfabeta, la mayoría mujeres

Entre 200 y 300 palabras. Son aproximadamente el número de voces por minuto que un adulto medio puede leer y comprender en español. Se empieza con unas 35 o 45 en 1º de Primaria y se alcanza la Secundaria con unas 160. O al menos eso es lo habitual hoy en día, con un 99,2% de población alfabetizada en Galicia y un 98,7% en el conjunto de España. Pero no siempre ha sido así. A comienzos de los 60 en torno al 15% de la población era analfabeta, incluyendo en este grupo a aquellas personas que no tenían las competencias básicas para encadenar letras y formar palabras, tanto a la hora de leer como de escribir.

Harina de otro costal era -y sigue siendo- el analfabetismo funcional, el de aquellas personas que, siendo capaces de realizar el proceso mecánico, no alcanzan a comprender o trasladar un mensaje con sentido.

Los avances en el acceso a la educación desde la infancia se encuentran en la base de esta plena alfabetización de facto en Galicia. Sin embargo, no menos importantes son esos adultos que deciden aprender aquello a lo que, en su momento, no tuvieron acceso.

A los 80 años, Rosa apenas sabía leer o escribir pero no se conformó y decidió aprender las destrezas básicas

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Rosa Pérez tiene ahora 83 años. Rozaba ya los 80 cuando conoció el programa de educación para adultos del Concello de Vigo y se anotó a las clases en el grupo de Valladares. Apenas sabía leer o escribir, lo de sumar y restar también se le hacía cuesta arriba, y qué decir ya de multiplicar y dividir. En poco más de tres cursos adquirió estas destrezas básicas.

Ella misma explica que tuvo que trabajar desde muy joven, “en el campo, con el ganado y al jornal”. Es la pequeña de tres hermanos, su madre enviudó muy joven y “le tocó sacarnos adelante sola”. Así que hubo que empezar a arrimar el hombro más pronto de lo esperado.

Casi no pudo ir a la escuela y todos estos conocimientos supusieron un cambio en su día a día. Su objetivo era lograr más autonomía en cosas sencillas, que no es peccata minuta. Pero en este programa no se quedan ahí. Han llegado a crear clubs de lectura en los que se atreven con ‘El Quijote’ adaptado o Machado.

Los primeros relatos más elaborados que leyó Rosa el curso pasado fueron fábulas y con muy buena aceptación por su parte. Ahora incluso lee el periódico. “Al venir del trabajo mi hija trae siempre el Faro, lo que leo sobre todo son las esquelas, eso siempre, y luego si hay algún tema que me interesa”.

Más allá del aprendizaje propiamente dicho, la socialización y mantenerse activo también supone un revulsivo en la rutina de este alumnado. “La profesora es estupenda, los últimos meses le dije que ya no podía ir a la clase de informática, ya soy muy mayor, ¿sabes?, para volver a casa me tienen que ir a buscar, pero a la de los lunes no falto”, apunta.

Carmen junto a sus compañeros en la clase del jueves. Ricardo Grobas

Quien también acude puntual como un reloj a cada lección es María Carmen Costas, de 81 años y alumna del grupo de Coia. Cada jueves espera con ganas la clase en la Asociación de Vecinos del Cristo de la Victoria, “¡y ojalá que nos dieran más!”, cuenta entusiasmada.

En su caso sabía leer, de hecho, de siempre le gustaron los cómics y las novelas, aunque a algunas le costase hincarle el diente. Algo más de dificultad tenía para escribir, “cometía muchísimas faltas”, cuenta. Lograba sumar y restar, pero no sabía ni multiplicar ni dividir. Ahora está aprendiendo a hacerlo por dos cifras “aunque a veces se me resistan, yo insisto, me encantan las matemáticas”.

Carmen fue a la escuela, “no tuve una infancia de esclavitud, pero la época era la que era, íbamos lo que podíamos a clase, no teníamos libros, aprendíamos con un pizarrín, leíamos, o lo intentábamos, todas en el mismo manuscrito”, cuenta de su paso por las aulas durante la infancia.

Con 10 años por las tardes comenzó a coser y en ese oficio siguió, compaginándolo con trabajos en hoteles durante los veranos en Panxón. Con la misma ilusión de aquella niña que aprendía a hacer ojales sigue estudiando, “es verdaderamente como una segunda niñez”. ¿Qué por qué o para qué lo hace? Para aplicarlo a las cosas cotidianas, pero, sobre todo, por ella misma, por la satisfacción de saber.

La primera firma

Fernanda García, profesora de Carmen y Rosa. Ricardo Grobas

“Es maravillosa”, “tiene muchísima paciencia”, “nos explica todo muy bien”. Las alumnas (más del 90% de las usuarias de este programa del concello de Vigo son mujeres) se deshacen en halagos para sus profesoras. Fernanda García, una de las 8 docentes y maestra de Rosa y Carmen, lleva en esto de dar clases desde 1997. “Se nota que vienen de forma voluntaria, con muchísima dedicación y muchísimo esfuerzo, un comportamiento exquisito e infinitas ganas de aprender”, apunta.

Las clases son lo más personalizadas posibles. Leen y responden preguntas sobre el contenido para analizar la comprensión del texto. En otra áreas, la profesora da una explicación general y si a alguna se le atraganta algo en concreto, la repasan todo lo necesario. Aquí nadie se queda atrás.

Lo que más felices les hace es poder firmar, entender una nota que les dejan sus hijos y nietos.

Fernanda García - Profesora del programa de educación para mayores

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Y llegan los resultados. “Lo que más felicidad les produce a los que llegan sin saber nada es firmar. Poder hacer un DNI en el que cambien la cruz o la huella del dedo por la firma o poder escribir su nombre en el banco es importantísimo para ellos”, cuenta Fernanda. Porque ¿se había imaginado alguna vez cómo sería su día a día sin saber leer o escribir? “También les produce mucha satisfacción poder entender una nota que les dejen con algún recado sus hijos o nietos, ir al supermercado y saber qué llevan los envases por lo que ponen no solo por el dibujo o la rutina, leer ellos mismos a dónde va el autobús y no tener que preguntarlo…” son solo algunos de los grandes logros que con determinación alcanzan -o perfeccionan- las cerca de 150 personas que acuden a estas clases dotadas con un presupuesto de 37.426 euros. "Se tuvieron que poner a trabajar sin cursar estudios, sacaron adelante a sus familias y a la ciudad y tenemos con ellas una inmensa deuda de gratitud", subraya el alcalde de Vigo, Abel Caballero.

El aprendizaje en adultos: no solo es posible sino que mejora la salud

Aprender en la edad adulta es bueno para la salud. Y no se trata de una afirmación baladí. Tal y como explica Jesús Guillén, experto en Neuroeducación y creador de “Escuela con Cerebro”, estas actividades repercuten directa y positivamente en varios de los pilares básicos para la salud cognitiva.

Investigaciones científicas realizadas en los últimos años identifican siete pilares para una buena salud cerebral. El primero de ellos es la salud integral, es decir, un buen funcionamiento cerebral requiere que el corazón funcione de forma adecuada. Los tres siguientes, explica Guillén, son los ya conocidos por los clásicos: nutrición, sueño y actividad física.

Quedarían, pues, los retos cognitivos “pero aquellos que huyen de los automatismos, los que suponen un esfuerzo”, la socialización ya que “somos seres sociales y, como bien demostró la pandemia, las personas que se sienten solas sufren consecuencias a nivel cerebral” y el plan vital o lo que es lo mismo, “cuál es nuestra misión en la vida”.

Aunque la educación tiene su lectura y aplicación en cada uno de estos pilares, quizá sea en estos tres últimos en los que repercute más positivamente la educación en adultos.

¿Y qué hay de eso de que, con la edad, aprender cosas nuevas cuesta más? La plasticidad del cerebro se conserva durante toda la vida, “es precisamente la neuroplasticidad la que nos permite adaptarnos y sobrevivir” aunque vaya disminuyendo con el paso de los años. Pero “los procesos a nivel cerebral que se producen durante el aprendizaje en niños y en adultos son los mismos” si bien es cierto que “puede ser un poco más complicado, pero influyen también cuestiones como que no se tiene la misma motivación que de niño ni se le dedica el mismo tiempo”. En ámbitos como el de los idiomas existen ciertos procesos fonológicos asociados a la infancia, pero compensables con la dedicación adecuada. 

La veterana de la EOI: 84 años y en su primer curso de italiano

Pilar Temes, alumna más veterana de la EOI de Vigo. Ricardo Grobas

Las ganas de seguir aprendiendo, simplemente por el hecho de saber más, de conocer algo nuevo, es una virtud merecedora de sobresaliente. Buena parte de la vida de Pilar Temes ha estado ligada a los idiomas. Quizá eso pesó en su reciente decisión: el septiembre pasado, a sus 84 años, comenzó a estudiar italiano en la Escuela Oficial de Idioma de Vigo, convirtiéndose así en la alumna más veterana del centro.

De pequeña sus padres ya se encargaron de que tuviese nociones de inglés y cuando terminó el bachillerato “me enviaron a Francia para que aprendiese el idioma”. Allí fue a un centro en el que se preparó para ser profesora de esa lengua en España. Dio clases en un instituto, en la Escuela de Artes y Oficios y finalmente abrió una academia propia.

Siempre se mantuvo activa laboralmente, tan solo cuando se casó “estuve un año sin trabajar”, pero enseguida se reincorporó a la docencia. En paralelo, crio a ocho hijos “y ya tengo 13 nietos”.

Pilar en su clase de italiano. Ricardo Grobas

En sus planes estaba, una vez jubilada, comenzar a estudiar italiano “pero llegado el momento murió mi padre y no comencé con ello”, explica. Luego enviudó, se trasladó a una residencia y comenzó a estudiarlo por su cuenta. Hasta que este curso, sin autocensurarse por cuestión de edad, decidió presentarse a las pruebas de nivel de la EOI y accedió al nivel B1.

Lo que le sobra es, sin duda, motivación y energía “tardo hora y media en llegar” pero cada martes y viernes a las 9:30 ahí está.

Aprender italiano es una muesca más en el cinturón de Pilar. “No se puede parar, es muy importante para nosotros, los mayores, mantenernos activos y frescos” apunta, por eso al estudio de este idioma le añade clases de gimnasia, memoria, teatro o dibujo. Lo que nadie le podrá negar nunca es que su fecha del DNI no ha sido ni obstáculo ni excusa para continuar aprovechando la vida al máximo. Senza dubbio, lei è una grande.

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